“Todos los migrantes tienen que pagarles a los traficantes de personas, pero de las mujeres se espera que también paguen con sexo”

    • Autor, Sofia Bettiza
    • Título del autor, Reportera de Salud Global de BBC News en Trieste, Italia
  • Tiempo de lectura: 7 min

Esther dormía en las calles de Lagos cuando una mujer se le acercó con la promesa de hacerla salir de de Nigeria y conseguirle trabajo y un hogar en Europa.

Esther soñaba con una nueva vida en Reino Unido. Tras ser expulsada de un hogar de acogida, violento y abusivo, ya no tenía motivos para quedarse en Lagos.

Pero cuando dejó el país en 2016, mientras cruzaba el desierto hacia Libia, todavía ni imaginaba el traumático viaje que le esperaba, obligada a ejercer la prostitución y a presentar solicitudes de asilo durante años en diferentes países.

La mayoría de los migrantes irregulares y solicitantes de asilo son hombres –el 70%, según la Agencia Europea de Asilo–, pero el número de mujeres como Esther que han llegado a Europa para solicitar asilo está en aumento.

“Estamos observando un aumento de mujeres que viajan solas, tanto por la ruta del Mediterráneo como por la de los Balcanes”, asegura Irini Contogiannis, del Comité Internacional de Rescate en Italia.

Un hombre reparte comida para llevar a una fila de hombres con abrigos y sombreros, en una plaza al aire libre en Trieste.

Fuente de la imagen, Getty Images

El informe de 2024 destacó un aumento anual del 250% en el número de mujeres adultas solteras que llegan a Italia a través de la ruta de los Balcanes, mientras que el número de familias aumentó un 52%.

Las rutas migratorias son notoriamente peligrosas. El año pasado, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) registró 3.419 muertes o desapariciones de migrantes en Europa, el año más mortífero registrado hasta la fecha.

Pero para las mujeres, existe la amenaza adicional de la violencia y la explotación sexual, algo que le sucedió a Esther después de ser traicionada por la mujer que le había prometido una vida mejor.

“Me encerró en una habitación y trajo a un hombre. Él tuvo sexo conmigo a la fuerza. Yo todavía era virgen”, cuenta a la BBC Esther.

“Eso es lo que hacen: viajan a distintos pueblos de Nigeria para elegir chicas jóvenes, llevarlas a Libia y convertirlas en esclavas sexuales”, agrega.

“Sus experiencias son distintas y, a menudo, más riesgosas”, le dice a la BBC Ugochi Daniels, de la OIM. “Incluso las mujeres que viajan en grupo suelen carecer de protección, lo que las expone a abusos por parte de traficantes, tratantes u otros migrantes”.

Los riesgos en el camino

Muchas mujeres son conscientes de los riesgos, pero aun así deciden emprender el viaje, llevando consigo preservativos o incluso implantándose dispositivos anticonceptivos por si son violadas en el camino.

“Todos los migrantes tienen que pagar a un traficante”, dice Hermine Gbedo, de la red contra la trata de personas Stella Polare. “Pero a las mujeres se les suele exigir que ofrezcan servicios sexuales como parte de pago”.

Gbedo asiste a las mujeres migrantes en Trieste, una ciudad portuaria en el noreste de Italia, que ha sido durante mucho tiempo un cruce de culturas y sirve como importante punto de entrada a la Unión Europea para quienes cruzan desde los Balcanes.

Desde allí, continúan su viaje hacia países como Alemania, Francia y Reino Unido.

Tras cuatro meses de explotación en Libia, Esther escapó y cruzó el Mediterráneo en una lancha de goma, de la que fue rescatada por la guardia costera italiana y llevada a la isla de Lampedusa.

Los refugiados y migrantes se encuentran en las instalaciones temporales de Agia, un pabellón de exposiciones, a las afueras de la ciudad de Chania, en la isla de Creta.

Fuente de la imagen, Getty Images

Antes de que se le concediera el estatus de refugiada, Esther solicitó asilo tres veces, debido a que las solicitudes de asilo de personas procedentes de países considerados seguros suelen ser rechazadas.

En aquel momento, Italia consideraba a Nigeria un país inseguro. Pero hace dos años, a medida que los gobiernos de toda Europa empezaron a endurecer sus normas en respuesta a la gran afluencia de migrantes entre 2015 y 2016, cambió esa evaluación.

Desde entonces, las voces que piden mayores restricciones a las solicitudes de asilo no han hecho más que aumentar.

“Es imposible sostener la migración masiva. No hay manera”, dice Nicola Procaccini, diputado del gobierno de derecha de Giorgia Meloni. “Podemos garantizar una vida segura a aquellas mujeres que realmente están en peligro, pero no a todas.”

“Tenemos que ser realistas”, advierte Rakib Ehsan, investigador senior del centro de estudios conservador Policy Exchange.

“Necesitamos dar prioridad a las mujeres y niñas que están en riesgo inmediato dentro de territorios afectados por conflictos, donde la violación se utiliza como arma de guerra”.

Actualmente, esto no ocurre de manera consistente, argumenta, y aunque simpatiza con la situación de las mujeres que enfrentan rutas peligrosas hacia Europa, “la clave es la compasión controlada”.

Violencia contra las mujeres

Sin embargo, muchas mujeres procedentes de países considerados seguros aseguran que los abusos que sufrieron por el hecho de ser mujeres han hecho que la vida en sus países de origen se haya vuelto insoportable.

Este fue el caso de Nina, una joven de 28 años, de Kosovo.

“La gente piensa que todo está bien en Kosovo, pero no es cierto”, dice. “La situación es terrible para las mujeres”.

Nina cuenta que ella y su hermana fueron víctimas de abusos sexuales por parte de sus novios, quienes las obligaron a ejercer la prostitución.

Un informe de 2019 de la OSCE, la organización de seguridad europea, indicaba que el 54% de las mujeres en Kosovo habían sufrido violencia psicológica, física o sexual por parte de una pareja íntima desde los 15 años.

Tres mujeres sentadas en una habitación, sonriendo. Las paredes detrás de ellas están decoradas con coloridos dibujos infantiles.

Fuente de la imagen, Comité Internacional de Rescate

Las mujeres que sufren persecución por motivos de violencia de género tienen derecho a solicitar asilo en virtud del Convenio de Estambul del Consejo de Europa, un derecho que fue respaldado por una sentencia histórica del Tribunal de Justicia de la Unión Europea el año pasado.

El Convenio define la violencia de género como violencia psicológica, física y sexual, e incluye la mutilación genital femenina. Sin embargo, según diversas organizaciones, sus disposiciones aún no se aplican de forma coherente.

“Muchos funcionarios de asilo son hombres con una formación insuficiente para abordar un tema tan delicado [como la mutilación genital femenina], tanto desde el punto de vista médico como psicológico”, afirma Marianne Nguena Kana, directora de la Red Europea contra la Mutilación Genital Femenina.

Muchas mujeres ven denegadas sus solicitudes de asilo, explica, basándose en la errónea suposición de que, al haber sufrido ya esta práctica no corren ningún riesgo adicional.

“Hemos oído a jueces decir: ‘Ya has sido mutilada, así que no es peligroso que vuelvas a tu país, porque no te lo pueden volver a hacer'”, cuenta Nguena Kana.

Revictimización

En lo que respecta a la violencia sexual, Carenza Arnold, de la organización benéfica británica Women for Refugee Women, afirma que a menudo es difícil de probar, ya que no deja las mismas cicatrices que la tortura física.

Además, Arnold destaca que los tabúes y las sensibilidades culturales de las mujeres dificultan aún más el proceso.

“Las mujeres suelen ser sometidas a un proceso apresurado y es posible que no revelen la violencia sexual que han sufrido a un agente de inmigración que acaban de conocer”, explica.

Gran parte de la violencia que sufren las mujeres tiene lugar durante su viaje, según dijo la Organización Internacional para las Migraciones a la BBC.

“Las mujeres suelen huir de la violencia sexual de sus parejas en su país de origen, y luego, durante el viaje, vuelven a sufrir lo mismo”, dice Ugochi Daniles.

Este fue el caso de Nina y su hermana en su viaje desde Kosovo, en el que huían de sus parejas maltratadoras para empezar una nueva vida en Italia.

Viajando con otras mujeres, atravesaron a pie los bosques de Europa del Este intentando evitar a las autoridades. Allí, contaron que fueron atacadas por migrantes y traficantes de personas.

Mujeres desplazadas por la violencia se refugian en la mezquita de Medina en Mangu el 2 de febrero de 2024, tras semanas de violencia y disturbios intercomunitarios en el estado de Plateau.

Fuente de la imagen, Getty Images

“Aunque estábamos en las montañas, en la oscuridad, se oían los gritos”, recuerda Nina. “Los hombres se acercaban con una linterna, nos la apuntaban a la cara, elegían a quien querían y se las llevaban más adentro del bosque”.

“Por la noche, oía a mi hermana llorando, pidiendo ayuda”, agrega.

Nina y su hermana contaron a las autoridades italianas que si regresaban a casa, sus exparejas las matarían. Finalmente, se les concedió asilo.

La lucha de Esther por el estatus de refugiada duró mucho más.

Solicitó asilo por primera vez en Italia en 2016, pero tras una larga espera, se trasladó a Francia y luego a Alemania, donde sus solicitudes de asilo fueron rechazadas, ya que, según el Reglamento de Dublín de la UE, se espera que un solicitante de asilo lo haga en el primer país de la Unión Europea al que llega.

Finalmente, se le concedió el estatus de refugiada en Italia en 2019.

Casi una década después de haber abandonado Nigeria, Esther se pregunta si su vida actual en Italia ha valido la pena, debido al sufrimiento que padeció para llegar hasta allí: “Ni siquiera sé por qué vine a este lugar”.

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Cortesía de BBC Noticias



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