Durante más de diez años, un grupo de chimpancés salvajes libró una guerra silenciosa pero implacable en el corazón de África. El resultado no fue solo la expansión territorial ni el aniquilamiento de los rivales, sino algo más inesperado: un estallido de nacimientos sin precedentes. Por sorprendente que parezca, la violencia organizada entre grupos de chimpancés puede dar lugar a beneficios evolutivos que recuerdan, inquietantemente, a las motivaciones detrás de muchos conflictos humanos.
Un estudio recién publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) revela por primera vez que las brutales agresiones entre comunidades de chimpancés pueden tener consecuencias directas sobre la fertilidad de las hembras y la supervivencia de las crías. Los protagonistas: los chimpancés de Ngogo, en el Parque Nacional de Kibale, Uganda, que tras una década de ataques sistemáticos contra sus vecinos lograron ampliar su territorio en un 22% y, con ello, desencadenaron un inesperado baby boom.
Más territorio, más vidas
Entre 1998 y 2008, los chimpancés de Ngogo protagonizaron al menos 21 asesinatos de individuos pertenecientes a comunidades vecinas. No fue violencia al azar. Los ataques, realizados por grupos coordinados de machos, tenían un objetivo claro: debilitar a los rivales y apoderarse de sus tierras. En 2009, el plan culminó con éxito, dado que la comunidad conquistó una extensión de 6,4 kilómetros cuadrados, incorporándola a su ya vasto dominio.
Hasta aquí, una historia de expansión territorial. Lo sorprendente vino después. En los tres años anteriores a la conquista, las hembras del grupo dieron a luz a 15 crías. En los tres años posteriores, ese número se disparó a 37. Además, la tasa de mortalidad infantil se desplomó: antes del conflicto, el 41% de los bebés no alcanzaba los tres años de edad. Después, esa cifra cayó a solo un 8%.

¿Por qué una guerra puede impulsar la natalidad?
La clave parece estar en el acceso a recursos. Con un territorio más grande y menos competencia, las hembras pudieron alimentarse mejor y mantener un mejor estado energético, condiciones cruciales para la reproducción en primates. Además, con menos grupos vecinos, disminuyó una de las principales causas de muerte en crías: el infanticidio por parte de machos ajenos al grupo.
Pero no todo se explica por la comida. Los investigadores descartaron que el incremento de frutas disponibles fuera la causa, ya que los registros de producción frutal no mostraron mejoras significativas tras la expansión. La correlación entre territorio ganado y éxito reproductivo fue, por tanto, más directa.
Este tipo de agresión letal entre grupos no es nueva entre los chimpancés, pero hasta ahora nunca se había demostrado de manera tan clara que conllevara beneficios evolutivos concretos. La investigación aporta un argumento poderoso a favor de la hipótesis de que la violencia intergrupal en chimpancés no es una aberración ni un simple accidente etológico, sino una estrategia adaptativa profundamente arraigada.
Aunque los chimpancés comparten con nosotros el 98,7% de su ADN, y muchos rasgos sociales, sus métodos para expandir su influencia y garantizar la supervivencia de su descendencia pueden resultar inquietantes para los observadores humanos. Los ataques entre grupos suelen ser planificados, oportunistas y mortales. Basta con que uno de los bandos tenga una clara superioridad numérica para que el enfrentamiento termine en asesinato. Sin armas ni herramientas, los chimpancés golpean y muerden hasta acabar con sus víctimas en apenas unos minutos.
El paralelismo con los conflictos humanos es inevitable, y los autores del estudio no lo eluden. En un mundo donde las guerras siguen produciéndose por recursos y territorio, lo que sucede entre nuestros parientes evolutivos más cercanos puede ofrecernos una ventana a nuestro propio pasado ancestral. ¿Acaso algunas de las motivaciones más oscuras de nuestra historia tienen raíces tan profundas como nuestra propia biología?
A pesar de estas similitudes, las diferencias son igual de importantes. A diferencia de los chimpancés, los humanos hemos desarrollado estructuras complejas para cooperar con extraños, formar alianzas más allá de los vínculos sanguíneos y resolver conflictos sin recurrir siempre a la violencia. Esto ha permitido la creación de sociedades multiculturales, redes de comercio y ayuda humanitaria que no existen en otras especies.

Un fenómeno difícil de observar
Las agresiones entre chimpancés no son frecuentes en todas las comunidades. De hecho, solo unos pocos grupos, como los de Ngogo o los chimpancés de Gombe en Tanzania (estudiados por Jane Goodall en los años 70), han mostrado este comportamiento de forma persistente. La mayoría de los primates, incluidos los bonobos, evitan los enfrentamientos letales y muestran actitudes más cooperativas.
Sin embargo, la violencia organizada no es exclusiva de nuestra especie, y esta nueva investigación lo confirma con datos sólidos: más territorio puede significar más crías y mayor supervivencia para ellas. Esto plantea interrogantes sobre los mecanismos que han moldeado tanto nuestra historia como la de nuestros parientes evolutivos más cercanos.
Mientras los chimpancés de Ngogo disfrutan de una época de prosperidad tras la guerra, los investigadores se preparan para dar el siguiente paso: estudiar qué ha sucedido con las comunidades perdedoras. ¿Han disminuido sus tasas de natalidad? ¿Han migrado, desaparecido o intentado recuperar su territorio? Las respuestas podrían aportar aún más pistas sobre cómo evolucionan las estrategias sociales en contextos de conflicto.
Este estudio no solo documenta un fenómeno insólito, sino que también nos invita a reflexionar sobre el precio del progreso, tanto en chimpancés como en humanos. Que la guerra pueda generar un “baby boom” puede parecer contradictorio, pero en la naturaleza, como en la historia, los beneficios para unos suelen venir acompañados de pérdidas para otros.
Tal vez entender estas dinámicas en nuestros parientes más cercanos nos ayude a comprender mejor las nuestras. O, al menos, a no repetirlas.
Cortesía de Muy Interesante
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