Trump ignoró alertas; déficit comercial se dispara a nivel récord con aranceles

La advertencia estaba hecha. A pesar de la evidencia que mostraba que los aranceles solo elevan el déficit comercial de bienes de Estados Unidos —como ocurrió en su primer mandato—, Donald Trump eligió desoír las señales.

Entre enero y marzo de 2025, el déficit alcanzó un nuevo récord: 424,612 millones de dólares, frente a los 248,480 millones del mismo periodo del año anterior, detallan cifras del Departamento de Comercio de Estados Unidos.

La sacudida también transformó el tablero del ranking global. China, el país más afectado por la guerra comercial , mantuvo el primer lugar como principal origen del déficit estadounidense. Pero Irlanda ascendió al segundo lugar. México descendió del segundo al cuarto sitio. Suiza brincó del puesto 17 al tercero. En el extremo, Australia pasó del lugar 230 al 18.

La visión de Trump se apoya en la idea de una América fuerte y autosuficiente. Bajo ese principio, los aranceles deben funcionar como un muro económico para frenar las importaciones, proteger el empleo y reducir el déficit. Sin embargo, los datos revelan otra realidad. Desde que la administración intensificó sus barreras comerciales, el déficit en bienes no ha dejado de crecer.

De acuerdo con el Progressive Policy Institute (PPI), la combinación de decretos arancelarios firmados entre febrero y marzo y la expectativa de los aranceles del 2 de abril desató un acelerado aumento en las importaciones. Entonces esta reacción inmediata generó un “rápido y masivo” aumento del déficit.

Las estimaciones del PIB trimestral de la Oficina de Análisis Económico (BEA) refuerzan esta lectura. Durante 2024, el déficit comercial se mantuvo entre 200,000 y 250,000 millones de dólares por trimestre, menos de 3% del PIB.

Pero el primer trimestre de 2025 rompió con la tendencia. El saldo negativo se disparó hasta superar los 400,000 millones de dólares, equivalentes a 4.2% del PIB. Se trata del porcentaje más alto registrado por la BEA en 17 años, desde los meses previos a la crisis financiera de 2008.

Empresas y consumidores se adelantaron

Dean Baker, economista del Centro de Investigación Económica y Política, explica que las importaciones sustituyeron el consumo de bienes nacionales. Las personas anticiparon la entrada en vigor de los nuevos aranceles y adelantaron compras de autos, maquinaria, tecnología y materiales industriales. Este comportamiento también provocó una desaceleración del gasto en servicios, que apenas creció a una tasa anual de 2.4%, frente al 3% del año anterior.

El aumento de las compras externas no se tradujo en una expansión del PIB. Baker señala que las importaciones solo suman al crecimiento si generan nuevos consumos. Pero en este caso, sustituyeron bienes nacionales. El gasto total creció apenas 1.8% entre enero y marzo, muy por debajo de 4% del trimestre previo.

El alza del déficit tiene una explicación técnica: la balanza comercial se calcula como la diferencia entre exportaciones e importaciones.

Las exportaciones se estancaron, mientras las importaciones subieron, porque las empresas y minoristas acumularon insumos para evitar el alza de precios que provocarán los aranceles. Se trató de una reacción a los decretos de la Casa Blanca.

De acuerdo con análisis de la Coalición para una América Próspera, que representa a a fabricantes y productores estadounidenses, señala que los principales rubros deficitarios son los productos farmacéuticos, metal terminado, autos, computadoras y celulares.

¿Se mantendrá un déficit elevado?

A corto plazo, el próximo informe del Censo aún puede reflejar importaciones elevadas. Sin embargo, durante el verano, este efecto puede diluirse. Si Estados Unidos entra en recesión, como anticipan algunas proyecciones, el consumo de automóviles, viviendas y bienes industriales caerá. Eso puede reducir las importaciones y el déficit. En los últimos ciclos recesivos (1991, 2001, 2008), ocurrió lo mismo.

El problema estructural se ubica en otro terreno, dice el PPI. La relación entre ahorro e inversión. La balanza comercial siempre refleja esa diferencia. Si el Congreso aprueba nuevos recortes fiscales mayores al ingreso que generarán los aranceles, el déficit fiscal aumentará.

En ese caso, a menos que el ahorro privado crezca de manera inesperada o la inversión empresarial se desplome, el déficit comercial seguirá su ascenso. Esa fue la ruta que siguió el país durante el primer mandato de Trump: más aranceles, menos ingresos, y un déficit mayor.

Además, los efectos de los aranceles van más allá del comercio. La participación de la manufactura en el PIB cayó de 10.9% en 2018 a 9.9% actual. El encarecimiento de insumos clave como acero, aluminio, minerales críticos y componentes electrónicos, todos afectados por aranceles de 10% a 25%, debilitó la competitividad industrial. El reciente decreto del 2 de abril amplió las tarifas a más de 500 categorías de productos.

Según el Banco de la Reserva Federal de Dallas, los aranceles no reducen el déficit si el país gasta más de lo que produce. En su último reporte, advirtió que las medidas proteccionistas reducen la inversión extranjera, lo que frena el crecimiento. El National Bureau of Economic Research coincide: para que los aranceles funcionen, deben cumplirse condiciones muy específicas sobre las preferencias del consumidor. En Estados Unidos, esas condiciones no se presentan. La demanda de bienes importados apenas reacciona al precio. Aunque suban los costos, las cantidades no bajan.

La narrativa del gobierno de Trump enfrenta una contradicción frontal. Los indicadores que buscaba corregir: déficit, producción industrial, autosuficiencia, empeoran. La pregunta de los expertos ya no es si los aranceles funcionan, es por qué se insiste en una receta que agrava el problema.

Cortesía de Expansión



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