Trump sacude el comercio; la OMC ve su oportunidad “de oro” para reformarse

La Organización Mundial del Comercio atraviesa una de las etapas más tensas desde su fundación en 1995. Durante años, el sistema funcionó como árbitro confiable del comercio internacional, pero la guerra de aranceles que lanzó Estados Unidos en tiempos de Donald Trump terminó de mostrar las grietas. De pronto, lo que parecía inamovible quedó en duda.

Ngozi Okonjo-Iweala, directora general del organismo, señala que el comercio global bajo las reglas de la OMC cayó 8 puntos porcentuales en lo que va del año y la tendencia se mantendrá, por lo que la institución está en un momento crítico.

Antes de la ola de aranceles, ocho de cada 10 operaciones comerciales se regían por sus normas. Hoy apenas son tres cuartas partes. La caída es evidente, pero también lo es el dato que mantiene vivo al sistema: la mayoría del comercio mundial aún se mueve bajo su paraguas. Para la economista nigeriana, eso es un núcleo resistente que debe ser rescatado.

Esta es una oportunidad de oro para reformar el sistema y dejarlo listo para el futuro

Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la OMC.

El diagnóstico coincide entre miembros y expertos. La OMC arrastra reglas obsoletas, decisiones bloqueadas y disputas que se acumulan sin salida. En casi tres décadas se iniciaron 631 casos y 4 de cada 10 todavía no tienen una resolución.

Estados Unidos lidera la lista de litigios como demandante y como demandado, seguido por la Unión Europea y China. México aparece con 40 disputas, algunas sin solución desde hace más de 10 años.

Un ejemplo es el pleito con China por los apoyos a su industria textil. El 15 de octubre de 2012, México pidió consultas ante la OMC al considerar que Beijing otorgaba ventajas indebidas a productores y exportadores de prendas de vestir y fibras. La lista de medidas cuestionadas era larga: exenciones fiscales, reducción de aranceles e IVA para comprar maquinaria, préstamos baratos de bancos estatales, tarifas eléctricas reducidas, apoyos al transporte y hasta pagos directos de agencias gubernamentales.

Según México, esas prácticas funcionaban como subsidios prohibidos que desplazaban las exportaciones nacionales en Estados Unidos mediante precios bajos y pérdida de ventas.

Hasta finales de 2024 se tienen establecidos paneles en 376 disputas, con informes en 297. De esos, dos tercios terminaron en apelaciones. Y ahí aparece la grieta más grande, porque desde diciembre de 2019, el Órgano de Apelación no funciona porque Estados Unidos bloqueó el nombramiento de nuevos jueces. Hay 31 casos en espera y ninguno puede avanzar. El sistema que debe dar certidumbre está paralizado.

Más allá de las disputas

Pero Okonjo-Iweala advierte que la OMC no puede reducirse a ser árbitro de pleitos, ni vigilante de aranceles. El organismo debe estar listo para los desafíos globales: cadenas de suministro interrumpidas, subsidios que alteran la competencia, sostenibilidad de los océanos y el reto climático. Como ejemplo señala el acuerdo alcanzado sobre subsidios a la pesca, aprobado tras ocho años de bloqueo. Para ella, ese logro muestra que la institución todavía puede entregar resultados.

La directora reconoce que las críticas son válidas. Los países en desarrollo piden más espacio para industrializarse, mientras otros exigen reglas transparentes frente a los subsidios agrícolas. La regla del consenso absoluto, donde cada miembro tiene poder de veto, ha bloqueado decisiones clave.

“Necesitamos un mecanismo que permita avanzar sin que todo quede detenido por razones ideológicas”, dijo en Ginebra. Por eso, la próxima Conferencia Ministerial, la número 14 en 2026, será decisiva. Se celebrará en Camerún y ahí los ministros de comercio deberán enfrentar la dimensión política: decidir si sacrifican intereses individuales para que la OMC sobreviva.

¿Por dónde debe ir la reforma?

El embajador noruego Petter Olberg coordina la ruta de reforma. Ha resumido el consenso en tres ejes: gobernanza, para evitar la parálisis por veto; equidad, porque los países pobres reclaman una parte justa del comercio; y adaptación, porque el cambio climático, la inteligencia artificial y la seguridad económica ya son parte del mapa comercial.

José Viñals, exdirectivo del Standard Chartered, pide que la OMC sea el ancla del comercio global y gane agilidad para que nuevas reglas no tarden años en aprobarse.

Paul Polman, exCEO de Unilever, va más lejos: “La OMC debe volver a poner a la humanidad en el centro”. Propone que cada decisión pase un filtro de sostenibilidad y que los acuerdos plurilaterales, donde un grupo de países avanza y otros se suman después, sean la vía para evitar consensos imposibles entre casi 200 gobiernos.

La voz sindical también pesa. Eric Munsey, de la Confederación Sindical Internacional, reclama que la reforma incluya trabajos dignos y salarios justos. “El libre comercio no puede seguir significando una carrera hacia el fondo”, advirtió.

Desde África, la experta Lola Ayorinde-Ekogo recuerda que gran parte del comercio en el continente es informal y en manos de hombres. Para ella, cualquier cambio debe ser moderno, inclusivo y con reglas claras para el comercio digital.

Otros subrayan la pérdida de confianza. El empresario nigeriano Ike Chioke lo describe con una metáfora: “Un compás que ya no inspira confianza deja de servir”. Cree que la OMC debe reconstruir legitimidad y diseñar mecanismos para responder a crisis permanentes, como pandemias o disrupciones tecnológicas, porque de lo contrario quedará desfasada frente al poder de las grandes plataformas digitales.

Okonjo-Iweala ya trazó sus prioridades para un segundo mandato: preservar lo que funciona, reformar lo que no y preparar al organismo para el futuro. La OMC abrió una unidad dedicada a tecnologías emergentes y publicó un informe sobre el impacto de la inteligencia artificial en el comercio.

Dice que la reforma no es lo que la OMC puede dar a los países, sino lo que cada país está dispuesto a poner para que la institución siga siendo relevante.

Cortesía de Expansión



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