En una nueva embestida proteccionista, Donald Trump duplicó los aranceles al acero y al aluminio importados, incluyendo productos derivados, al pasar de 25% a 50%. La medida, que entra en vigor el 4 de junio de 2025, alcanza a casi todos, incluso a los socios del T-MEC, México y Canadá, pero deja fuera al Reino Unido, que logró un trato preferencial bajo un acuerdo bilateral firmado en mayo.
El republicano busca apuntalar a la industria estadounidense frente a lo que el mandatario considera una amenaza persistente a la seguridad nacional.
La orden ejecutiva se apoya en la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962, que faculta al presidente a modificar el tratamiento arancelario de ciertos bienes cuando sus importaciones masivas representen un riesgo para la defensa del país. De acuerdo con la Casa Blanca, las importaciones actuales de acero y aluminio continúan afectando la salud de sectores estratégicos, incluidos los vinculados con la defensa nacional.
Trump argumentó que los aranceles previos no bastaron. A pesar de que sostuvieron los precios en el mercado interno, las acereras y fundidoras aún no operan con niveles suficientes para sostener su capacidad instalada ni cubrir la demanda proyectada por el Pentágono. Según el documento firmado, “las industrias aún no desarrollan ni mantienen las tasas de utilización necesarias para una salud sostenible”.
Con este nuevo ajuste, el gobierno pretende frenar el ingreso de productos baratos provenientes del extranjero, principalmente de países que —según la administración— inundan el mercado estadounidense con excedentes a precios artificialmente bajos. La proclamación acusa a estas prácticas de distorsionar la competencia y socavar la producción nacional.
Los nuevos aranceles afectarán a casi todos los países exportadores, con una excepción clave: el Reino Unido. Bajo los términos del Acuerdo de Prosperidad Económica bilateral firmado el 8 de mayo, el acero y el aluminio británico seguirán gravados con 25%. No obstante, esta exención estará sujeta a revisión en julio, cuando se evaluará si Londres cumple con los compromisos asumidos en el tratado.
La proclamación también endurece las normas de cumplimiento. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) deberá emitir lineamientos estrictos para verificar el contenido real de acero y aluminio en los artículos importados. Las sanciones por subdeclaraciones incluyen multas, pérdida de permisos y consecuencias penales.
La administración insiste en que esta medida no solo busca proteger empleos, sino también garantizar que Estados Unidos conserve capacidad industrial clave en tiempos de incertidumbre geopolítica. Sin embargo, fabricantes que dependen de insumos metálicos ya alertaron sobre posibles alzas en costos de producción y afectaciones en cadenas de suministro.
Para los aliados comerciales de Estados Unidos, la orden marca una nueva escalada proteccionista. El impacto sobre las relaciones bilaterales podría variar según el grado de exposición de cada país exportador. El documento deja abierta la posibilidad de futuras revisiones, según lo que determinen las autoridades comerciales y de seguridad nacional.
Cortesía de Expansión
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