La victoria de Donald Trump para convertirse en el 47° presidente de Estados Unidos marca el regreso de una política exterior caracterizada por la confrontación y la proyección de poder, valores que definieron su administración anterior. Durante su primer mandato, Trump favoreció una estrategia unilateral, priorizando los intereses de Estados Unidos sobre las alianzas tradicionales.
Su estilo de negociación —personalista, directo y basado en una visión de “suma cero” donde solo uno puede ganar— se evidenció en su narrativa de “America First”, una estrategia enfocada en la competencia en lugar de la cooperación.
Para Trump, el sistema internacional es, ante todo, un espacio de rivalidad, donde los acuerdos representan intercambios estratégicos más que compromisos de cooperación a largo plazo.
El regreso de Trump: la imagen del “hombre fuerte” y su impacto en la política internacional
Donald Trump y otros líderes mundiales
NETANYAHU – TRUMP – REUNIÓN
DONALD – TRUMP – Y – JAVIER – MILEI
TRUMP – KIM JONG-UN – RELACIONES
VLADIMIR – PUTIN – DONALD – TRUMP
Esta visión redefine las expectativas para las alianzas diplomáticas de Estados Unidos y desafía los principios de cooperación y diplomacia que sostienen el sistema internacional. En su rol de “hombre fuerte”, Trump se proyecta como un líder dominante que valora a otros líderes que comparten una visión de poder centralizado.
Su vicepresidente, J.D. Vance, quien comparte una postura incluso aún más conservadora y rígida en temas de género y derechos humanos, refuerza este enfoque.
Durante su mandato anterior, Trump construyó relaciones cercanas con líderes —comúnmente catalogados como autoritarios— como Kim Jong-un en Corea del Norte y Vladimir Putin en Rusia, quienes, al igual que él, centralizan el poder y a quiénes abiertamente “admira”.
También, se alineó con Netanyahu en decisiones clave que fortalecieron la posición de Israel en Medio Oriente, como el polémico traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén. En Netanyahu, Trump encontró un aliado con una visión similar sobre el papel central de la seguridad y el nacionalismo, factores que moldearon sus decisiones estratégicas y que parecen definir sus relaciones diplomáticas.
En el contexto actual, esta estrategia podría ampliarse a otros líderes conservadores en América Latina, como el presidente argentino Javier Milei , quien comparte posturas nacionalistas y un enfoque de gobierno proteccionista y con quien ya se ha reunido en diversas ocasiones.
Este posible bloque conservador podría generar cambios en la dinámica regional, priorizando un proteccionismo económico y una postura anti-inmigrante. No obstante, este acercamiento plantea riesgos para los derechos humanos y podría impactar negativamente en el tratamiento de temas de género, ya que estos líderes suelen compartir una visión restrictiva en este ámbito.
En contraste, el enfoque de Trump hacia líderes femeninas en el escenario internacional ha sido notablemente distinto. Durante su primer mandato, Trump mantuvo una relación tensa con figuras como Angela Merkel, entonces canciller de Alemania, quien a pesar de ser conservadora, defendía una política multilateral y progresista en derechos humanos y género, chocando directamente con su visión.
Marcela Quintanilla, analista política y profesora titular del bootcamp de Liderazgo Femenino del Tecnológico de Monterrey, explica que “Trump mantiene su discurso como líder fuerte, un estilo basado en la agresividad y en la idea de ‘yo impongo y tú aceptas’”.
Añade que “Trump utiliza una masculinidad exaltada que refuerza la idea de que él llega a resolver, incluso ‘aunque a las mujeres no les guste’”, sugiriendo que, para el republicano, el poder y la autoridad se expresan mejor en una figura masculina y autoritaria, con una clara preferencia por líderes de este tipo.
La política exterior de Trump: retroceso en derechos de género
Para la Dra. Fernanda Vidal y profesora investigadora de la Universidad Panamericana, es claro que en su trato con líderes internacionales, Trump no dará prioridad a temas de derechos humanos ni de género. Como señala la académica solo en caso de ser necesario, “se va a sentar en una mesa para tocar temas comerciales, de seguridad, de su permanencia o no en la OTAN, cómo lidiar con China o qué va a pasar con la guerra en Rusia” pero no para discutir temas que prioricen el bienestar ajeno a sus prioridades gubernamentales.
Este enfoque de Trump refleja un interés centrado en el fortalecimiento económico y militar, dejando fuera de la discusión la diplomacia en derechos humanos y género.
La política del republicano en temas de género ha generado tensión desde su primer mandato. Durante ese periodo, implementó recortes a programas de salud reproductiva y mantuvo una relación ambivalente con líderes autoritarios, sin mostrar un compromiso claro con los derechos humanos.
De acuerdo con Quintanilla, “es preocupante pensar en un retroceso en los derechos reproductivos, especialmente ahora que Trump podría tener el Congreso a su favor”, lo cual tendría consecuencias importantes para temas sensibles como el derecho al aborto y políticas de fertilización in vitro en Estados Unidos.
En el contexto judicial, Vidal recuerda que la influencia de Trump en la Suprema Corte ha generado cambios significativos. “Con la llegada de esta nueva corte, la decisión de Roe v. Wade fue anulada”, comenta Vidal, refiriéndose al histórico fallo de 1973 que protegía el derecho al aborto en Estados Unidos. Trump nombró a tres jueces conservadores que han inclinado la balanza hacia una jurisprudencia restrictiva, y podría seguir influyendo en la corte durante su nuevo mandato si se retiran jueces actuales.
La continuidad de políticas restrictivas en género también impactaría a nivel internacional. Durante su primer mandato, Trump reintrodujo la “Global Gag Rule”, restringiendo los fondos estadounidense para organizaciones de salud reproductiva y afectando directamente a instituciones como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
Como señala Quintanilla, “es probable que Trump detenga el financiamiento a programas internacionales de género y se distancie de organismos que no estén alineados con su visión conservadora”, lo cual dificultaría el progreso en derechos de género en países del sur global.
Otro tema relevante en la agenda de Trump es su postura frente al cambio climático. En su primer mandato, Trump retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París, debilitando así los compromisos globales en la lucha contra el calentamiento global. Estas decisiones encasillan a Estados Unidos en una posición de aislamiento frente a los esfuerzos multilaterales de sostenibilidad, y plantea riesgos directos para mujeres y niños, quienes suelen ser los más afectados en situaciones de crisis ambiental.
La relación Trump-Sheinbaum: un nuevo equilibrio en la diplomacia Estados Unidos-México
Con Claudia Sheinbaum como primera presidenta de México, la relación bilateral con Estados Unidos enfrenta un cambio significativo. Sin embargo, la postura de Trump hacia el liderazgo femenino plantea desafíos únicos para la presidenta.
Quintanilla observa que “Claudia Sheinbaum representa un liderazgo sobrio y controlado, muy distinto al estilo de Trump”, lo que podría traducirse en una falta de afinidad que sí caracterizó la relación entre Trump y López Obrador.
A pesar de que Sheinbaum y Trump han tenido una llamada inicial para reafirmar la relación bilateral, Vidal comenta que “esta comunicación refleja los intereses inmediatos de Trump, como el comercio y la seguridad, más que un reconocimiento real de Sheinbaum como su homóloga”.
“Trump responde al poder y a sus propios intereses, y no se verá obligado a mostrar respeto hacia Sheinbaum si esto no afecta sus objetivos”, añade. En este contexto, la relación entre ambos podría tornarse pragmática, con Trump enfocándose en los beneficios directos para Estados Unidos y dejando de lado temas como derechos humanos y género, que México podría intentar posicionar.
La migración es un área donde esta falta de afinidad podría generar tensiones significativas. Con su política restrictiva, Trump buscará nuevamente presionar a México para reforzar la seguridad en la frontera.
“México podría verse presionado a endurecer la seguridad en la frontera, incluso militarizándola, como un ‘gesto de buena voluntad’ en las negociaciones comerciales”, señala Vidal. Sin embargo, este enfoque podría dificultar la implementación de una perspectiva de derechos humanos y género en la política migratoria de México.
“Si no existe ni siquiera un enfoque de derechos humanos en las políticas migratorias, menos aún podremos esperar una perspectiva de género,” advierte Vidal, quien enfatiza que las mujeres migrantes, ya vulnerables a la violencia y la trata, enfrentarían una situación de mayor riesgo en este contexto.
El equipo de Sheinbaum tendrá un papel fundamental en la defensa de los intereses de México frente a los desafíos que plantea la nueva presidencia estadounidense. Los principales retos podrían surgir en la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que Trump podría usar como herramienta de presión para obtener ventajas en comercio y seguridad fronteriza.
Vidal explica que “el nuevo NAFTA para 2026 ya no será algo superficial. Estados Unidos, obsesionado con el tema arancelario, puede plantear problemas para México en términos de balanza comercial y soberanía laboral.”
Algo que puede ser benéfico es que Sheinbaum ha nombrado un equipo de negociación clave conformado principalmente por hombres, como el canciller Juan Ramón de la Fuente y el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, lo que subraya la importancia de un liderazgo preparado para enfrentar la presión de Trump.
Cortesía de EXPANSIÓN
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