La tumba de Tutankamón fue descubierta en 1922, pero un siglo después su figura sigue tan viva como entonces. No se trata solo del misterio que rodeó al “faraón niño”, sino del modo en que la ciencia, los mitos y los museos han mantenido encendida su llama. El joven monarca se convirtió en un icono mundial mucho más allá de su breve reinado.
Hoy sabemos que Tutankamón no fue un faraón especialmente poderoso en su tiempo, pero el hallazgo de su tumba intacta cambió la historia de la arqueología. A través de radiografías, análisis genéticos y restauraciones artísticas, los investigadores han descifrado fragmentos de su vida y su muerte, al tiempo que los medios construyeron relatos inolvidables sobre su figura. Y entre esas dos esferas —la ciencia y la ficción— se forjó un legado que aún atrapa al público.
La ciencia que desveló al faraón
Cuando Howard Carter encontró la tumba KV62, el cuerpo de Tutankamón estaba envuelto en misterio. Décadas más tarde, los avances médicos permitieron observar lo que los antiguos embalsamadores habían dejado atrás. Las tomografías y análisis de ADN revelaron que el faraón sufría enfermedades y deformidades físicas.
Los estudios identificaron malaria, una malformación en el pie izquierdo y problemas óseos que habrían limitado su movilidad. Se cree incluso que necesitaba bastones para caminar, varios de los cuales fueron hallados en su tumba.
Estas evidencias desmienten la imagen de un joven guerrero saludable y muestran un reinado marcado por la fragilidad corporal.
Además, los investigadores han debatido sobre las causas de su muerte. Algunas teorías apuntan a una infección tras una fractura, mientras que otras sugieren complicaciones de salud crónicas. Lo que parece seguro es que no murió en batalla, como se pensó durante décadas. La ciencia desmontó mitos tempranos y permitió construir una biografía más realista.
El mito que no quiso morir
A pesar de los datos médicos, la narrativa popular no tardó en generar su propia versión. La llamada “maldición del faraón” saltó a los titulares tras la muerte de varios miembros del equipo de Carter en circunstancias llamativas. Los periódicos alimentaron la idea de que Tutankamón vengaba la profanación de su tumba.
En realidad, los investigadores descartan hoy cualquier explicación sobrenatural. La mayoría de fallecimientos tuvieron causas médicas identificables, y no hay evidencia de toxinas o trampas mortales en la tumba. Sin embargo, el mito caló en la imaginación colectiva y convirtió a Tutankamón en una figura rodeada de misterio.
Ese cruce entre arqueología y cultura popular explica por qué un faraón poco destacado en su época alcanzó un estatus mítico. Su historia fue adoptada por el cine, la literatura y la prensa como un relato de aventuras, maldiciones y tesoros ocultos. La mezcla de ciencia y mito resultó imparable.
Tutankamón en los museos del mundo
El descubrimiento de 1922 no solo revolucionó la egiptología, también transformó la museología. El tesoro de Tutankamón, con más de 5.000 objetos, es uno de los conjuntos arqueológicos más famosos del planeta. Exposiciones itinerantes han llevado su ajuar funerario a millones de visitantes en todo el mundo.
Máscaras, joyas, carros, camas rituales y utensilios cotidianos revelan cómo el Antiguo Egipto combinaba lo sagrado con lo práctico.
Pero también reflejan cómo la modernidad consume el pasado: las piezas han sido presentadas en museos como iconos culturales, con tecnologías inmersivas y recreaciones digitales que buscan atraer a nuevas audiencias.
Hoy, el Gran Museo Egipcio de Giza prepara salas especiales para albergar el ajuar completo por primera vez. Allí, la ciencia de la conservación se mezcla con la espectacularidad museográfica. Tutankamón se ha convertido en un puente entre la historia antigua y la cultura global contemporánea.
Un legado inesperado
El joven faraón reinó apenas una década y murió en torno a los 19 años, pero su memoria sobrevivió al tiempo gracias a un hallazgo arqueológico único. La paradoja es clara: un monarca menor en su época se convirtió en el más célebre del Antiguo Egipto.
Su caso refleja cómo la ciencia puede desentrañar enigmas de miles de años, mientras el mito alimenta la fascinación popular. Entre el microscopio y la vitrina del museo, Tutankamón ha mantenido un lugar privilegiado en el imaginario colectivo. El legado del faraón niño no reside tanto en sus actos de gobierno, sino en lo que su tumba reveló al mundo. Ciencia, mito y cultura se entrelazan en una historia que sigue vigente un siglo después. Tutankamón no fue olvidado: se reinventó como símbolo eterno.

El hechizo eterno, Muy Historia 188
Tras días de expectación en el Valle de los Reyes, el 26 de noviembre de 1922, Howard Carter se asomó por el agujero practicado en la puerta sellada que conducía a la antecámara de la tumba de Tutankamón y contempló un tesoro de oro, madera y telas que no se había visto en más de tres milenios. Lord Carnarvon, el aristócrata mecenas de la excavación, preguntó: «¿Ve usted algo?», y el arqueólogo respondió con una frase que entraría en la leyenda: «Sí, cosas maravillosas». Aquel día no solo se abría el sepulcro del joven faraón, sino también un siglo de fascinación que aún hoy sigue deslumbrando al mundo.
Pero por potente que sea el hechizo de Tutankamón —aniversario, memoria, asombro—, esta revista multitemática navega también por otras épocas y fronteras. Cabalgamos con los comanches, superpotencia ecuestre que rehizo el mapa del suroeste de Estados Unidos. Aprendemos que la mafia no nació en el cine, sino en la desprotección, en códigos de clan y silencios convertidos en «Estado dentro del Estado». Escuchamos a Malinalli—la Malinche—pieza clave en la conquista y madre de una cultura nueva. Viajamos a París, cuando «libertad, igualdad, fraternidad» dejó de ser proclama para hacerse ley, entre clubes, tumultos y una Constitución que inauguró otro tiempo. Cruzamos el Ebro con el barro hasta la cintura y sintiendo el desgaste que anunció el fin de la resistencia republicana en la guerra civil española. Entramos en las casas y templos de Roma para comprender un mundo que pedía permiso a los dioses antes de segar, legislar o guerrear.
Y todavía nos queda viaje: Elcano circunnavegando, Tartessos refulgiendo, bárbaros sacudiendo fronteras y expedientes sobre Hitler. Que disfrutes cada página y no olvides que la Historia no se lee, se revive.
La tumba de la maldición
Tras siete años excavando en el Valle de los Reyes, la larga y hasta entonces estéril expedición de Howard Carter estaba a punto de colmar la paciencia de su mecenas, Lord Carnarvon. Pero el milagro sucedió y esa asociación de talento y dinero que comenzara en 1908 dio fruto el 4 de noviembre de 1922, cuando el arqueólogo británico descubrió la tumba de Tutankamón (designada como KV62), el mausoleo faraónico mejor conservado e intacto jamás encontrado allí. El hallazgo provocó la fiebre por la egiptología a comienzos del siglo xx e hizo correr ríos de tinta. Y por esas aguas negras de la prensa navegó también la sensacionalista noticia de que la tumba cargaba con una terrible maldición que caería sobre quien osara profanarla.
Por mucho que Howard Carter quisiera que el descubrimiento permaneciese en el ámbito de lo arqueológico, se convirtió en un enorme espectáculo mediático. El público, inmerso en una auténtica «tutmanía», demandaba su dosis diaria de faraón y, mientras el Times de Londres se alimentaba con noticias frescas a pie de tumba (tenía la exclusiva), el resto de la prensa tuvo que buscarse la vida o directamente «inventársela».
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Reportajes
- La tumba, la maldición, la prensa, por Cristina Enríquez
- Una tumba repleta de misterios, por Ángel Fuentes Ortiz
- El « Imperio» comanche, por Guillermo Soto
- Expediente Hitler, por Cristina Enríquez
- Malinche, por Alberto Porlan
- Juan Sebastián Elcano, por Javier Diéguez
- Ebro: El combate que había que ganar, por Roberto Piorno
- Tartessos, el enigma ibérico, por Alberto Porlan
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