Ucrania teme la apertura de un nuevo frente en la región de Járkov

Rusia pisa el acelerador para intentar lograr victorias estratégicas en los frentes en Ucrania. Aunque los mayores movimientos se producen en la provincia de Donetsk (sureste), donde Moscú concentra buena parte de sus ataques y se aproxima a las ciudades estratégicas de Toretsk y Pokrovsk, ni mucho menos se ha olvidado de la región de Járkov, más al norte y donde el ejército ucranio contiene a duras penas la presión rusa.

Rusia ocupó los territorios del norte de Járkov y de la cercana Kupiansk, también en el este, al principio de su invasión a gran escala, en febrero de 2022, pero Ucrania logró liberarlos en septiembre de ese mismo año. Sin embargo, los intentos de volver a tomar estas plazas nunca han cesado. El pasado mayo, el ejército invasor irrumpió por dos puntos diferentes en dirección a las localidades de Vovchansk y Hliboke, en la frontera entre los dos países. De los alrededores de Kupiansk, a un centenar de kilómetros al este de Járkov, nunca han llegado a retirarse.

Vitali Sarantsev, portavoz del grupo operativo y táctico del Ejército de Tierra en Járkov, advertía este viernes de que la situación va a empeorar: “El enemigo está concentrando tropas en las áreas ocupadas e intenta avanzar”. Además, aseguraba que Rusia se prepara para abrir un tercer frente en Sotnytskyi Kozachok, a unos 70 kilómetros al oeste de Vovchansk (y en el noroeste de la provincia de Járkov) y también en la linde de Ucrania con Rusia. “Están enviando unidades de inteligencia para decidir cuándo es el mejor momento para atacar”, sostiene.

En su análisis diario, el servicio de inteligencia británica ha informado este domingo de la reducción de la media diaria de bajas entre las fuerzas rusas en los últimos dos meses, y lo achaca a que este ejército está consolidando posiciones en el eje de Járkov.

En los dos últimos días, el gobernador de la provincia de Járkov, Oleg Sinegubov, ha notificado nueve enfrentamientos en dirección a la capital regional, la segunda ciudad de Ucrania, y destacado que en Vovchansk, reducida a escombros, continúan los combates callejeros, pues ninguno de los bandos consigue controlarla. Ucrania ha identificado en sus inmediaciones al menos ocho brigadas rusas de asalto aéreo, fusileros motorizados e infantería. Otras dos unidades de tanques están situadas en la localidad rusa de Shebékino, a 15 kilómetros del frente, donde este mismo domingo un ataque con un dron procedente de Ucrania ha matado a una mujer, según el gobernador de la región de Bélgorod, Viacheslav Gladkov. Mientras, en los alrededores de Hliboke operan dos regimientos de fusileros motorizados, así como mercenarios rusos del África Corps.

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Sarantsev expresa la preocupación al saber que Moscú está reuniendo más tropas en su territorio, pero a una distancia suficientemente lejana como para que las fuerzas ucranias no puedan atacar. “Esto nos va a llevar a una situación como que la que tuvimos en mayo, cuando volvieron a tomar Vovchansk y Hliboke. Sabíamos lo que estaban planeando, pero no pudimos hacer nada porque no teníamos permiso para atacar a esa distancia”, lamenta. Estados Unidos y el resto de aliados no autorizaron a Ucrania a golpear con armas entregadas por socios de la OTAN dentro de Rusia hasta finales de mayo, tras la insistencia de Kiev de que los ataques rusos desde cerca de la frontera les dejaban indefensos.

Ante la posibilidad de una nueva escalada en este frente, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ha resaltado la necesidad de lanzar ataques de largo alcance hacia Rusia. “Donde está el ocupante, desde donde Rusia ataca a Ucrania, desde donde nos alcanza con misiles, con [aviones de combate] Shahed y bombas. Necesitamos poder actuar con todas las armas que puedan ser efectivas”, ha insistido este sábado en sus redes sociales.

Kupiansk, semivacía

El otro frente abierto en Járkov es el de Kupiansk, en la parte oriental de la provincia. En esta dirección se han producido 17 acciones ofensivas de Rusia, de las cuales dos continúan, según el gobernador Sinegubov.

En Kupiansk viven pocos de los 27.000 habitantes que tenía la ciudad antes de la guerra, pero por las calles repletas de edificios derrumbados a causa de los bombardeos aún quedan mujeres esperando en la parada del autobús, algún coche por la calzada y peatones caminando por la calle principal. No están exentos de riesgo, y en cualquier momento el silencio se ve interrumpido por el estruendo del impacto de un misil. El pasado 2 de agosto, durante la evacuación de unos civiles, un parque del centro fue atacado con morteros solo media hora después de que el equipo de rescate pasara por allí. Una mujer murió y otra resultó gravemente herida. Anatoli Sadovdki, de 67 años, es uno de los ciudadanos evacuados. “Te vas a dormir por la noche y no sabes si te despertarás por la mañana”, dice desde la furgoneta de la ONG que ha ido a buscarlo. “No me he marchado hasta ahora porque no sabes a dónde irás, no sabes qué será de ti, no quieres dejar tu casa”, suspira este hombre, jubilado y con un hijo residente en Járkov al que no quiere “molestar”. Por eso, ha decidido que se quedará en un centro de acogida para personas desplazadas.

El presidente ruso, Vladímir Putin, afirmó el pasado mayo durante un viaje oficial a China que no se planteaba tomar Járkov, sino que su intención era crear un cordón sanitario para evitar agresiones ucranias a la ciudad rusa de Bélgorod, a 80 kilómetros de la frontera y que Ucrania ataca con frecuencia. Sarantsev cree que estos avances son para tener una posición más ventajosa de cara a futuras posibles negociaciones. “Han tirado ya más de 2.000 de esas bombas aquí. Podemos ver claramente que no están ralentizando sus ambiciones”, expresa.

Mientras, Kiev ya ha empezado a utilizar misiles estadounidenses contra objetivos en territorio ruso, aunque la autorización obtenida por parte de los socios es insuficiente, según Sarantsev. “Están empleando misiles Iskander, entre otros, que cubren una distancia de unos 400 kilómetros. Los lanzan desde el interior de su país y desafortunadamente no tenemos permiso para disparar tan lejos. Podemos llegar a Bélgorod, no más allá”, lamenta.

Mientras, los seis F-16 entregados la semana pasada, del medio centenar que la OTAN aseguró a Kiev hace meses, aún van a tardar un tiempo en poder operar y, además, son un número muy pequeño como para que puedan marcar una diferencia en el tablero de la guerra.

Ese mismo 2 de agosto, las alarmas antiaéreas de Járkov sonaron 33 veces en 24 horas. Es una proporción normal, según los ciudadanos, que ya ni se inmutan ni corren a los refugios, como al principio de la invasión. Es más, muchos optan por silenciar las notificaciones de la app de alarmas que todo ucranio debería tener instalada en el móvil. Tras más de dos años de guerra, han decidido que no quieren vivir a expensas de ellas.

En la ciudad de Járkov casi nunca estos avisos se traducen en impactos porque las defensas antiaéreas de las Fuerzas Armadas funcionan. Y porque la mayoría de ataques van dirigidos hacia pequeñas aldeas más próximas a las líneas del frente. Pero eso no significa que no se cuenten muertos a diario y que la región entera y sus habitantes, que eran dos millones y medio antes de la guerra, se sientan bajo una inmensa presión.

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Cortesía de El País



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