En física abundan las predicciones que tardan décadas en ponerse a prueba. Algunas se vuelven realidad en pocos años, mientras que otras permanecen como enigmas casi imposibles de comprobar. Una de las más intrigantes es el llamado efecto Unruh, una especie de “calor fantasma” que aparece en el vacío del universo cuando un observador se acelera lo suficiente. Aunque suena a ciencia ficción, es una predicción matemática seria que conecta dos de los grandes pilares de la ciencia moderna: la relatividad de Albert Einstein y la mecánica cuántica.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Hiroshima acaba de dar un paso decisivo. Han desarrollado un método experimental que promete, por primera vez, detectar de manera realista y con alta precisión este calor fantasma. No es un detalle menor: si logran observarlo en laboratorio, no solo se confirmaría un fenómeno fascinante, sino que también se abriría un puente concreto entre teorías que hasta hoy parecen irreconciliables. El estudio, publicado en la revista Physical Review Letters, plantea que “hemos propuesto un método realista, altamente sensible y no ambiguo para detectar el esquivo efecto Unruh”.
Qué es el efecto Unruh
El efecto Unruh, también conocido como efecto Fulling-Davies-Unruh, es una de esas predicciones que sacuden la intuición. Según la física cuántica, incluso en el vacío absoluto —donde no debería haber nada— existen fluctuaciones diminutas de energía, con partículas y antipartículas que aparecen y desaparecen constantemente. Este fenómeno se conoce como “vacío cuántico”.
Lo sorprendente es que la percepción de ese vacío no es la misma para todos. Como explicó el profesor Noriyuki Hatakenaka, de la Universidad de Hiroshima, “un observador estacionario no ve nada, pero un observador en aceleración percibe esas fluctuaciones como partículas reales con una distribución térmica de energía: una ‘calidez cuántica’”. En otras palabras, si se acelera lo suficiente, un detector podría sentir el vacío como si estuviera caliente, aunque para otro observador quieto siga estando frío. Desconcertante.
Este resultado es contraintuitivo porque rompe con la idea de que el vacío es algo absoluto. Lo redefine como un fenómeno relativo, que depende del estado de movimiento del observador. De confirmarse, uniría aspectos de la relatividad de Einstein con los fundamentos de la mecánica cuántica, dos marcos teóricos que en muchos puntos siguen siendo incompatibles. No se trata solo de un efecto curioso, sino de una pista para comprender la estructura última del espacio-tiempo.
¿Quién es William Unruh?
William George Unruh es un físico teórico canadiense, nacido en 1945, conocido principalmente por haber formulado en 1976 el fenómeno que lleva su nombre: el efecto Unruh. Este describe cómo un observador sometido a una aceleración extrema percibiría el vacío del espacio no como un entorno frío, sino como si estuviera lleno de partículas y calor. El hallazgo situó a Unruh en un punto clave de la investigación sobre la relación entre la teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica, dos marcos que habitualmente resultan difíciles de reconciliar. Además de este aporte fundamental, Unruh ha trabajado en campos como la gravedad cuántica, la teoría de campos en espacios curvados y la física de agujeros negros, donde también dejó huella al proponer, junto con otros investigadores, la idea de los llamados “análogos de agujeros negros” en fluidos y sistemas cuánticos. Su trayectoria lo convierte en una figura central para entender cómo los físicos intentan desentrañar la naturaleza última del espacio-tiempo.
El gran obstáculo experimental
Saber que algo existe en teoría no significa que sea fácil de medir. El gran problema del efecto Unruh es que, para que un observador lo perciba, hacen falta aceleraciones gigantescas. El propio equipo de Hiroshima reconoce que los cálculos indicaban valores del orden de 1020 metros por segundo al cuadrado. Es una cifra que está completamente fuera del alcance de cualquier tecnología actual si se intenta mediante aceleración lineal, es decir, empujando un detector en línea recta.
Esto explica por qué, desde que William Unruh formuló el efecto en 1976, nadie ha conseguido detectarlo directamente. Los físicos lo consideran uno de los problemas más difíciles de la física fundamental. Cada propuesta experimental chocaba con la imposibilidad técnica de generar semejantes aceleraciones. Por eso, durante décadas, el efecto Unruh se mantuvo como una predicción matemática elegante, pero sin confirmación empírica.
El equipo japonés decidió entonces cambiar de estrategia. En lugar de intentar la aceleración lineal, plantearon un método basado en el movimiento circular a escalas muy pequeñas. Con esa idea lograron un diseño capaz de generar aceleraciones efectivas muchísimo más altas que las accesibles por otros medios. Allí está la clave de su propuesta.
La propuesta de Hiroshima
El corazón del nuevo enfoque se basa en unos dispositivos conocidos como uniones de Josephson acopladas. Estos son circuitos superconductores que, a temperaturas muy bajas, permiten estudiar fenómenos cuánticos de manera controlada. En este caso, los investigadores utilizaron pares de “fluxones” y “antifluxones”, que son excitaciones magnéticas que pueden circular dentro del circuito.

El trabajo describe que “utilizamos el movimiento circular de pares metastables de fluxón-antifluxón en uniones de Josephson anulares acopladas”. Estos pares, al moverse dentro del circuito con radios extremadamente pequeños, alcanzan aceleraciones efectivas enormes. Gracias a los avances en microfabricación de materiales superconductores, es posible construir dispositivos lo bastante compactos como para que el efecto Unruh genere temperaturas de unos pocos kelvin, es decir, suficientemente altas para ser detectadas con la tecnología actual.
La idea es brillante porque convierte lo que antes era imposible en algo experimentalmente viable. El sistema propuesto no solo es sensible, sino también no ambiguo, ya que produce una señal clara y macroscópica.
Cómo se detecta el “calor fantasma”
El procedimiento de detección se apoya en un efecto muy particular. Cuando el “calor fantasma” del vacío afecta a los pares de fluxón-antifluxón, estos se desestabilizan y se separan. Ese evento deja una huella clara: un salto de voltaje en el circuito superconductor. Tal como señala el equipo, “este salto de voltaje sirve como una señal innegable y fácilmente medible, proporcionando una firma directa y robusta de la presencia del efecto Unruh”.
La ventaja es que se trata de un fenómeno macroscópico, visible con instrumentos convencionales. No se necesitan detectores imposiblemente sensibles ni instalaciones gigantescas. Al medir estadísticamente la distribución de estos saltos de voltaje, los investigadores pueden incluso determinar la temperatura asociada al efecto Unruh con alta precisión.
Lo más llamativo es que estas fluctuaciones microscópicas del vacío acaban manifestándose como cambios bruscos en un sistema eléctrico observable. Según los propios autores, “uno de los aspectos más sorprendentes es que las fluctuaciones cuánticas microscópicas pueden inducir saltos de voltaje macroscópicos, haciendo que el esquivo efecto Unruh sea directamente observable”.
Hacia la física del futuro
Cuando hablamos de las implicaciones para la la física, no se trata solo de añadir una curiosidad más a la lista de fenómenos cuánticos. Lo importante es que aportaría pruebas directas de cómo interactúan la relatividad y la mecánica cuántica en condiciones extremas. Es decir, sería un paso hacia una teoría unificada, uno de los grandes sueños de la física.
Por otra parte, el propio diseño experimental abre nuevas vías tecnológicas. Los autores destacan que sus dispositivos tienen un potencial enorme en el campo de la detección cuántica avanzada. Poder medir con tanta sensibilidad efectos tan débiles del vacío podría servir para desarrollar sensores de altísima precisión, con aplicaciones aún por imaginar.
Los investigadores ya están pensando en el siguiente paso. Según Haruna Katayama, su objetivo inmediato es analizar con detalle los procesos de decaimiento de los pares fluxón-antifluxón. Allí entra en juego otro fenómeno intrigante: la túnelación cuántica macroscópica, donde partículas u objetos logran atravesar barreras aparentemente infranqueables. Comprender estos mecanismos será crucial para afinar la detección del efecto Unruh.
Un cambio de perspectiva
El trabajo de Hiroshima University no es solo un avance técnico. Representa un cambio de perspectiva en la forma de abordar problemas considerados imposibles. En vez de forzar los límites de la aceleración lineal, encontraron un camino alternativo en la física de superconductores y microcircuitos. Es un ejemplo de cómo la creatividad experimental puede abrir puertas a descubrimientos fundamentales.
Si la propuesta se confirma con experimentos prácticos, el efecto Unruh dejará de ser un misterio puramente teórico para convertirse en un fenómeno real y medible. En palabras del propio equipo, “aspiramos a que este trabajo abra nuevas avenidas en la física fundamental e inspire una exploración más profunda sobre la verdadera naturaleza del espacio-tiempo y de la realidad cuántica”. Una frase que resume bien la magnitud del desafío.
Para la ciencia, y también para el público interesado, este posible hallazgo recuerda que el universo guarda secretos que solo aparecen cuando se mira desde ángulos insólitos. Que un vacío pueda ser caliente, y que esa temperatura dependa del movimiento del observador, es un recordatorio de que la realidad es mucho más compleja —y fascinante— de lo que parece.
Referencias
- Katayama, Haruna; Hatakenaka, Noriyuki (2025). Circular-Motion Fulling-Davies-Unruh Effect in Coupled Annular Josephson Junctions. Physical Review Letters, 23 de julio de 2025. DOI: 10.1103/mn34-7bj5.
Cortesía de Muy Interesante
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