Un giro en la prehistoria: marcas microscópicas revelan que Homo habilis no dominó la caza, la sufrió

Durante mucho tiempo se dio por hecho que Homo habilis había sido el primer humano en dar el salto hacia la vida de cazador: talló piedra, cortó carne y se abrió paso frente a los grandes depredadores. Esa imagen lo colocó en un lugar central en la historia evolutiva. Sin embargo, un trabajo publicado en Annals of the New York Academy of Sciences viene a cuestionar esa narrativa con nuevos datos.

La investigación aplicó técnicas de inteligencia artificial para examinar dos fósiles hallados en Olduvai (Tanzania): el juvenil OH 7, considerado el holotipo de la especie, y el adulto OH 65. A partir de las marcas de dientes conservadas en los huesos, los modelos lograron identificar con alta probabilidad a los leopardos como responsables. En lugar de cazador, Homo habilis aparece en este caso como presa.

Este hallazgo obliga a repensar el papel del Homo habilis en el inicio de la llamada “revolución de la carne y la piedra”, un momento clave de hace unos dos millones de años en el que la dieta, la tecnología y la relación con otros animales comenzaron a cambiar para siempre.

Un relato al revés

Durante mucho tiempo, Homo habilis fue visto como el primer representante humano en el mundo de los carnívoros, asociado al Oldowan, la industria de piedra más antigua. El nuevo estudio, publicado en septiembre de 2025, pone esa idea a prueba con evidencias directas obtenidas con métodos actuales.

Los investigadores analizaron dos fósiles bien conservados: la mandíbula del juvenil OH 7, de 1,85 millones de años, y el maxilar del adulto OH 65, de al menos 1,78 millones. Son piezas clave para comprobar si H. habilis en ese momento tenía control sobre los depredadores o seguía estando en desventaja frente a ellos.

Si H. habilis había logrado invertir la relación y pasar de presa a depredador, sus huesos tendrían que mostrar las marcas típicas de los carroñeros rompehuesos, como las hienas, que destrozan y fragmentan con facilidad los restos. Lo esperable serían huellas de dientes asociadas a la trituración de hueso y no señales de felinos, que al ser cazadores de carne dejan marcas menos destructivas.

Pero lo que encontraron fue lo contrario: las huellas corresponden a felinos, lo que sugiere que H. habilis seguía estando en el menú de los grandes gatos.

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Huesos de OH 7 en el Museo Nacional de Tanzania, incluida la mandíbula, parietales y varios huesos de la mano. Fuente: Annals of the New York Academy of Sciences.

Las pruebas están en los huesos

En la mandíbula de OH 7 aparecen dos pequeñas cavidades dentales triangulares, asociados a fractura verde, justo lo que ves cuando el hueso se rompe estando fresco. Son huellas nítidas, su morfología recuerda a tipos conocidos de marcas felinas y, crucialmente, no hay surcos de mordida de hiena que pulvericen la pieza.

El maxilar de OH 65 conserva un hendiduras dentales en el lateral, con el resto del hueso más íntegro de lo esperable si lo hubiera trabajado un carnívoro durofágico. Si una hiena estuviera detrás, lo normal sería un maxilar mucho más triturado. Además, el equipo revisó viejas evidencias en cráneo de OH 7: cuatro supuestas estrías de dientes en un parietal. No eran mordidas. Bajo lupa y con análisis tafonómico resultaron ser marcas bioquímicas, desmontando interpretaciones históricas que apuntaban a otros agentes.

Así lee la IA una mordida

Para identificar al responsable de las marcas se creó un banco de 1.496 imágenes de mordidas reales de cinco grupos: cocodrilos, hienas, leopardos, leones y lobos (estos últimos usados como referencia de grandes cánidos del Pleistoceno). Con ese material se entrenaron tres modelos de redes neuronales profundas (ResNet-50, DenseNet-201 y VGG-19) mediante transfer learning.

ResNet-50 fue el más preciso, con un 88 % de acierto, y se estableció un umbral mínimo de confianza del 70 % para validar cada clasificación. En el caso del fósil OH 7, tanto ResNet-50 como DenseNet-201 identificaron las dos hendiduras como marcas de leopardo con probabilidades superiores al 95 %. VGG-19 no coincidió en una de ellas, pero su rendimiento fue menor.

En OH 65 apareció una discrepancia: ResNet-50 sugirió “lobo” en una de las imágenes, mientras que DenseNet-201 y VGG-19 coincidieron en “leopardo”. El consenso entre modelos, sumado al contexto ecológico de Bed I, donde predominan las huellas de felinos sobre las de hienas, refuerza la interpretación a favor del leopardo.

Huesos de OH 7 en el Museo Nacional de Tanzania, incluida la mandíbula, parietales y varios huesos de la mano. Fuente: Annals of the New York Academy of Sciences.
Falange media de OH 7 con una cavidad bioquímica (marca 7), documentada con microscopio binocular Optika y cámara digital de 3 Mpx a 20×. Fuente: Annals of the New York Academy of Sciences.

Olduvai, escenario con pistas

Los niveles FLK NN1–3 de Bed I son palimpsestos, es decir, superficies donde diferentes agentes —entre ellos los carnívoros— usaron el mismo espacio y dejaron restos mezclados. No eran campamentos humanos en sentido estricto.

Los análisis tafonómicos independientes señalan de forma reiterada que fueron sobre todo felinos medianos y grandes los que acumularon y modificaron huesos.

En FLK NN3, donde se halló OH 7, no hay pruebas sólidas que vinculen herramientas y huesos como resultado de una carnicería humana directa: faltan marcas claras de percusión o fracturas de martillo. En cambio, las señales coinciden mejor con el consumo por parte de un leopardo.

La coincidencia a gran escala y en detalle es significativa: si la fauna del lugar muestra actividad de felinos y la mandíbula de H. habilis lleva sus marcas, lo más lógico es atribuir la predación a un leopardo. La explicación más simple es la más coherente con los datos.

Lo que cambia en nuestro relato

Si H. habilis fue con frecuencia presa de leopardos, su papel en la cadena alimentaria se parece más al de los australopitecos que al de un depredador establecido. Esto coincide con su anatomía corporal, todavía primitiva, con adaptaciones que facilitaban trepar para escapar de los carnívoros.

En cuanto al Oldowan, el acceso regular a carne fresca alrededor de los 2 millones de años pudo haber sido obra de otra especie contemporánea más avanzada, probablemente Homo erectus, ya adaptado por completo a la vida terrestre. En Olduvai, de hecho, hay fósiles de formas cercanas a H. erectus en los mismos depósitos que H. habilis.

El estudio no descarta que H. habilis usara herramientas, pero subraya que encontrar un hominino junto a una industria lítica no basta para atribuirle la autoría. La simple coincidencia en el estrato ya no es una prueba concluyente.

marcas microscópicas revelan que Homo habilis no dominó la caza, la sufrió
Maxilar de OH 65 con una hendidura de mordida documentada y ampliada, fotografiada con microscopio binocular Optika y cámara digital de 3 Mpx a 30×. Fuente: Annals of the New York Academy of Sciences.

Preguntas que abren camino

Si coexistieron dos homininos con anatomías tan distintas —uno más adaptado a trepar y otro plenamente terrestre—, es lógico pensar que también tuvieron comportamientos y tecnologías diferentes. La cuestión es si podemos detectar esas diferencias en el registro arqueológico con nuevas herramientas de análisis.

La inteligencia artificial ya mostró que puede identificar con más precisión qué depredador dejó ciertas marcas de mordida, incluso en muestras pequeñas o difíciles.

El reto ahora es ampliar las bases de datos, unificar los métodos de observación y seguir cruzando los resultados con el contexto ecológico de cada yacimiento.

Este hallazgo no simplifica la historia, la vuelve más rica. La transición hacia la carnivoría humana no fue un salto inmediato, sino un proceso con distintas estrategias y riesgos. A veces nuestros antepasados cazaban, y a veces eran ellos la presa.

Referencias

  • Vegara‐Riquelme, M., Baquedano, E., & Domínguez‐Rodrigo, M. (2025). Early humans and the balance of power: Homo habilis as prey. Annals of the New York Academy of Sciences. doi: 10.1111/nyas.15321

Cortesía de Muy Interesante



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