Un hallazgo geológico revela que la extinción de los dinosaurios transformó los ríos y favoreció la expansión de los bosques

En lo más profundo de las capas terrestres del oeste de América del Norte, un grupo de científicos ha identificado una transformación paisajística radical asociada al momento en que los dinosaurios desaparecieron de la faz del planeta. El hallazgo, liderado por el paleontólogo Luke Weaver y publicado en la revista Communications Earth & Environment, sugiere algo insólito: los dinosaurios no solo habitaban el mundo, sino que literalmente lo moldeaban.

Según este nuevo estudio, su extinción no solo supuso el fin de una era biológica, sino también una revolución ecológica sin precedentes. El impacto fue tal que reconfiguró sistemas fluviales completos, alteró el tipo de suelos y favoreció la expansión de densos bosques en zonas que, hasta entonces, eran dominadas por una vegetación abierta y dispersa.

Ecosistemas bajo los pies de gigantes

La hipótesis central del estudio, conocida como “los dinosaurios como ingenieros de ecosistemas”, parte de una idea sencilla pero poderosa: estos animales, debido a su tamaño colosal y hábitos alimenticios, mantenían los paisajes abiertos. Al pisotear el suelo, arrancar vegetación y derribar árboles jóvenes, impedían que los bosques se densificaran. Era un mundo dominado por espacios abiertos, ríos erráticos y suelos encharcados.

En términos geológicos, esto se traducía en sistemas fluviales inestables, con canales estrechos y meandros efímeros. El agua se desbordaba con frecuencia, los sedimentos eran transportados con facilidad y las zonas ribereñas acumulaban barro y limo en abundancia.

Pero tras la desaparición de los dinosaurios —como consecuencia del impacto del asteroide en Chicxulub hace unos 66 millones de años— todo cambió.

Según el estudio, los dinosaurios actuaban como verdaderos “arquitectos del ecosistema”, frenando la expansión de bosques densos
Según el estudio, los dinosaurios actuaban como verdaderos “arquitectos del ecosistema”, frenando la expansión de bosques densos. Ilustración: Julius Csotonyi

El día después: una Tierra sin titanes

Al desaparecer los dinosaurios, se eliminó de golpe el principal factor que mantenía los paisajes abiertos. Sin los grandes herbívoros que devoraban ramas y pisoteaban brotes, los árboles encontraron el entorno perfecto para prosperar. Bosques densos comenzaron a ocupar los espacios antes dominados por matorrales y pantanos.

Esto tuvo un efecto cascada sobre los ríos: las raíces de los árboles estabilizaron los sedimentos, los márgenes fluviales se reforzaron y los cauces se volvieron más estables. En vez de fluir como lenguas de barro que avanzaban sin rumbo, los ríos empezaron a serpentear con grandes meandros bien definidos. Se formaron así estructuras sedimentarias conocidas como barras de punto, típicas de ríos con curvas amplias y estables.

Ese cambio está registrado con claridad en el registro geológico, especialmente en las llamadas formaciones Hell Creek y Fort Union. Las capas del Cretácico muestran suelos inundados, areniscas delgadas y sedimentos desordenados. En contraste, las capas del Paleógeno, posteriores a la extinción, revelan depósitos más organizados, con colores vivos y presencia de lignito, un carbón blando originado por la acumulación de restos vegetales.

Una capa de iridio como línea del tiempo

Para confirmar que este cambio ocurrió justo después del impacto del asteroide, los investigadores buscaron un marcador geológico preciso: el llamado “anomalía de iridio”. Este elemento, raro en la Tierra pero abundante en meteoritos, se dispersó en todo el planeta tras el impacto y dejó una delgada pero detectable capa en los sedimentos.

Al analizar nuevas secciones geológicas en lugares como el Bighorn Basin y el Williston Basin, los científicos encontraron esa capa de iridio justo en el punto donde los antiguos sedimentos inestables dan paso a las capas más estables del Paleógeno. Esto les permitió situar con precisión el cambio en el paisaje terrestre justo tras la extinción de los dinosaurios.

El paleontólogo Luke Weaver, de la Universidad de Míchigan, señala la capa rica en iridio, un rastro químico que quedó depositado en gran parte del planeta tras el impacto del asteroide que acabó con los dinosaurios
El paleontólogo Luke Weaver, de la Universidad de Míchigan, señala la capa rica en iridio, un rastro químico que quedó depositado en gran parte del planeta tras el impacto del asteroide que acabó con los dinosaurios. Foto: Luke Weaver/Universidad de Michigan

Este descubrimiento no solo arroja nueva luz sobre el pasado, sino que invita a repensar la relación entre vida y paisaje. Hasta ahora, la ciencia solía explicar los cambios ecológicos como consecuencia de factores externos: variaciones en el clima, actividad volcánica, movimientos tectónicos. Pero este estudio plantea que, en ocasiones, es la vida misma la que reconfigura el planeta.

Los dinosaurios, con su sola existencia, mantenían una arquitectura ecológica concreta. Su repentina desaparición desató un cambio estructural que transformó la forma de los ríos, los suelos y las selvas. La vida, en este caso, no era un mero pasajero del tiempo geológico: era una fuerza activa que esculpía el entorno.

Lecciones para el presente

Aunque este fenómeno ocurrió hace 66 millones de años, sus implicaciones resuenan con fuerza hoy. En un contexto de pérdida acelerada de biodiversidad y cambio climático, lo que muestra el estudio es que la desaparición de especies clave puede tener efectos imprevisibles y a gran escala en los ecosistemas.

La historia del Cretácico-Paleógeno podría repetirse bajo otra forma. Hoy no son dinosaurios, sino elefantes, ballenas, insectos polinizadores y millones de especies más las que están desapareciendo. ¿Qué paisajes surgirán en su ausencia? ¿Qué ríos cambiarán su curso?

En la Tierra del pasado, la extinción de unos gigantes dio paso a nuevos bosques, nuevos ríos y nuevos mundos. En la Tierra del presente, el curso de nuestra historia aún está por escribirse. Pero como demuestra el sedimento bajo nuestros pies, la vida siempre deja huella.

Referencias

  • Weaver, L.N., Tobin, T.S., Sprain, C.J. et al. Dinosaur extinction can explain continental facies shifts at the Cretaceous-Paleogene boundary. Commun Earth Environ 6, 712 (2025). DOI: 10.1038/s43247-025-02673-8

Cortesía de Muy Interesante



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