Un innovador estudio propone que la piratería contribuyó a la formación del imperio Qing de China

La imagen clásica del imperio Qing (1644–1912) suele asociarse a la solidez burocrática, el poderío militar terrestre y una estructura imperial heredera de la tradición confuciana. Sin embargo, un innovador estudio firmado por el historiador Robert J. Antony propone una interpretación radicalmente distinta: la piratería fue un ingrediente clave en la construcción del imperio Qing y de su noción de soberanía. Antony replantea el papel de los piratas en la configuración de los regímenes legales, las estructuras políticas y los conceptos de autoridad en el espacio marítimo del sur de China.

Un nuevo enfoque sobre la soberanía y la legalidad

Antony parte de una crítica a la visión eurocéntrica que ha dominado los estudios sobre los imperios y la piratería, y señala que la mayoría de los trabajos relevantes se han centrado en Occidente. En cambio, el imperio Qing desarrolló una trayectoria única en su relación con el mar y el poder soberano, donde la legalidad se articulaba en torno a una cosmología jerárquica y no a principios de igualdad internacional como en la Europa posterior a la Paz de Westfalia.

La clave de esta especificidad está en el concepto de “océanos internos y externos” (neiyang y waiyang). Para las autoridades Qing, el océano interior representaba la extensión máxima del poder del Estado. El océano exterior, por el contrario, se percibía como un espacio impreciso, dominado por piratas y más allá del alcance del orden imperial. Esta distinción implicaba que la piratería no era una cuestión internacional, como en Europa, sino un problema de orden interno, una especie de bandidaje marítimo.

Emperador Kangxi
Detalle de un retrato del emperador Kangxi. Fuente: Wikimedia

Tres regímenes legales en conflicto

Durante los siglos XVII al XIX coexistieron en Asia tres regímenes jurídicos distintos: el del imperio Qing, con su jurisdicción terrestre y litoral; el de los imperios europeos, que buscaban imponer un derecho marítimo universal; y el sistema autónomo de los propios piratas, que establecían códigos de conducta y normas en los espacios que escapaban al control estatal.

Estos “espacios oscuros” —como los llama Antony— estaban conformados por islas remotas, bahías escondidas y zonas limítrofes, como el golfo de Tonkín o el mercado negro de Jiangping. En esto lugares, lo piratas, comerciantes y comunidades costeras tejían redes paralelas de poder. Allí surgieron formas de organización autónoma que desafiaban la autoridad imperial y cuestionaban la delimitación misma de la soberanía Qing.

Recreación ficticia de piratas
Recreación fantasiosa de un grupo de piratas. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Primer periodo: piratería y transición en el siglo XVII

Durante la transición dinástica entre los Ming y los Qing (1630–1680), los piratas jugaron un papel central. No seran meros saqueadores, sino actores políticos con pretensiones ideológicas. Muchos se presentaban como leales al antiguo régimen Ming, y construyeron auténticos estados piratas, como el liderado por la familia Zheng, que llegó a controlar grandes zonas del litoral desde Fujian hasta Taiwán.

Zheng Chenggong, conocido en Occidente como Koxinga, recibió títulos imperiales de los Ming y organizó una resistencia naval que el nuevo régimen Qing no pudo sofocar hasta 1683. En ese mismo año, Taiwán se incorporó de manera oficial al imperio Qing. Esta anexión marcó un hito: la derrota de los piratas contribuyó a la expansión de la soberanía imperial hacia el océano exterior.

Segundo periodo: la gran confederación pirata del siglo XVIII

Entre 1770 y 1810, se vivió una nueva oleada pirática, vinculada esta vez a la rebelión Tay Son en Vietnam. Los líderes insurgentes vietnamitas ofrecieron protección y recursos a los piratas chinos, quienes respondieron con fidelidad militar y logística. Este apoyo mutuo consolidó la fuerza de las bandas piratas y propició el surgimiento de una gran confederación liderada por figuras como Zheng Yi y Cai Qian, que llegó a contar con decenas de miles de hombres.

Los piratas establecieron sistemas internos de gobierno. Redactaban pactos que regulaban la repartición del botín, protegían a las mujeres y sancionaban la violencia entre miembros. Se organizaron en banderas, con base al color de sus velas, en imitación de la estructura del ejército Qing. En palabras de un observador occidental, constituían una “república pirata” que llegó a rivalizar con el propio Estado.

La respuesta del gobierno fue pragmática. Incapaz de derrotarlos militarmente, optó por aplicar estrategias de zhao’an o pacificación. Así, se ofrecían perdones y cargos oficiales a los piratas que se rendían. Líderes como Zhang Bao se integraron a la marina imperial, y muchos de sus hombres fueron reasentados en zonas fronterizas para colonizar nuevos territorios.

Pintura de comercio en las aguas de Suzhou
Comercio en las aguas de Suzhou. Fuente: Wikimedia

Tercer periodo: piratería, imperialismo y el declive del Estado Qing

La tercera gran etapa de la piratería tuvo lugar entre 1840 y 1910, en plena crisis del imperio. El estallido de la Primera Guerra del Opio marcó el inicio de una era de humillaciones exteriores, revueltas internas y debilitamiento del aparato estatal. En este contexto, los piratas volvieron a cobrar fuerza. Aparecieron nuevas bandas en las costas del sur, muchas veces con participación de marineros europeos o desertores occidentales, lo que añadía una dimensión internacional al fenómeno.

Este periodo se caracterizó también por crecientes conflictos diplomáticos. Los británicos y los portugueses, desde sus enclaves en Hong Kong y Macao, denunciaban la incapacidad del gobierno chino para combatir la piratería y justificaban así sus propias intervenciones. En 1910, por ejemplo, Portugal ocupó militarmente la isla de Coloane, alegando la necesidad de erradicar un refugio pirata. El gobierno Qing protestó, pero la acción resultó irreparable. La lucha contra la piratería se convirtió, entonces, en un campo de disputa por la soberanía entre China y las potencias extranjeras.

Recreación fantasiosa de piratas en una cueva
Los piratas llegaron a fundar “estados” que operaban al margen del imperio. Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Una redefinición progresiva de la soberanía marítima

A lo largo del siglo XIX, el imperio Qing transformó de manera progresiva su percepción del mar. La antigua política de defensa costera se amplió hasta incluir operaciones en el océano exterior. En 1848, el emperador Daoguang autorizó oficialmente a las patrullas navales a operar fuera del neiyang, una señal clara de que el Estado comenzaba a reclamar jurisdicción sobre espacios marítimos antes considerados fuera de su alcance.

Este cambio de mentalidad se hizo evidente en episodios como la disputa por las islas Dongsha (Pratas), ubicadas a más de 300 kilómetros de la costa. Aunque tradicionalmente usadas por pescadores y piratas, China reclamó su soberanía en 1909, frente a intentos británicos y japoneses de apropiación.

Autoridad imperial y piratería

El estudio de Robert J. Antony revela una dimensión poco explorada de la historia del imperio Qing. Desde su análisis, sostiene que la piratería no fue solo un síntoma del desorden, sino un agente activo en la redefinición de la autoridad imperial y de los límites de la soberanía. A lo largo de tres siglos, las relaciones entre el Estado, los piratas y los actores extranjeros dieron forma a un complejo entramado legal, territorial y político que desafió las categorías tradicionales de “orden” y “anarquía”.

Lejos de ser un residuo del pasado, la piratería en China fue un fenómeno profundamente moderno, articulado en torno a conflictos comerciales, jurisdiccionales y de poder en un espacio marítimo en disputa. El mar, y no solo la tierra, fue un escenario decisivo para la consolidación (y más tarde la desestabilización) del último gran imperio dinástico de Asia.

Referencias

  • Antony, Robert J. 2025. Outlaws of the Sea. Hong Kong University Press.

Cortesía de Muy Interesante



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