Un jubilado chileno devuelve un fragmento que su padre se llevó del Partenón en los años 30: era de un templo aún más antiguo y olvidado de la Acrópolis

En el tranquilo sur de Chile, en la localidad de Villarrica, un jubilado descubrió que el destino lo había convertido en el custodio accidental de una pieza antiquísima: un fragmento de mármol tallado con motivos florales, perteneciente a uno de los templos más antiguos de la Acrópolis de Atenas. Durante décadas, la piedra descansó como simple adorno familiar en una estantería, ignorada por todos salvo por el relato transmitido de generación en generación: que aquel trozo venía del mismísimo Partenón. Pero lo que parecía una anécdota familiar terminó revelándose como una historia mucho más profunda, que conectaba el siglo XXI con la Grecia arcaica del siglo VI a. C.

Un hallazgo inesperado en el salón de casa

Todo comenzó cuando Enrico Tosti-Croce, ingeniero retirado de 77 años, escuchó en la radio una noticia sobre la lucha de Grecia por recuperar los mármoles del Partenón, que aún permanecen en el Museo Británico. De inmediato pensó en la piedra que había heredado de su padre, un marino italiano que había viajado por el Mediterráneo en los años treinta. Ese recuerdo familiar, guardado sin mayor trascendencia, cobró de repente un nuevo significado.

El fragmento, de apenas tres pulgadas de alto y grabado con una parte de una flor de loto, había sido recogido por su padre durante una visita naval a Atenas, cuando las normas sobre conservación del patrimonio eran inexistentes o ampliamente ignoradas. Tras la Segunda Guerra Mundial, la familia emigró a Chile llevándose consigo el objeto. En el nuevo hogar, el mármol pasó a ser parte del mobiliario cotidiano, entre fotos familiares y libros, sin mayor reconocimiento más allá de la curiosidad que despertaba en los visitantes.

Al identificar la posible procedencia del fragmento, el actual propietario decidió actuar. Se puso en contacto con la embajada de Grecia en Santiago y, tras enviar fotos y datos técnicos, se confirmó que la pieza merecía ser examinada por expertos. Lo que se reveló entonces fue más sorprendente de lo que cualquiera habría imaginado: no se trataba de un fragmento del Partenón clásico del siglo V a. C., sino de una sección decorativa que formaba parte de un sistema de drenaje del Hecatompedón, un templo mucho más antiguo y enigmático, construido hacia el año 570 a. C., cuando la Acrópolis aún estaba en una etapa arquitectónica experimental y sagrada.

Gaetano Tosti-Croce
Gaetano Tosti-Croce. Foto: Enrico Tosti-Croce/Christian Pérez

Este tipo de hallazgos arqueológicos, incluso cuando surgen fuera de contextos tradicionales de excavación, son extremadamente valiosos. No solo por el objeto en sí, sino por lo que pueden aportar al conocimiento histórico. En este caso, la pieza contribuye al entendimiento de las primeras etapas constructivas del santuario ateniense y a la iconografía religiosa de la época, donde los motivos florales como las palmetas y los lotos tenían una carga simbólica asociada al renacimiento y la fertilidad.

La importancia de los pequeños gestos

La devolución voluntaria de esta pieza no sólo ha tenido repercusión institucional, sino que ha generado un gesto de profundo significado ético y cultural. En un momento en que los debates sobre la repatriación del patrimonio cultural están más candentes que nunca, este acto individual ha sido recibido como un ejemplo de integridad y respeto por la memoria histórica.

En contraste con los largos litigios que Grecia mantiene con importantes museos internacionales, como el Británico, este episodio muestra que la restitución no siempre tiene que ser un proceso conflictivo. A veces, basta con la conciencia y la voluntad de quien reconoce el valor de lo que posee. A través de este gesto, el fragmento del Hecatompedón ha dejado de ser una simple reliquia exiliada para volver a ocupar su lugar en la narrativa colectiva de la humanidad.

De la Acrópolis al sur del mundo: las vueltas de la historia

El viaje del fragmento griego desde las alturas de la Acrópolis hasta el corazón de la Araucanía es, en sí mismo, una metáfora de los avatares de la historia. Tomado por un marino italiano en tiempos de entre guerras, oculto entre objetos domésticos durante medio siglo, y finalmente devuelto a su lugar de origen por un descendiente con conciencia histórica, el mármol ha atravesado casi tres milenios y medio mundo para cerrar un ciclo.

Aunque su tamaño es diminuto, su historia encierra un peso simbólico colosal. Se trata de una pieza que resume muchas de las tensiones y preguntas del presente: ¿a quién pertenece el pasado? ¿Qué responsabilidad tienen las personas comunes en la preservación del patrimonio universal? ¿Cómo puede un acto personal contribuir al equilibrio histórico entre culturas?

La ceremonia de entrega en Santiago fue discreta, pero cargada de emoción. El fragmento fue recibido por las autoridades diplomáticas griegas y posteriormente enviado al Servicio Arqueológico de Grecia, donde ahora se encuentra en proceso de catalogación e integración en el registro de antigüedades. Su destino final podría ser un museo en Atenas, donde otras piezas similares del Hecatompedón permiten reconstruir, aunque sea parcialmente, la imagen de aquel templo olvidado por siglos.

Enrico Tosti-Croce
Enrico Tosti-Croce. Foto: Enrico Tosti-Croce/Christian Pérez

Como señalan los expertos, este episodio podría tener un impacto mayor del que se imagina. Grecia ha señalado este caso como ejemplo para otras posibles restituciones, no sólo por parte de instituciones, sino también por ciudadanos anónimos que pudieran poseer objetos adquiridos o heredados de forma irregular. La historia del fragmento chileno demuestra que no siempre se necesita una intervención gubernamental o una presión mediática: basta con una persona que escuche una noticia, conecte los puntos y decida actuar.

En un tiempo en que los discursos sobre el pasado están cada vez más polarizados, esta pequeña historia demuestra que también es posible encontrar puntos de encuentro, gestos de reconciliación y momentos de lucidez histórica. Este mármol ya no es un adorno en una repisa; se ha convertido en una pieza recuperada de la historia compartida de la humanidad.

Cortesía de Muy Interesante



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