Un Nobel para una heroína


El pasado 10 de octubre, el Comité Noruego del Nobel en Oslo anunció que había decidido otorgarle el Premio Nobel de la Paz a la opositora venezolana, María Corina Machado.

Mucho se había hablado en los días previos que el presidente Trump podría recibirlo, en parte por sus esfuerzos para lograr un acuerdo entre Israel y el gobierno de Palestina. 

Sin embargo, el Premio terminó recibiéndolo una mujer ejemplar cuya lucha por la democracia en su país ha sido consistente, justa y heroica. Se podría decir que, si bien ella no ha fungido directamente como diplomática para lograr la paz mundial, sí ha dejado claro que hay una relación entre la lucha cívica contra gobiernos autoritarios y las condiciones de paz en que puede vivir una sociedad.

Hay que decir que, en Venezuela, la imposición de un Gobierno autoritario y con malas ideas sobre cómo funciona la economía ha llevado a una gran devastación de lo que fue un gran país. Al tiempo que los indicadores económicos y financieros han caído estrepitosamente, el número de venezolanos que han salido de Venezuela se ha elevado. Quienes han decidido quedarse, enfrentan tremendas condiciones de fragilidad material. Muchos de estos hombres y mujeres -como Corina Machado- luchan hombro con hombro contra un régimen que hace tiempo dejó de velar por el bienestar de sus ciudadanos. 

No es exagerado decir que los daños causados, primero por Hugo Chávez y luego por Nicolás Maduro a su nación son equivalente a los que tendría su país si estuviera en guerra. Y en verdad se trata de un país en conflicto consigo mismo, aunque todos sabemos quiénes son los culpables.

Hay que repetirlo: la paz no es sólo ausencia de guerra. Es, sobre todo, una forma de vida fundada en el establecimiento de condiciones de todo tipo que aseguren la convivencia civilizada entre ciudadanos. 

La paz también, ahora lo sabemos mejor, está ligada a cierto tipo de gobiernos y no prospera bajo instituciones tiránicas.

No existe en ningún lado una Pax Tiránica. Esto es así incluso en lugares donde aparentemente un líder fuerte y todopoderoso ha impuesto un orden que en fondo es frágil. En un ambiente autocrático siempre existirán grupos que querrán conspirar contra el tirano y otros que busquen sustituir la dictadura por una democracia a partir de ejercicios pacíficos de desobediencia civil.

A esta última venerable tradición pertenece María Corina Machado. En esto sigue a líderes como Gandhi en la India, como Nelson Mandela en Sudáfrica, como Lech Walesa en Polonia, como Andrei Sajarov en la Unión Soviética, como Vaclav Havel en la antigua Checoslovaquia.

Todas estas figuras, junto con otras más, pertenecen a lo que podría llamarse “El largo y sinuoso camino hacia la Libertad”. Pero también se trata de “La Ruta hacia la Paz”. Son senderos que corren paralelos.

En estos días parece haberse olvidado algo que se debe repetir una y otra vez: sin una verdadera libertad, no hay una paz genuina.

En este sentido, los miembros de la Academia Noruega tuvieron completa razón en reconocer que la paz, la democracia y la libertad van siempre juntas.

Cortesía de El Informador



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