Un novedoso estudio histórico revela cuánto gastaba Esparta para mantener su flota marítima en la antigüedad

Durante siglos, la imagen de Esparta como una potencia terrestre, aislada y renuente al comercio o al uso de dinero, ha dominado los relatos históricos. Sin embargo, el sostenimiento de la flota del Peloponeso, sobre todo durante la Guerra del Peloponeso (431–404 a.C.), desmiente esta representación tradicional. El especialista en estudios clásicos Kenneth W. Harl ha propuesto una reconstrucción histórica de los costos económicos, logísticos y políticos que implicó el mantenimiento del poder naval espartano.

Esparta y el mar: un poder naval en construcción

Desde la antigüedad, autores como Tucídides y Plutarco contribuyeron a forjar lo que hoy se conoce como la “ilusión espartana”, esto es, la idea de que Esparta era ajena a la economía monetaria y al poder naval. No obstante, Harl ha demostrado lo engañoso de esta imagen. Ya desde finales del siglo VI a.C., Esparta lideraba coaliciones navales, comandadas por navarcas (almirantes), que intervenían en conflictos marítimos a lo largo del mar Egeo y el Peloponeso.

Durante las Guerras Médicas, la flota peloponesia constituía un 40% de las naves que participaron en las batallas de Artemisio y Salamina (480 a.C.), lo que demostraba una capacidad naval sólida. En ese momento, el número máximo de trirremes movilizados por la Liga del Peloponeso era de 150, una cifra significativa en comparación con otras potencias de la época.

Modelo de una trirreme. Fuente: Deutsches Museum (Múnich)/Wikimedia

¿Quién pagaba los barcos?

La financiación de la flota no recaía de manera exclusiva sobre las arcas de Esparta. El gasto se distribuía entre sus aliados: ciudades del Peloponeso, Grecia Central y otras regiones. Estas ciudades, participantes de una especie de sistema similar al de los socii navales romanos, aportaban barcos, marineros, alimentos o dinero. En ocasiones, incluso recurrieron a métodos innovadores para reunir fondos: por ejemplo, Corinto financió una expedición naval vendiendo participaciones de una futura colonia.

El coste estimado para construir y equipar una trirreme era de 2 talentos. Así, cuando en 412 a.C. se lanzó un ambicioso programa de construcción de 100 trirremes, el gasto ascendió a 200 talentos. Para distribuir esta carga económica, Esparta asignó cuotas específicas a sus aliados. Así, 25 trirremes corrieron a cargo de los lacedemonios (probablemente tripuladas por perioikoi), otras 25 para Beocia, 15 para Corinto, etc.

Recreación fantasiosa de las monedas con el búho de Atenea
Recreación fantasiosa de las monedas acuñadas con el búho de Atenea que se hicieron populares para sufragar los costes de la flota. Fuente: Midjourney/Erica Couto

El salario de los remeros: entre óbolos y promesas

Uno de los gastos más onerosos derivaba del pago de los salarios a los remeros. Las trirremes requerían tripulaciones de unos 200 hombres entre marineros, soldados y oficiales. Esparta, al no contar con una economía monetaria bien establecida, dependía en gran medida de subsidios externos para pagar estos salarios, sobre todo en las prolongadas campañas bélicas en el Egeo.

En 412 a.C., bajo el Tratado de Mileto, el sátrapa persa Tisafernes se comprometió a pagar 30 talentos mensuales para mantener una flota de 55 trirremes, lo que equivalía a un salario diario de tres óbolos por remero (algo menos que un dracma, que era el salario ideal propuesto por los espartanos). Aunque insuficiente y sujeto a frecuentes retrasos en los pagos, este apoyo persa resultó fundamental.

Más adelante, en 407–406 a.C., el príncipe persa Ciro el Joven elevó el salario a cuatro óbolos diarios. Esto garantizó el alistamiento de marineros profesionales y aumentó la capacidad operativa de la flota peloponesia.

Recreación fantasiosa de guerreros espartanos
Recreación fantasiosa de soldados espartanos. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Gastos totales y magnitud del esfuerzo militar

La guerra naval resultó enormemente costosa. En solo cinco años (411–406 a.C.), la flota espartana perdió unas 250 trirremes, ya sea en combate o por naufragios. Reponer estos barcos costó al menos 500 talentos. A modo de comparación, Atenas, entre 483 y 410 a.C., construyó aproximadamente 1.500 trirremes a un coste de 3.000 talentos.

Durante el periodo posterior a la victoria en Egospótamos (405 a.C.), Esparta asumió una hegemonía naval y militar sin precedentes. Se calcula que llegó a mantener de forma simultánea una flota de 200 trirremes y un ejército de hasta 20.000 infantes y 2.000 jinetes. La maquinaria militar tenía un coste mensual aproximado de 1.760 talentos, sin contar las provisiones. Este esfuerzo equivalía al ingreso anual de la polis de Atenas en su apogeo.

Además de salarios, la logística derivada de la alimentación del ejército sumaba cifras colosales. Se necesitaban 276.000 medimnos de grano (casi 7.600 toneladas métricas) para alimentar a tropas y marineros durante seis meses de campaña.

Recreación ficticia de un barco
Recreación ficticia de una nave antigua. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Impuestos, tributos y botín: de la victoria al colapso

Para sostener estos costos tras el fin de la guerra, Esparta impuso contribuciones fijas a las ciudades aliadas o sometidas. Lisandro instauró decarquías (juntas de diez hombres) y harmostas (gobernadores militares) que, según Diodoro Sículo, recaudaban más de 1.000 talentos anuales. También se recurrió al saqueo y al cobro de tributos en forma de moneda, grano y bienes diversos.

Las monedas atenienses –sobre todo las tetradracmas con el búho de Atenea– se convirtieron en la base del sistema monetario espartano durante su hegemonía, ya que Esparta no acuñaba plata de forma regular. El hecho de que Gílipo, un comandante espartano, fuese acusado de esconder “búhos” en su casa (en alusión a la moneda ateniense), refleja tanto la corrupción como la adopción de mecanismos monetarios antes ajenos al mundo espartano.

Trirreme Olympias
Reconstrucción contemporánea de la trirreme Olympias. Fuente: George E. Koronaios/Wikimedia

El ocaso: crisis fiscal y derrota naval

Sin los subsidios persas, Esparta no pudo mantener de manera prolongada una flota de guerra profesionalizada. La derrota en la batalla naval de Cnido (394 a.C.) marcó el inicio del declive. A partir de entonces, se volvió a depender de los aliados tradicionales y se permitió conmutar el servicio militar por pagos en moneda. El ejército se profesionalizó aún más, pero con menor disciplina y cohesión en sus filas.

El punto final llegó en 376 a.C., cuando la flota espartana fue derrotada de manera decisiva frente a Naxos por 83 trirremes atenienses, lo que evidenció la pérdida de su antigua capacidad naval. La combinación de agotamiento fiscal, pérdida de aliados estratégicos y dependencia de mercenarios acabó por minar el poderío militar de Esparta.

Esparta, una potencia marítima a pesar de todo

Aunque obtuvo su fama, sobre todo, como potencia terrestre, Esparta sostuvo durante décadas una flota impresionante y costosa, comparable, en proporción, a la de Roma o Cartago. Para mantenerla, recurrió a alianzas, subsidios persas, contribuciones forzadas, botín y una creciente monetización de su economía. La historia de la flota del Peloponeso se convierte así en una lección de economía de guerra en el mundo antiguo, que revela cómo las organizaciones sociopolíticas del pasado pueden adaptarse –y transformarse– para enfrentar los desafíos del poder marítimo.

Referencias

  • Harl, Kenneth W. 2025. “Financing and Maintaining the Peloponnesian Navy”, en Fernando Lópz Sánchez (ed.), Coins, Riches, and Lands: Paying for Military Manpower in Antiquity and Early Medieval Times, pp. 3-12. Oxbow Books. DOI: https://doi.org/10.2307/jj.23769326.4.

Cortesía de Muy Interesante



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