Un piquete europeo en la Casa Blanca 

Trump no da puntada sin hilo. La apuesta por una “paz integral” para Ucrania antes que por un simple “alto el fuego” esconde una propuesta mucho más amplia en que la industria bélica se conjuga con iniciativas comerciales y con enormes inversiones extractivas.

FERIA DE SAN FRANCISCO

A eso apuntan las así llamadas “garantías de seguridad”, repetidas como un mantra por los líderes de la Unión Europea, que todavía buscan la manera de intervenir en un acuerdo internacional en el que apenas son contemplados como compradores de los más modernos sistemas armamentistas producidos en Estados Unidos para proceder luego a su entrega al gobierno de Ucrania.

Es cierto que, concluida la cumbre presidencial de Alaska, Vladimir Putin se coronó triunfante en materia política. De haber sido vilipendiado y convertido poco menos que en el centro nodal de la “alianza del mal” según la pasada administración de Joe Biden, la invitación formulada por Trump a Putin para dialogar en territorio estadounidense es un reconocimiento a su capacidad de resistencia frente al asedio de las potencias de la OTAN, expresada no sólo en términos bélicos sino, más aún, en las miles de sanciones que han dificultado sobremanera la economía rusa en los últimos tres años.

Sin embargo, un éxito similar cabe para el propio Trump quien entendió que la guerra contra Rusia también podía ser utilizada a su favor y en contra de la Unión Europea, a la que pretende doblegar económicamente aprovechando la alianza que ésta mantiene con Ucrania, inspirada principalmente en una indisimulable rusofobia y en una industria de la defensa sin capacidad real para enfrentar exitosamente el aparato militar dirigido desde Moscú.

En ese sentido, la reciente aproximación a Putin, en claro contraste con la disputa abierta que sostuvo con Volodímir Zelenski en la Casa Blanca en los inicios de su gestión, demuestra el interés de Trump por redefinir los términos de la geopolítica global a partir de beneficios económicos concretos antes que en el sostenimiento de estructuras y alianzas como la OTAN, fundamentada en una ideología demodé y que, al día de hoy, sólo resulta realmente útil como apoyo defensivo para los líderes europeos frente al permanente fantasma de un supuesto expansionismo ruso.

Como síntesis de la ecuación entre “Diálogo político con Rusia” y “Obtención de beneficios económicos gracias a Europa”, Estados Unidos ha ofrecido a Ucrania garantías de seguridad al estilo de la OTAN, aunque sin la posibilidad de unirse oficialmente a la alianza. Se trata de una propuesta que no sólo tiene derivaciones económicas sino también efectos prácticos de acuerdo con la conocida cláusula de defensa mutua del Artículo 5 de la OTAN, según la cual el ataque a uno de los miembros obliga a todo el bloque a responder en contra del agresor.

Se verá si Zelenski se conforma con esta iniciativa o si reclama (sobre todo por insistencia de sus socios) la pertenencia directa, en un futuro cercano, tanto a la OTAN como a la Unión Europea, toda vez que la cesión de territorios ucranianos a manos de Rusia parecería una medida inevitable.

Mientras tanto, Trump amolda las relaciones internacionales según su interés y sus propias necesidades, tal como lo establece el último plan de asistencia militar a Kiev, conocido como Prioritised Ukraine Resource Pledge (PURL), firmado en el 14 de de julio entre el mandatario estadounidense y Mark Rutte, el secretario general de la OTAN.

Se trata de un acuerdo por el que los países europeos pueden donar a Ucrania recursos militares críticos previamente comprados a los Estados Unidos. Un negocio excepcional, sobre todo, para las principales corporaciones estadounidenses vinculadas a la seguridad y a la defensa, pero también para Ucrania, que apunta a convertirse de este modo en el principal arsenal europeo en su permanente ofensiva contra Rusia.

Hasta el momento, son cinco los gobiernos que han aceptado formar parte de la iniciativa PURL. La primera nación en comprometer un paquete de ayuda a Ucrania bajo los términos de este nuevo acuerdo con Estados Unidos han sido los Países Bajos, cuyo gobierno procederá con una compra de casi 600 millones de dólares destinados a municiones y armamentos de última generación.

A continuación, fue el gobierno alemán del conservador Friedrich Merz el que asumió su parte también por 600 millones de dólares, con lo que se convirtió en el mayor aportante en la defensa bélica ucraniana, de acuerdo con un enorme despliegue financiero que pretende completar casi 50 mil millones de dólares para finales de la presente década.

En tanto que la última compra de armamento confirmada a los Estados Unidos será por una encomienda similar encargada, esta vez de forma conjunta, por Suecia, Noruega y Dinamarca. La iniciativa PURL permitirá, de este modo, una inversión de casi 2 mil millones de dólares en el aparato militar de los Estados Unidos que, pese a las declamaciones “en busca de la paz” formuladas por el presidente Trump, estará comprometido en los próximos años para cumplir con los requerimientos defensivos de un creciente conjunto de naciones europeas.

Se espera una nueva oleada de pedidos en septiembre, ya que los gobiernos de Finlandia, el Reino Unido y Canadá también se interesan en invertir en las principales contratistas del Pentágono. Pero el rearme europeo y la reconversión de Ucrania en un monumental depósito de armamentos y municiones contra Rusia no son los únicos planes sobre la mesa en la estrategia que desde hace meses están articulando Bruselas, París y Londres, con claro apoyo estadounidense.

Emmanuel Macron pretende elevar la apuesta y apunta a la rápida conformación de un ejército multinacional para preservar territorios y, sobre todo, recursos estratégicos. La estrategia del presidente francés sería aprovechar a la OTAN y, sobre todo, a la “Coalición de los Dispuestos”, conformado por una treintena de gobiernos en apoyo a Kiev. Las conversaciones incluyen a gobiernos diversos como los de Canadá, Australia y Japón, e incluso se contempla la participación de Turquía que, pese a pertenecer a la OTAN, mantiene un buen diálogo con Rusia.

Con tantos planes y proyectos (de los que son conocidos sólo algunos, en tanto que la mayoría todavía no han alcanzado trascendencia pública), no resulta extraña la cantidad de mandatarios que este lunes se apersonó en la Casa Blanca con la excusa de acompañar a un cada vez más debilitado Volodimir Zelenski en su entrevista con Donald Trump.

Así, viajaron a Washington para enterarse, de primera mano y sin mediaciones, del nuevo plan de paz el primer ministro británico Keir Starmer; la presidenta de la Comisión Europea Ursula Van der Leyen, la premier italiana Giorgia Meloni, el canciller alemán Friedrich Merz y el presidente francés Emmanuel Macron, a quienes hay que agregar al secretario de la OTAN y al presidente de Finlandia. Todos juntos realizaron una suerte de “piquete de altas esferas” para forzar el diálogo y, eventualmente, también a la apertura a mayores opciones económicas con Donald Trump. Tanta inversión en armamento debería tener su correlato en el acceso a las grandes riquezas de Ucrania…

Mientras tanto, seguramente Putin esté sonriendo ante el resquebrajamiento de la alianza euroatlántica, viendo como la OTAN se pierde en una disputa entre socios que parece no tener fin.  

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de Página 12



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