Un rompedor análisis propone que existieron sociedades secretas en el Cercano Oriente hace más de 7500 años

La cultura Halaf, que floreció en el norte de Mesopotamia y el norte del Levante entre ca. 6400 y 5500 a.C., se ha reconocido tradicionalmente por su extraordinaria cerámica pintada. Un reciente estudio publicado por Yosef Garfinkel en la revista World Archaeology propone una lectura completamente distinta de algunos de sus motivos figurativos. Según el auto, ciertos diseños en las vasijas halafienses podrían estar vinculados a sociedades secretas activas hace más de 7500 años. Esta interpretación se basa en la identificación de escenas de danza representadas de manera abiertamente críptica que, según Garfinkel, solo habrían podido comprender quienes participaban en los rituales asociados. La investigación plantea que estas imágenes trascienden la función decorativa para convertirse en vehículos de comunicación restringida, destinados a transmitir mensajes dirigidos solo a una parte de la comunidad.

Ejemplos de figuras danzantes. Fuente: Garfinkel 2025 con bibliografía previa

El mundo de las sociedades secretas: un marco antropológico global

El estudio de Garfinkel sitúa su hipótesis dentro de un marco comparativo más amplio. Las sociedades secretas —asociaciones que funcionan de manera discreta o directamente oculta dentro de las comunidades— se han documentado a lo largo de la historia en múltiples regiones del planeta, desde América y África hasta Europa, Asia o el Pacífico. Formadas mayoritariamente por hombres, suelen estar vinculadas a la ejecución de ritos de iniciación, a exhibiciones públicas con máscaras y a elaboradas coreografías rituales.

La observación etnográfica ha demostrado que la danza constituye uno de los componentes fundamentales de los rituales de estas sociedades, pues funciona como elemento unificador del grupo y como instrumento de comunicación simbólica. La comparación etnográfica ha demostrado que estas asociaciones existen de forma recurrente en las diferentes culturas humanas. A partir de estos paralelos, el estudio plantea la posibilidad de que ya existiera un modelo similar en las comunidades halafienses. En ellas, la danza habría jugado un papel central en ciertos rituales de carácter reservado.

Cerámica Halaf
Danzantes de la cerámica Halaf. Fuente: Garfinkel 2025 con bibliografía previa

Imágenes que esconden mensajes: la danza en la cerámica halafiense

Las representaciones de danza son un motivo bien documentado en la cerámica Halaf, donde se constatan en tres estilos principales: naturalista, lineal y geométrico. Estas escenas comparten algunos rasgos esenciales: figuras organizadas en círculo, movimiento uniforme, ritmo marcado por la regularidad compositiva y posturas corporales dinámicas. Los personajes que participan en la danza suelen representarse con idéntica forma, lo que, según la reconstrucción de Garfinkel, sugeriría un régimen de igualdad ritual entre los participantes.

El estudio señala que los ceramistas halafienses resolvieron la dificultad de representar el movimiento dinámico en una superficie estática mediante una intensa estilización de las figuras. Así, en las tres variantes estilísticas —naturalista, lineal y geométrica— no se detalla el contexto del rito, su significado ni los elementos específicos de la coreografía. Según el autor, la abstracción no solo responde a fines estéticos, sino que también funciona como un mecanismo consciente para ocultar el significado ritual de la imagen. De este modo, si el significado completo de las escenas solo era accesible a quienes conocían la danza real, entonces las vasijas podrían haber operado como una suerte de código interno, un marcador de pertenencia a determinada sociedad secreta.

Cerámica Halaf
Fragmentos de cerámica pintada del yacimiento de Arpachiyah. Fuente: Garfinkel 2025 con bibliografía previa

Revelaciones desde Arpachiyah: tres nuevas escenas enigmáticas

La aportación más novedosa del estudio deriva de la identificación de tres fragmentos inéditos de cerámica procedentes del yacimiento de Arpachiyah, excavado en 1933 en la región de Mosul (Irak). Estos fragmentos, que se conservan en el British Museum y en el Institute of Archaeology de UCL de Londres, muestran escenas de danza extremadamente esquemáticas. De acuerdo con Garfikel, los tres casos revelan distintas estrategias de ocultación visual.

Fondo oscuro y figuras blanqueadas

En dos de los fragmentos, las figuras se pintaron en blanco sobre un fondo negro o marrón oscuro. El fondo oscuro resulta tan dominante que la atención del observador se dirige a él y no a las figuras humanas, que se perciben como formas borrosas. La escena se asemeja a un juego visual en el que la imagen aparece y desaparece, similar a las ilusiones ópticas como la Copa de Rubin.

Jarrón de Rubin
Copa o Jarrón de Rubin. Fuente: Wikimedia

Escenas ocultas en el interior de los recipientes

En el tercer fragmento, los bailarines se pintaron en el interior de un cuenco. En aquellos contextos en los que el cuenco estuviera lleno de comida o bebida, los motivos serían invisibles para cualquiera que no participase directamente en su uso ritual. Solo mirando dentro del recipiente vacío y rotándolo se revelaría la escena completa.

Una posición estilística intermedia entre lo naturalista y lo lineal

Los cuatro ejemplos conocidos —los tres de Arpachiyah y uno procedente del yacimiento sirio de Hama— conforman, según apunta Garfinkel, un estilo reconocible, distinto del lineal clásico. Este tipo se caracterizaría por un tipo de figura extremadamente esquematizada, pero aún identificable como humana. Para el autor, esta estilización sugiere una voluntad de hacer que el mensaje se posicione en un nivel liminal entre lo visible y lo oculto.

Cerámica Halaf
Escenas de danza. Fuente: Garfinkel 2025 con bibliografía previa

Un lenguaje visual para iniciados: interpretaciones y consecuencias

La comparación entre estas escenas “disfrazadas” y el repertorio figurativo habitual de la Halaf revela, según la lectura de Garfinkel, diferencias que podrían apoyar la hipótesis. El hecho de que otros motivos presentes en la cerámica, como los animales o las plantas, jamás se representaran de forma camuflada o críptica, apuntaría a que este tratamiento no respondió a una preferencia estética general, sino a un propósito específico.

El estudio concluye que la representación ambigua de la danza responde a un mecanismo destinado a mantener el secreto ritual. La cerámica, por tanto, habría funcionado como un medio para “mostrar sin revelar”, permitiendo a los miembros del grupo exhibir de forma pública su identidad colectiva sin desvelar el contenido de sus prácticas.

Las vasijas habrían funcionado, por tanto, como objetos de uso ceremonial en contextos controlados, donde solo los iniciados podían interpretar el código visual. Aunque la interpretación no pretende ofrecer una respuesta definitiva, abre un campo de investigación prometedor: una “arqueología del secreto” capaz, quizás, de identificar estrategias de ocultación ritual en las sociedades prehistóricas.

Referencias

Cortesía de Muy Interesante



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