Un segundo piso para Guadalajara


En Jalisco, con un poco de creatividad y mucho dinero de las personas, se logran milagros. Ahí está Lázaro Cárdenas: enterramos unos popotes amarillos, torcidos y carísimos, para que cada lluvia nos regale la postal de la laguna de McDonald’s y cuatro horas de meditación en el tráfico. Una obra de movilidad que mueve más memes que autos.

FERIA DE SAN FRANCISCO

La receta ya la conocemos: creatividad en el discurso, presupuesto a granel y compadrazgo en los contratos. Así es como el SIAPA dejó de ser un organismo operador para convertirse en incubadora de compadres con sueldos de archiduque, capaces de pedirte que pagues más para que puedan mantener su dieta de salchipulpos bañados en salsa de trufa blanca.

Porque agua no tendremos, pero sí un atasco de mesas técnicas para discutir cómo hacerle la luchita para garantizártela los próximos 50 años.

Y con esa misma fórmula llegamos al nuevo debate: el segundo piso en López Mateos. ¿La idea? Resolver el embudo que se ahoga en cada típica lluvia atípica. ¿El resultado real? Construirle a Guadalajara un símbolo arquitectónico de nuestra clase política: un monumento elevado a la deuda, al tráfico y al absurdo.

Porque no nos engañemos: lo que esta ciudad mundialista necesita no es movilidad, sino espectáculo. Dos pisos: uno para inundarse con estilo y otro para admirar la Venecia tapatía, construida a punta de torres departamentales, permisos exprés y camaradería empresarial.

Pongámoslo en cifras: los viaductos urbanos de este tipo -como el segundo piso del Periférico Sur en la Ciudad de México- costaron alrededor de 425 millones de dólares por 15 kilómetros en 2012, lo que equivale aproximadamente a 28.3 millones de dólares por kilómetro. Otros proyectos similares se cotizan entre los 20 y 50 millones de dólares por kilómetro, lo que implicaría una inversión total de unos nueve mil a 22 mil 500 millones de pesos.

La experiencia habla claro: en la Ciudad de México, esas obras redujeron el tráfico… solo por un rato. Pronto reapareció debido a la “demanda inducida”: más carriles, más autos. Es el efecto bola de nieve que convierte la solución en parte del problema.

La postal sería perfecta: tú, en tu Cybertruck, atrapado en el tráfico elevado que de todas formas se va a hacer, saludando desde arriba a las lanchas de Protección Civil. Abajo, los que no pagaron peaje, remando en sus kayaks de supervivencia. Todo, por supuesto, financiado con esos esquemas innovadores de participación público-privada que privatizan la ganancia y socializan la deuda. Una fórmula tan vieja que debería enseñarse en las escuelas de negocios como el verdadero estilo Jalisco.

Y mientras no tengas ni penthouse ni kayak motorizado, lo único que te queda es disfrutar del espectáculo: agua cubriendo los primeros carriles, puentes convertidos en pasarelas improvisadas y, arriba, un estacionamiento aéreo de lujo que costará más, tardará más y colapsará más que cualquier otro proyecto de esta ciudad.

Que vengan el segundo piso, y el tercero, y el cuarto. Al final, todos van a terminar igual: atorados, viendo cómo el agua sube… y el dinero de las personas se va en ocurrencias.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El Informador



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