“Un tranvía llamado deseo” fascina a los tapatíos en su primera función en el Conjunto Santander


Una enorme tarima en el centro de la negrura, apenas iluminada por la llovizna de oro de los reflectores. El público bañado de silencio, hasta que los golpes de la madera resonaron en el recinto, como estallidos, como disparos, y las miradas se focalizaron en la mujer que se materializó en las sombras. 

FERIA DE SAN FRANCISCO

Era Blanche DuBois, desorientada, arrastrando un baúl como si fuese un costal de piedras -de desilusiones y de sueños-, recién descendida del tranvía, entre las hileras de espectadores atónitos del Conjunto Santander. Marina de Tavira, deslumbrante, dando vida a uno de los personajes más complejos de la historia de la dramaturgia,  marcó el punto de partida de la noche. 

“Un tranvía llamado deseo”, de Tennesse Williams, es una obra maestra del teatro contemporáneo, y que se reafirmó como clásico bajo la dirección de Diego del Río en su estreno en Guadalajara, en el Conjunto Santander de Artes Escénicas, en una muestra de talento, creatividad, pasión y minimalismo. 

De esta obra ya se ha dicho todo, pero esta versión es un universo en sí mismo. Con elementos musicales acertados e intervenciones corales, interpretados por los mismos actores, y los cuerpos frágiles, volubles, como astillas de ocote capaces de arder en el descuido de los segundos, la versión de Diego del Río es un desfiladero por todas las emociones y contradicciones del ser humano. 

Así como el público reía con los tintes cómicos de la puesta en escena, el silencio se volvía absoluto ante las tragedias descarnadas y los giros dramáticos de la historia, llevados de manera impecable por cada uno de los actores de la puesta en escena.

El cuerpo tiene un rol determinante en los actores apenas vestidos, dando atisbos de un mundo a un paso del quiebre, una llama de carcajadas, una crisis palpitante en la piel, en los gestos, muecas y gritos de los actores. La locura como una posibilidad inmediata, ni siquiera un abismo, sino una pequeña grieta en la que no es tan difícil tropezar. 

Las luces y los sonidos, más que elementos escénicos, eran parte fundamental de la obra, con los intérpretes imitando, con sus voces e instrumentos mínimos, con la tarima como epicentro, los ruidos del tranvía, el cantar de la radio, las crisis y las glorias efímeras de los protagonistas. La noche fue testigo del quebranto paulatino de la espléndida Blanche DuBois de Marina de Tavira, como una ola a punto de despedazarse contra las rocas de esa fuerza terrible que es Stanley Kowalski.

“Un tranvía llamado deseo” llevó a los tapatíos por un viaje de pasión, de emociones reprimidas, de violencia y machismo, de erotismo y comedia, de desilusiones y esperanzas sin rumbo arrastradas por un tranvía, en esta puesta en escena legendaria que volvió a reafirmarse como un clásico en la noche de Guadalajara. 

Una clase de maestría actoral por parte de Marina de Tavira, acompañada de Rodrigo Virago, Astrid Mariel Romo, Ana Clara Castañón, Alejandro Morales, Monica Jímenez, Andrés Penalla, Rodolfo Zurco y Patricia Vaca. “Un tranvía llamado deseo ” tendrá una segunda función este viernes 21 de agosto, en la Sala 2 del Conjunto Santander.

YC

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El Informador



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