El puerto de Barcelona desbordaba de personas embanderadas o vestidas con colores palestinos. Los hombres llevaban al cuello la kufiya, su símbolo de identidad. Las mujeres agitaban sus brazos en la despedida de una nueva expedición hacia Gaza, integrada por barcos a vela y a motor de distinto porte. El viaje persigue entregar ayuda humanitaria (comida, agua, medicamentos) allí donde el régimen de Benjamí¡in Netanyahu no lo permite. La delgada franja de tierra sometida a asedio hace casi dos años y cruzada por una hambruna que podría matar de inanición a medio millón de gazatíes.
Entre los embarcados hay argentinos y uno en especial con responsabilidades de capitán. Es Jorge González, tiene 52 años y una trayectoria en los mares que incluye cinco cruces del Atlántico. Porteño y navegante desde muy chico, ex estudiante de sociología en la UBA, pilotea un velero de 12 metros de eslora que se llama Isobella.
No se sumó a la flotilla por casualidad, se identifica con el principio solidario de la misión, pero su historia militante también influyó para que tomara el timón en uno de estos barcos. Se inscribió entre 26 mil voluntarios. Algunos forman parte de la organización llamada Global Sumud como la activista sueca Greta Thunberg o el brasileño Tiago Ávila. En árabe, “sumud” significa firmeza, resiliencia, y en palestino tiene valor agregado: arraigo a la tierra. Otros argentinos que viajan hacia Gaza son la diputada y el diputado del FIT, Celeste Fierro y Juan Carlos Giordano.
González sabe que esta historia naval no es como las que escribía durante la pandemia en su Facebook. No es una aventura más de navegación, ni siquiera como las anteriores que vivió. Es la suya en tiempos de esta humanidad descompuesta por la insensibilidad y un gobierno israelí que sigue cometiendo un genocidio, ignorando medidas de Naciones Unidas y hasta grandes protestas de su propia sociedad.
Momentos antes de zarpar, el capitán dice que “llegar desde Barcelona a Gaza son 1500, 1600 millas. Para que te des una idea es como ir desde Buenos Aires hasta Salvador de Bahía. O sea, bastante. Si uno pudiera ir derecho serían diez días, doce, ¡ponele! Como va a ver escalas, imprevistos, y tal vez algún viento en contra que nos va a impedir avanzar, van a ser unos quince o más días. Y la ruta en teoría es ir desde acá a Túnez, de Túnez a Sicilia, de Sicilia a Grecia y de Grecia bajar hasta Gaza”.
Sabe los riesgos que corre la flotilla por experiencias anteriores donde sus principales organizadores terminaron arrestados, deportados de Israel y la ayuda que llevaban confiscada. Incluso fue mucho peor en mayo de 2010, cuando a once socorristas de la operación marítima Free-Gaza los asesinó la marina israelí. “Yo creo que Israel, como está acosado por todos lados y la solidaridad con Palestina crece, tal vez haga una jugada más inteligente de las que hizo hasta ahora de detener y hundir barcos y deportar a la gente. Además, ahora somos muchos y vamos de 44 países. Hay pibes de veinte y pico de años y gente de 70 y pico. Imaginate meterse en un conflicto internacional con personas de 44 nacionalidades”, explica González.
El capitán argentino menciona un contexto internacional cada vez más favorable a la causa palestina: “La verdad es que cada día que pasa la situación está mejor para nosotros y peor para ellos. Me parece que el blindaje con el que contaban hasta hace un mes se resquebrajó de a poquito, se quebró, y explotó la solidaridad con el pueblo palestino por todos lados. El festival de Venecia está lleno de artistas que siguen mostrándose con la bandera palestina y está bien”.
Militante político desde muy joven, González – que tiene un Facebook llamado “Proalmar” – dejó ese compromiso en tierra y se lanzó al mar en 2003. Desde ese momento no paró y cuando regresa a la Argentina lo hace para visitar a su familia o amigos, pero en avión. Recuerda que se fue haciendo profesional “porque tengo que trabajar, ya que no vivo de rentas y no puedo navegar alegremente. Desde hace varios años es mi laburo y me va muy bien, tengo mucha experiencia, he realizado varios cruces del Atlántico en barcos enormes… fui el capitán del velero de bandera suiza, Flor de Pasión, que es de una ONG que llevaba chicos con problemas legales desde Brasil en Río hasta Chile haciendo una acción social”.
La ruta de la flotilla a la que se sumarán más embarcaciones en Túnez e Italia es un secreto bien guardado, aunque tal vez no para el Mossad. El servicio de inteligencia israelí seguramente estará sobre los pasos de esta operación humanitaria que no oculta además su objetivo propagandístico, como sostiene el propio González.
“Me da la impresión que el recorrido no va a ser exactamente el que se dice en público. Por ejemplo, a mí me preguntaron cuánto necesitaba de diésel para hacer 800 millas y esa distancia no sé a qué punto se refiere, porque no pregunté. Yo no pregunto porque soy de la vieja escuela, pero por ejemplo a Túnez hay 400 millas y a Gaza hay 1500. Quiero decir que puede haber alguna sorpresa buena en esto. Esta gente que organizó la flotilla va poniendo la carne al asador de a poco. Tiago Ávila es comunicador social y la tiene muy clara, por eso pienso que hasta podríamos llegar desde varias direcciones y no tan juntos para dificultar las maniobras de interceptación de la marina israelí”.
El único capitán argentino de los que ya pusieron proa con sus barcos hacia Gaza vive la experiencia “superbién, obviamente con miedo y esa es la parte mala, aunque la estoy disfrutando. Me siento muy contento de poder hacerlo porque además pasó por delante de mis narices la oportunidad de la expedición. Estoy en Barcelona, se trata de barcos y yo trabajo con ellos. O sea, tenía que ser un tonto si no iba. Esas eran y son mis expectativas, aunque no para llegar a Gaza, porque no nos van a dejar”.
Cuando esta entrevista sea publicada, González estará navegando por el Mediterráneo. En su velero “va gente de muy distintas culturas, idiosincrasias, orígenes, un crisol podría decirse y muchas personas que nunca navegaron. Ya de por sí, eso tiene el mérito del coraje porque la van a pasar mal, se van a marear, a descomponer. Hasta que alguien se adapta a un barco pasan varios días. Es horrible. Además, después van a tener que enfrentarse con el ejército israelí, que no es chiste. Es gente que merece respeto y no lo digo por mí que soy militante. Acá hay personas que no tienen militancia ni historia política, pero se embarcaron igual”.
Cortesía de Página 12
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