El cómic más antiguo dedicado a los cátaros es la aventura de Les Timour titulada L´Or du Gouffre (1958-1959), de Max Mayeu alias Sirius, que se serializa a ritmo de dos páginas por número en el semanario Spirou. Se trata de un cómic de aventuras juvenil que fantasea en torno a la idea de un tesoro cátaro, salvado in extremis tras la caída de Montségur. A pesar de ello, incluye en la historia algunas citas cultas que, sin duda, pasaron inadvertidas para la gran mayoría de los lectores de la época.
Así, por ejemplo, el héroe protagonista se cruza con un perfecto llamado Abednego, nombre de resonancias bíblicas inspirado en Abed Nego, uno de los tres judíos amigos del profeta Daniel que el rey Nabucodonosor arroja al fuego, realizando de este modo un paralelismo entre estos mártires bíblicos y los muchos cátaros que de forma análoga ardieron en la hoguera.
El cómic incluye en su tercera plancha una larga didascalia que resulta idónea para contextualizar el movimiento cátaro, que dice así:
«Durante la Alta Edad Media, esta tierra de Occitania entre el Ródano y el Garona permanece independiente del norte de Francia. Y diferente. Incluso hablan otro idioma, el idioma de Oc. En los siglos XII y XIII, la religión también se vuelve “diferente”. Es la herejía de los cátaros, casi una nueva religión cuyos lejanos orígenes sin duda se encuentran en Irán. La tensión aumenta y, a principios del siglo XIII, tras vanos esfuerzos por restablecer la unidad de la Iglesia, un ejército cruzado compuesto principalmente por franceses del norte invade los estados del sur. Es la guerra con su siniestra procesión de horrores, crímenes e injusticias.

La nobleza del país, herética o no, es casi enteramente despojada de sus feudos en beneficio de los barones del norte, y constituirá tropas errantes de faydits, forajidos. Después de décadas de sangrientas luchas, de innumerables atrocidades, las últimas brasas de este gran incendio se apagan una tras otra. Bajo la sagaz administración de San Luis Rey, Francia, ya sea del norte o del sur, se constituye lentamente. Pero a veces la paz, como la cura de una enfermedad grave, se establece solo de forma gradual, dolorosa, y se necesitará mucho tiempo, amor y justicia para borrar finalmente las últimas explosiones de odio».
Casi una década después, hay que destacar a Gérald Forton, autor de Rodric et les cathares, publicada entre 1975 y 1976 en el diario La Dépêche du Midi en forma de tira de prensa. Este cómic prefigura sus dos álbumes posteriores titulados Aymeric et les cathares (1978) y Aymeric à Montségur (1981), publicados con guión de Michel Roquebert.
Y, por supuesto, también es obligado nombrar al tándem formado por Didier Convard y André Juillard y su acercamiento a la Cruzada albigense (1209-1244) en Les cathares (1980).
A partir de estas obras pioneras, los cómics dedicados al mundo cátaro se multiplican de forma exponencial. Así, Jean-Marc Lafon cifra en 17 los álbumes dedicados a este tema en el año 2001, mientras que en la actualidad se rebasa de forma holgada el centenar de títulos.
En este nutrido corpus de novelas gráficas, se destacan dos tipos de enfoques a la hora de abordar un tema tan extenso como es el mundo cátaro en Occitania. El primero de ellos incide en la historia militar y política asociada a la Cruzada contra los cátaros, que tiene como resultado el desplazamiento de los señores feudales de Languedoc por parte de la monarquía capeta y sus vasallos. El segundo centra su atención en la herejía en sí misma y, especialmente, en su confrontación con el Santo Oficio de Roma.
Incluso, por influencia de ocultistas hábiles con la pluma como Joséphin Péladan u Otto Rahn, cuyos escritos relacionan a los cátaros con el Santo Grial, se podría hablar de un tercer enfoque que se aleja completamente del histórico y que transita por los caminos de la ficción fantástica y las aventuras detectivescas, encaminadas a hallar un tesoro o secreto oculto. Huelga decir que hay sagas dedicadas al mundo cátaro que, dada su extensión, incluyen todos estos enfoques de forma simultánea y, a la hora de construir el relato, inciden en mayor o menor medida en cada uno de ellos para favorecer el avance de la trama.
La Cruzada albigense
La ya citada obra de Convard y Juillard Les Cathares elige un enfoque positivista, centrado en la enumeración cronológica de datos y hechos relacionados con la Cruzada, incluyendo batallas tan emblemáticas como la de Muret (1213). Se trata de una elección consciente por parte de los autores, que apuestan por una visión completamente aséptica de lo bélico, centrándose en las consecuencias políticas de las batallas. Solo así se explica que no recreen la matanza de Béziers (1209), que simplemente se nombra en las primeras hojas del álbum; o la caída del castillo de Montségur (1244), que igualmente se muestra de forma muy parca, con una única viñeta en plano general en el que se ve arder la fortificación.

Mucho más específica a la hora de mostrar las batallas es Bri D´Alban (1997), de Alfonso Font, que evoca con acierto la tecnología militar de la época utilizada en el asalto de castillos y ciudades amuralladas.
El último cátaro (2010-2016), de Arnaud Delalande y Eric Lambert, también se ocupa del aspecto militar. Así, el primer volumen describe con profusión la toma de Béziers incluyendo la conocida respuesta –“Matadlos a todos, el Señor sabrá reconocer a los suyos”– que el legado papal Arnaud Amaury da a un cruzado cuando este le pregunta cómo pueden distinguir los soldados a los herejes de los verdaderos cristianos durante el asalto. Casi la totalidad del segundo tomo está dedicada a la batalla de Muret, donde muere Pedro II de Aragón, mientras que el cuarto trascurre de forma íntegra durante el asedio de la fortaleza de Montségur.

Otra saga interesante es Jehan et Armor: L’Épopée Cathare (1983-2002), de Marcel Morote, alias Mor, que centra cada uno de sus volúmenes en una batalla; concretamente, Carcassonne (1209), el sitio de Minerve (1210), Muret (1213), Beaucaire (1216) y Toulouse (1217).
Muchas otras sagas ambientadas en el país de Oc se ocupan de la toma de las ciudades y enclaves militares más importantes de forma puntual. Así, la toma de Carcassonne también se evoca en el volumen homónimo de la colección Les voyages de Jhen (2018), de Jaques Martin y Nicolas Van De Walle; mientras que la saga Memoria de cenizas (1995-2007), de Phillipe Jarbinet, arranca con la caída de esta ciudad y, a lo largo de sus 10 álbumes, muestra diversos enclaves amurallados cátaros como el castillo del Águila en Corbières, Quéribus o Montségur, cuya caída ocupa gran parte de la acción del último tomo. La serie Cathares (2011- 2012), de Fabio Bono y Bruno Falba, arranca en este mismo punto y narra la huida cátara por el resto de enclaves que aún resisten a las tropas de la Cruzada albigense.

Una obra singular es Dojon Cathare (1999), de Thierry Felix y Philippe Bigotto, que, inspirándose en algunos versos del poema épico occitano Canción de la Cruzada contra los albigenses (1208-1219), recrea el enfrentamiento militar entre las figuras de Bernard de Cazenac (o Casnac) y Simón de Montfort. Como singular es la adaptación al cómic de la novela de Dominique Baudis Raimond le Cathare. Escrita en 2004 por François Corteggiani y dibujada por Michel Suro, se ocupa de la Cruzada albigense narrándola a través de uno de sus principales protagonistas, Raimundo VI de Tolosa (1156-1222).

La herejía cátara
Quizá el cómic que mejor muestra la doctrina cátara sea El último cátaro, que explica el dualismo en la creación entre el mundo espiritual (divino) y el material (satánico) mediante un manuscrito medieval iluminado. En sus páginas, además, se pone el acento en el punto más espinoso que enfrenta a la doctrina cátara con la Iglesia de Roma. La herejía niega la encarnación de Cristo y, consecuentemente, la posibilidad de su muerte real y posterior resurrección, lo que lleva a la Iglesia a tomar medidas para intentar frenar la expansión de dichas ideas.

Otra de sus creencias, la trasmigración de las almas, vertebra la saga Les derniers jours de la Géhenne (2001-2008), de Maryse Charles, alias Ruellan, y Erwin Ersel: Aline Idge parece recordar una vida anterior, concretamente la de una joven muy parecida a ella llamada Adeline, que vivió en el pueblo de Sathonay en los tiempos de la herejía cátara. Pero, sin duda, quien desgrana de forma más exhaustiva los principios de la doctrina cátara es Don Julio en su serie Deshechos históricos (2021), en El Jueves.

En Yo soy Cátaro (2007-2017), de Pierre Makyo y Alessandro Calore, se pone el acento en la asunción de la doctrina cátara por parte de las mujeres. Así, por ejemplo, en sus páginas se incluye una escena de una perfecta (grado máximo dentro de la jerarquía cátara, que podía ser alcanzado indistintamente por hombres y mujeres) que recibe el consolamentum de manos de otro maestro cátaro, justo antes de morir (es el único sacramento que practicaban los cátaros, y en este caso se aplica a modo de extremaunción).

Alfonso Font también muestra este ritual en Bri D´Alban (1997), aunque con una finalidad diferente, la de ordenar a una nueva perfecta. Por medio de la imposición de manos, una “buena creyente” se purifica, se arrepiente de sus pecados, y alcanza el grado de perfecta. Ella promete en voz alta (ya que los cátaros no juraban jamás) no mentir, abstenerse de todo contacto carnal, no comer carne y otras máximas que espera que a partir de ese momento rijan su vida.
Como es obvio, no todas las mujeres que se sentían atraídas por el movimiento cátaro alcanzaban el grado de perfecta y, por tanto, podían llevar una vida mucho menos estricta. Muchas damas de la corte veían en el amor cortés que cantaban los trovadores y en la visión cátara sobre el amor (que en gran medida diluye y neutraliza la noción del pecado carnal entre las mujeres que eran simples creyentes) un camino para afirmar su independencia y libertad frente a la asfixiante potestas masculina imperante en la época.
Así lo muestra Yo soy cátaro (2007-2017), en una doble página donde una dama que simpatiza con la doctrina cátara sufre la ira de un celoso marido, incapaz de comprender la visión del amor sublimado que ella ha abrazado.

Esta compatibilidad entre el modo de entender el amor por parte de los trovadores y los cátaros se evoca también en El último cátaro, cuyo protagonista es Escartille de Puivert, un joven trovador que canta al amor pero que, tras perder a la mujer amada (ni más ni menos que la famosa ‘Loba de Pennautier’ a la que cantaban los trovadores occitanos), sublima dicho sentimiento y termina por abrazar la doctrina cátara, llegando a alcanzar el grado de perfecto.
El amor cátaro aparece claramente en el volumen tercero, en el que una mujer perfecta es acusada por el inquisidor de seguir una doctrina herética que «fomenta el amor profano y empuja a las mujeres a abandonar su deber, para entregarse al peor desenfreno». Dicha página muestra cómo la libertad de la que goza la mujer según la doctrina cátara es simple libertinaje a ojos de la Iglesia medieval; suficiente para arrancar del inquisidor una condena a morir en la hoguera.
Los perfectos, como los santos, tenían como misión predicar la palabra de Dios, tal y como se muestra, por ejemplo, en la ilustración de un perfecto predicando en Carcassonne de Les voyages de Jhen (2018). Y por desgracia, también tienen en común con ellos el martirio.

La quema de herejes cátaros por parte de la Iglesia católica es un tema recurrente en el cómic. Así sucede, por ejemplo, en Memoria de cenizas (1995-2007) o en el séptimo álbum de Vasco (1988), de Gilles Chaillet, en el que se descubre que el padre del protagonista ha abrazado la doctrina cátara y por ello es condenado a morir quemado públicamente en la plaza de la catedral de San Nazario, en Carcassonne, si bien en el octavo volumen de esta popular colección, de 1989, el héroe consigue rescatarlo en última instancia y conducirlo hasta Montségur, que se configura poco a poco como el último refugio cátaro.

El tesoro cátaro
En este mismo texto ya se ha citado el cómic Les Timour, al que hay que sumar un buen número de obras más, basadas en la búsqueda de un supuesto tesoro cátaro. Algunas veces, el preciado botín resulta ser un conjunto de riquezas, pero en la mayor parte de las ocasiones se trata de algún tipo de reliquia o texto sagrado del cristianismo.

Así, por ejemplo, en la novela gráfica El último cátaro, lo que se esconde son los mismísimos huesos de Jesucristo, lo que lleva a la Iglesia católica a intentar recuperar dichas reliquias a toda costa, pues es bien consciente de que, de no existir la resurrección, toda la doctrina católica se desmorona.
En la saga El triangulo secreto (2003), Didier Convard imagina que el conocimiento que ocultan los cátaros proviene de un testamento desconocido, que curiosamente no es La cena secreta (un texto apócrifo de san Juan que con casi total seguridad manejaron los cátaros por influencia de la también herética secta de los bogomilos), sino un manuscrito traído por los cruzados a Europa y denominado el Testamento del loco, cuya autoría correspondería al mismísimo Jesús. Como es habitual en este tipo de historias, su contenido puede remover hasta los cimientos toda la cristiandad, por lo que la Iglesia sigue la pista del citado manuscrito hasta Montségur.

Ni siquiera El capitán Trueno se libra de explotar este cliché asociado al mundo cátaro en la aventura El último combate (2010), de Ricard Ferrándiz y Joan Boix. En sus páginas, un hereje huido de Montségur lleva consigo unos manuscritos sagrados que forman parte del tesoro de los cátaros. Perseguido por los cruzados, llega hasta el Ampurdá, donde recaba la ayuda del capitán Trueno, Goliat y Crispín para hacer frente a su perseguidor, el inquisidor de Toulouse.
Para terminar me gustaría hacer una pequeña referencia a la figura de Otto Rahn, el ocultista que contó con el favor de Himmler y que murió en extrañas circunstancias al inicio de la II Guerra Mundial. Sus libros Cruzada contra el Grial: la tragedia del catarismo (1933) y La corte de Lucifer: un viaje junto a los buenos espíritus de Europa (1937), a pesar de su absoluta falta de rigor histórico, son responsables en gran medida de la asociación del mundo cátaro con el Santo Grial, que se ha fijado de forma tan intensa en el imaginario colectivo de nuestro tiempo.
Quizá por ello, el cómic italiano decide recuperar a este curioso personaje obsesionado por hallar el Grial en la aventura El paraíso perdido de Dampyr (2021), de Nicola Venanzetti y Vanessa Belardo. En la trama de la historia, un vagabundo dice ser el esoterista Otto Rahn y afirma haber fingido su muerte para proteger un secreto guardado por los cátaros durante cientos de años.
Cortesía de Muy Interesante
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