Varado 48 horas por un bloqueo carretero


Esta historia es más que el relato de un “náufrago”. Su moraleja, si la hay, la dejo al final. El tapatío Kenji Kishi, reconocido compositor musical y diseñador sonoro, fue uno de los miles de automovilistas y pasajeros varados por los bloqueos carreteros de agricultores en Jalisco, Michoacán y Guanajuato.    

Salió el lunes a las 8:30 en un autobús de ETN que a las 2 de la tarde se detuvo a 500 metros de la caseta de Ecuandureo, en Michoacán, a sólo 145 kilómetros de Guadalajara.  

Tuvo suerte. Su autobús quedó varado a medio kilómetro de la tienda de la caseta. Otros varados caminaban hasta una hora de ida y otra hora de vuelta para abastecerse de víveres y agua en ese mismo punto.

En el caso de Kenji, la tienda fue reabastecida de productos que se terminaron el primer día, pero en otros bloqueos hubo tiendas que se quedaron sin inventario o duplicaron abusivamente los precios.

También hicieron su “agosto” pobladores aledaños que a bordo de motos se acercaban a los carros a vender comida.

Para ir al baño, los pasajeros usaron el del autobús hasta que se llenó el tanque y tuvieron que caminar a la caseta.

La falta de información confiable del Gobierno hizo más cansada la espera. Por ejemplo, el secretario de Agricultura anunció la noche del lunes un “acuerdo” sin que lo hubieran suscrito los campesinos. Esas señales contradictorias aumentaron la incertidumbre.

“El gobierno estuvo súper mal con toda su estrategia de negociación y comunicación”, lamentó Kenji. Varados en la carretera, nadie les informaba nada.

En el camión había un par de turistas chinas que no hablaban español y sólo poco inglés. “No sé si al final entendieron todo lo que pasó”, relató Kenji. Paradójico, considerando que la situación estaba en “chino”.

Muchas historias se contaban durante la espera. Una de ellas aseguraba que kilómetros atrás un trailero sacrificó un marrano y lo hicieron carnitas a orilla de la carretera. Igual suerte corrieron unos pollos acalorados. Eso se decía.  

Los mismos agricultores repartieron agua y comida, pizzas y tacos, a los pasajeros,  aunque no alcanzó para todos.  

“Claro que había mucha molestia y cansancio pero también había mucha solidaridad y empatía con los agricultores”, narró Kenji: “aunque después de dos días la empatía se te iba acabando”.

Los agricultores estaban en una postura en donde ya no tenían nada que perder. Uno contó que le costaba 50 mil pesos sacar su cosecha y le sacaba 40 mil pesos.  

Le hice una última pregunta a Kenji.

-¿Es válida una protesta con afectación a terceros si el problema es muy grande como la soberanía alimentaria y la sobrevivencia del campo mexicano?

-La protesta es válida -me respondió-, pero al final a quienes deberían haber afectado (los acaparadores, las empresas transnacionales) apenas si se ven perjudicados.  

En mi columna del martes “Cosecha amarga” expliqué cómo en la cadena de producción y comercialización del maíz todos ganan menos el agricultor.

La protesta de los agricultores cerró carreteras también para molestar a las y los ciudadanos que creen que no les afecta la situación. Es precisamente lo que buscaban.

Kenji llegó a Guadalajara ayer miércoles alrededor de las 2 de la tarde más de 48 horas después de haber salido el lunes por la mañana de la Ciudad de México.

Cortesía de El Informador



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