Vecinos muy distantes Parte 2

“Los mexicanos deben poner manos a la obra y construir una nación sólida y perdurable… los desórdenes públicos, constituyen el estado habitual de la sociedad mexicana”.

Lord Palmerston.

En la primera parte de este artículo comenté sobre diversos episodios tanto de confrontación como de cooperación entre México y Estados Unidos en los últimos 200 años. Mencioné a detalle las implicaciones de la guerra comercial iniciada por el presidente Andrew Jackson en el año 1829 y las consecuencias que esto provocó más allá del tema comercial, llegando incluso a una invasión territorial durante las décadas siguientes. Concluí que gran parte de la derrota se debió a una serie de problemas internos, destacando las graves divisiones entre la sociedad mexicana.

En esta segunda y última parte de esta serie, comentaré dos eventos que iniciaron de manera similar al caso analizado, es decir, con un aumento tarifario significativo, pero cuyas implicaciones para México fueron radicalmente diferentes. En 1890, el congresista norteamericano William McKinley, quien unos años después llegó a la presidencia, impulsó un incremento del 48% en las tarifas a las importaciones. La justificación de este aumento fue “proteger a la industria” de Estados Unidos, utilizando un argumento políticamente atractivo, pero económicamente cuestionable. Este incremento en las tarifas tuvo un impacto negativo en nuestro país, ya que Estados Unidos adquiría el 70% de las de las exportaciones mexicanas (principalmente azúcar, henequén, minerales, metales y ganado). En ese período, el presidente Porfirio Díaz tomó una decisión práctica; evitar la confrontación con el gobierno de Estados Unidos y mitigar el impacto del aumento de tarifas. Esto lo logró a través de la negociación de acuerdos bilaterales de comercio con otros países y del establecimiento de reglas claras para impulsar la atracción de inversión extranjera. El resultado fue claro; México pudo atraer capital y tecnología para el desarrollo de los ferrocarriles, las minas y el petróleo. Porfirio Díaz puede ser criticado por muchas razones, pero su estrategia de evitar la confrontación y sus medidas pragmáticas para diversificar el comercio internacional y fomentar la inversión, fueron las adecuadas para enfrentar un entorno externo adverso.

Cuatro décadas después, la Ley Arancelaria Smooth Hawley”, promulgada en 1930, detonó una guerra comercial en donde los diferentes países respondieron agresivamente ante la decisión del gobierno americano de elevar las tarifas de importación del 25.7% en 1925 al 47% en el período 1931-1935. Esta política, que cínicamente se denominó “empobrecer a tu vecino” (Beggar thy Neighbor), provocó que casi todos los países incrementaran sus tarifas, una de las causas que explican por qué una crisis de origen bursátil (la Crisis de 1929), se transformó en lo que se conoce como la Gran Depresión. En esa época, ningún país se salvó de la crisis y México no fue la excepción. Entre 1929 y 1931, las exportaciones de productos mexicanos se contrajeron más de un 30%, afectando principalmente a la minería, el petróleo y la agricultura, además de provocar una devaluación del peso cercana al 22% en el período 1931–1932. Aun cuando el impacto fue bastante grave, no tuvo el impacto que se dio en otros países. Dos hechos mitigaron el efecto tarifario y recesivo de esa época. Por una parte, la “Doctrina Estrada” promulgada en 1930, que instituyó la política de “no intervención”, evitó que el gobierno mexicano condenara las acciones de otros países, lo que frenó una escalada tarifaria por parte de nuestro país, hecho que únicamente hubiera empeorado la ya grave situación con Estados Unidos. Por otra parte, la creación del Banco de México en 1925 ayudó a darle liquidez al sistema bancario durante la Gran Depresión, evitando la quiebra de los bancos. Esto contrasta marcadamente con lo ocurrido en Estados Unidos donde quebraron más de 9,000 bancos ya que en esa época, la Reserva Federal solo supervisaba y controlaba al 4% de la banca. Como señala Eduardo Turrent en “Historia del Banco de México”: “Ante la situación de angustia, algunos bancos recurrieron al auxilio del Banco de México. Después de todo, esta fue una conveniente prueba de fuego para ejercitar su capacidad de prestamista de última instancia”. Haber contado con una institución sólida como es el Banco de México para respaldar al sistema bancario, fue crucial para evitar la quiebra de varios bancos en nuestro país.

En conclusión, las reacciones ante el aumento tarifario de McKinley y la Ley Arancelaria Smooth Hawley, contrastan seriamente con las respuestas ante la crisis provocada por Jackson y Polk, que fue descrita a detalle en la primera parte de esta serie. La gran diferencia radica en que México se encontraba en medio de grandes divisiones internas a mediados del siglo XIX, mientras que en el caso de los incrementos tarifarios de McKinley y de Smooth-Hawley, nuestro país contaba al menos con un marco institucional sólido y una política exterior pragmática, factores clave para mitigar los daños.

No es fácil enfrentar el reto que tiene el gobierno actual. Hay que reconocer que, ante las presiones, ha imperado la templanza y se ha enfatizado el espíritu de colaboración con el gobierno norteamericano. Pero la problemática es más profunda, ya que además del tema comercial, hay que resolver temas como la migración, el narcotráfico, la inseguridad e incluso la polarización de ambas sociedades. No podemos hacer mucho para cambiar la actitud proteccionista y antimigratoria del presidente estadounidense, pero es útil entender la percepción que se tiene de nuestro país por una buena parte de su población. Muchos estadounidenses se han sentido engañados por los gobiernos mexicanos en las últimas décadas, tanto en el combate a las drogas, como en las promesas para frenar la migración, otros consideran que la entrada de productos provenientes de China a través de nuestro territorio, es un incumplimiento abusivo del acuerdo comercial. No podemos negar que parte de esa percepción es realidad.

En este difícil entorno y ante el reto enorme de enfrentar a un negociador profesional muy intimidante, la estrategia de negociación debe considerar una mayor flexibilidad en los temas que de poder resolverse, nos fortalecerían. Además, debemos buscar activamente acuerdos recíprocos. En el combate al narcotráfico, tema que ha corroído por décadas la relación entre ambos países, los bancos y autoridades financieras de ambos países pueden funcionar como aliados, compartiendo y analizando información. De nada sirve señalar culpables, como se ha hecho recientemente, ante un problema común que debe resolverse simultáneamente en ambos lados. En cuanto a la relación comercial, tema qué sin duda, ha beneficiado a los consumidores de ambos países, debemos asegurarnos de poder seguir aprovechando la cercanía y la integración comercial con Estados Unidos, así como la capacidad manufacturera lograda por nuestro país en las últimas décadas, pero para ello debemos cumplir a fondo con los acuerdos comerciales, siendo especialmente cuidadosos con los productos provenientes de China. En relación a los acuerdos migratorios, es crucial llegar a acuerdos que ambos países necesitamos y aprovechar la experiencia exitosa en los proyectos de migración temporal.

Como se ha comentado, nuestra historia muestra que el impacto de medidas extremas provenientes del exterior, puede mitigarse con un gobierno que logre fortalecer internamente al país. En este sentido, es más necesario que nunca dejar de gastar en proyectos ineficientes que ya pesan sobre las finanzas públicas. Es urgente invertir en salud y educación, elementos que realmente inciden en una mejoría sostenible para la gente de bajos recursos. Además, para retomar el crecimiento, es indispensable dar certidumbre a la inversión y esto sólo se logra con un marco jurídico confiable e instituciones sólidas. En estos momentos donde la presión de fuera es enorme, negarse a reconocer los problemas y fomentar la polarización para distraer la atención en vez de enfrentar los retos reales, únicamente nos debilita. Es el momento de diagnosticar objetivamente los problemas y deshacerse de los lastres que dejaron los gobiernos anteriores, sean del partido que sean. Es el momento de pensar y actuar con pragmatismo.

Termino este artículo con una frase de Lord Palmerston, ministro británico de Relaciones Exteriores en 1847: “Los mexicanos deben poner manos a la obra y construir una nación sólida y perdurable… los desórdenes públicos, constituyen el estado habitual de la sociedad mexicana”. Es una labor conjunta de la sociedad y del gobierno lograr que esta dolorosa frase deje de ser cierta, para acercar a dos vecinos que hoy están muy distantes.

Cortesía de El Economista



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