
Una buena noticia es que conforme se acerca el fin de año y se ve venir el nuevo brote de Covid-19, crece la disposición de la gente por vacunarse -para todos es claro que ya viene el brote invernal del que fuera virus pandémico. Otra buena es que el Gobierno este año está aplicando una vacuna actualizada, la de Pfizer adaptada a la variante LP.8.1 para este 2025-2026.
Pero la mala, es que es la hora en que no se encuentra la vacuna en farmacias privadas, como en años anteriores a estas alturas. Muchos de los que no pueden irse a formar por horas quieren pagar por vacunarse, pero no lo consiguen porque aún no está disponible la opción privada.
¿Qué ha pasado? Por un lado, Moderna decidió vender su vacuna únicamente al Gobierno y no sacarla al mercado privado. Por otro lado, Pfizer decidió sí venderla a privados pero en pleno noviembre aún no logra la autorización. La razón: confusiones y malentendidos con la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). Es un golpe al incipiente sistema privado de vacunación que se empieza a conformar en México. La realidad es que, mientras miles de mexicanos formaban filas interminables en centros públicos, el sector privado —farmacias y clínicas— se quedó con las manos vacías, a la espera de una autorización que parece extraviada en el burocratismo.
La raíz de esta confusión se hunde en el esquema regulatorio que México ha mantenido desde el fin de la emergencia sanitaria en mayo de 2023. El decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación que marcó el cierre oficial de la pandemia declarada por la OMS debió haber seguido con desmantelar las autorizaciones de uso de emergencia (AUE), un mecanismo diseñado para respuestas rápidas en crisis. Pero decidieron sostener este mecanismo, quizá en forma preventiva. Lo malo: esta decisión ha perpetuado un limbo administrativo que confunde a todos: ¿estamos en emergencia perpetua o en normalidad regulada?
El resultado es que México tiene un “doble rasero regulatorio” que prioriza el sector público —con dosis gratuitas en campañas como la Invernal 2025-2026— mientras el privado oscila en la incertidumbre.
Este doble esquema de autorización de vacunas: la de emergencia (AUE) y el registro sanitario completo, abre la opción de que el Gobierno se auto permita la primera. Y en cambio, el privado debe obtener el registro sanitario completo -el que permite la libre venta en farmacias- exige estudios clínicos fase III, pruebas de bioequivalencia y etiquetado comercial, así como revisión al detalle del lote completo.
Con ello se entiende porqué tanta dificultad para que se termine de autorizar la vacuna anticovid de Pfizer. La autorización de emergencia para su fórmula actualizada la obtuvo el 27 de agosto, pero la liberación de lotes comerciales —esencial para el mercado— se quedó atorada por meses “en evaluación”.
Concluyendo, la dualidad regulatoria, pensada para agilidad, realmente ha generado más tropiezos que soluciones. Lo más lamentable es que estas fallas no surgen de complejidades técnicas, sino de una comunicación deficiente.
El teléfono descompuesto se detectó recién cuando por un lado, la Secretaría de Salud aclara que la vacuna está “autorizada”; por el otro, Pfizer insiste en que el proceso para privado “está en curso”; y los distribuidores, frustrados, señalan que la autoridad no termina de otorgar el permiso final.
¿Cómo es posible que, en 2025, una industria farmacéutica global y un regulador nacional no alineen sus mensajes? Esta semana, tras reportes iniciales de “disponibilidad inmediata”, las aclaraciones llegaron tarde, dejando a médicos y pacientes en un limbo de especulaciones. Esta no es una anécdota aislada; remite a antecedentes dolorosos. En la primera etapa postpandemia, el no célebre subsecretario Hugo López-Gatell encarnó una ideología de “igualdad absoluta” que, en la práctica, bloqueaba las ventas privadas de vacunas. El argumento: evitar desigualdades. Pero el costo fue un disgusto generalizado en mucha gente, que quería pagar por protección inmediata con la vacuna actualizada, pues en el lado público sólo se ofrecía la cubana Abdalá. Hoy, esa sombra persiste.
Cortesía de El Economista
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