Verano y piscinas, una combinación que aumenta el riesgo de padecer criptosporidiosis

A pesar de que el cloro es un desinfectante muy eficaz para el agua de las piscinas y de los parques acuáticos, algunos microorganismos causantes de enfermedades son particularmente resistentes a su acción, lo que puede suponer un riesgo para la salud de los bañistas. Entre ellos destaca Cryptosporidium, un protozoo intestinal causante de diarrea acuosa que suele dar algún que otro disgusto en los meses de verano en países de altos ingresos. Este microorganismo ubicuo parasita a los animales domésticos y salvajes, pero también a los seres humanos. Es capaz de sobrevivir, durante días, en piscinas correctamente cloradas y es considerado uno de los principales responsables a nivel mundial de enfermedades gastrointestinales transmitidas por agua contaminada y alimentos.

En concreto, Cryptosporidium es la segunda causa principal de diarrea moderada a grave en niños menores de dos años y una causa importante de mortalidad en todo el mundo.

Piscinas y parques acuáticos

Hace unas semanas que se daba por finalizado el brote de criptosporidiosis vinculado a sesiones de alimentación y caricias de terneros y corderos en la granja Marlborough Grange en Cowbridge, Gales, que afectó a 89 personas.

Más allá de las granjas, la exposición al agua contaminada suele coincidir con la intensificación de la actividad acuática en verano. Es decir, cuando aumenta el uso de instalaciones de agua recreativa, como piscinas públicas y residenciales, jacuzzis, zonas de juegos acuáticos, parques acuáticos, etc.

Lejos de resolverse, el número de casos en Europa parece ir en aumento en los últimos años. Del año 2022 al 2023 hubo un incremento del 83% en los casos de criptosporidiosis en Reino Unido, con una concentración significativa en niños y en la región del Noroeste. Y solo en 2024 hubo 17 brotes relacionados con granjas en Inglaterra y Gales. Por su parte, España registró en 2023 un aumento significativo de la incidencia, con 4 061 notificaciones, lo que supone un incremento de seis veces en comparación con la mediana del período 2016-2022.

A nivel mundial, se estima que ocurren 823 000 casos de criptosporidiosis cada año. La dosis infecciosa puede ser tan baja como 10 ooquistes en algunas especies, lo que implica que basta una exposición mínima para causar la enfermedad. Históricamente, los brotes más importantes ocurrieron en 1993 en Milwaukee (EE.UU.), con 400 000 casos, y en el año 2010 en Suecia, con 27 000 casos.

¿Qué es la criptosporidiosis?

La criptosporidiosis es responsable del 0,6 al 7,3% de las enfermedades diarreicas en los países con sistemas de saneamiento modernos y de un porcentaje aún mayor en las áreas con saneamiento deficiente. El cuadro clínico general está caracterizado por una diarrea acuosa que puede ir acompañada de calambres abdominales, pérdida de apetito, febrícula, náuseas, vómitos y pérdida de peso.

La mayoría de las infecciones por Cryptosporidium desaparecen espontáneamente en huéspedes inmunocompetentes, pero pueden estar asociadas con síntomas crónicos, desnutrición y otras complicaciones en pacientes de alto riesgo. Aunque la enfermedad suele autolimitarse en individuos con sistemas inmunitarios sanos, puede ser mucho más grave, prolongada e incluso potencialmente mortal en personas inmunocomprometidas, como pacientes con VIH, quienes pueden experimentar diarrea acuosa profusa y difícil de tratar.

Las poblaciones con mayor riesgo de enfermedad grave o mayor susceptibilidad a la infección incluyen niños pequeños, especialmente los de 0 a 4 años.

El mecanismo de transmisión es fecal-oral, incluyendo la transmisión de persona a persona, de un animal a una persona y la transmisión de origen hídrico y alimentario. El patógeno puede persistir en el medio ambiente como un ooquiste que contiene cuatro esporozoitos, que son la forma infecciosa del parásito. Tras la exposición, el período de incubación oscila entre dos y diez días, con una media de siete días.

Verano: la época de mayor riesgo

Cryptosporidium hominis y Cryptosporidium parvum son los responsables de la mayoría de los casos de criptosporidiasis en seres humanos. Si bien se han detectado algunas especies de criptosporidios en los zorros salvajes gallegos, lo que puede indicar la probable superposición de los ciclos selváticos y domésticos de este parásito en entornos rurales, el reservorio más importante para la enfermedad humana son los seres humanos, el ganado bovino y otros animales domésticos.

La ausencia casi total de especies zoonóticas en los brotes detectados en España en 2023 sugiere que la transmisión de persona a persona fue la fuente predominante, muy probablemente amplificada a través de actividades acuáticas recreativas. Esto sirve como un potente ejemplo del desafío de salud pública que plantea Cryptosporidium durante el verano.

Sin embargo, eso no merma el interés por identificar la presencia del patógeno en las especies animales de producción (ganado), de compañía (perros y gatos) y de vida silvestre, que puede sugerir un papel potencialmente importante como reservorios naturales de infecciones humanas.

Lavarse las manos tras tocar tierra y otras medidas

La prevención de la criptosporidiosis implica medidas sanitarias adecuadas y el correcto lavado de manos, especialmente en centros sanitarios y guarderías y después de tener contacto con tierra, personas o animales infectados. Algunas otras medidas preventivas útiles implican no beber ni tragar agua de ríos, arroyos o de procedencia no controlada. Y, por supuesto, no defecar en el agua.

Si ha padecido criptosporidiosis, es conveniente esperar al menos dos semanas después de que la diarrea haya cesado por completo antes de volver a nadar. Por otro lado, conviene desarrollar prácticas sexuales seguras para prevenir la infección por contacto anal.

En viajes internacionales a zonas donde el saneamiento es deficiente, conviene evitar beber agua del grifo. En localidades donde haya brotes activos es recomendable comer sólo alimentos cocinados, evitar la leche y los zumos no pasteurizados y hervir el agua potable, incluyendo el agua para el cepillado de los dientes y el lavado de alimentos.

La capacidad de las personas para excretar parásitos durante semanas después de que los síntomas han desaparecido, unido a la existencia de portadores asintomáticos, complica el control de los brotes. Sobre todo porque los individuos, incluso aquellos con sistemas inmunitarios robustos que se recuperan rápidamente, pueden seguir siendo vectores de la enfermedad sin saberlo. Por lo tanto, el rastreo de contactos y las recomendaciones de higiene deben extenderse más allá del período sintomático, especialmente para personas en profesiones de alto riesgo o aquellas que cuidan a grupos vulnerables.

El control eficaz de la criptosporidiosis exige un enfoque integral de “One Health” que involucre la colaboración entre los sectores de salud pública, veterinaria y agrícola. Además, la lucha contra la enfermedad también implica desarrollar campañas de concienciación pública y una posible aplicación más estricta de los protocolos de higiene en los entornos acuáticos compartidos.

Cortesía de El Economista



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