¿Vives siempre en alerta? La vida urbana activa tu biología como si siguieras huyendo de leones

El nuevo trabajo de los antropólogos Daniel Longman y Colin Shaw plantea si vivimos en entornos para los que no estamos preparados. Durante millones de años, los humanos evolucionamos en paisajes naturales, rodeados de vegetación, fauna, microorganismos y ciclos de luz que marcaban nuestro ritmo interno, y esa larga historia dejó una biología diseñada para un mundo muy distinto al actual. La industrialización, en cambio, ha transformado el planeta en apenas dos o tres siglos, un tiempo demasiado corto para que nuestros cuerpos hayan podido seguir el paso.

Hoy la mayoría de la población vive en ciudades densas, pasa cerca del 93 % del día bajo techo y está expuesta a materiales, ruidos y contaminantes que no existían durante casi toda nuestra historia evolutiva. Para los autores, esta distancia entre lo que nuestro organismo necesita y lo que el entorno ofrece podría explicar por qué ciertas funciones biológicas parecen estar fallando. Los investigadores describen este fenómeno como un posible “desajuste ambiental” que afecta a la salud y a la aptitud evolutiva.

El estudio revisa evidencia acumulada durante años y observa un patrón: cuanto más industrializado es un entorno, más se deterioran funciones clave como la reproducción, la inmunidad, la cognición y la capacidad física. Ese deterioro aparece incluso a edades tempranas, lo cual preocupa a los investigadores porque son etapas decisivas para sobrevivir, desarrollarse y reproducirse. La hipótesis es que la industrialización introduce desafíos nuevos mientras elimina elementos naturales que antes protegían nuestro funcionamiento.

¿Sientes que todo te sobrepasa? Tu cuerpo actúa como si el mundo industrial fuera una amenaza constante
¿Sientes que todo te sobrepasa? Tu cuerpo actúa como si el mundo industrial fuera una amenaza constante. Fuente: iStock (composición).

El impacto silencioso sobre la reproducción humana

Uno de los puntos más llamativos del análisis es la caída global de la fertilidad. Los autores reconocen que factores sociales influyen, pero recuerdan que existen también mecanismos biológicos estrechamente vinculados al ambiente industrial. La contaminación del aire destaca como uno de los grandes responsables del deterioro de la función reproductiva. Diversos estudios indican que la exposición a partículas y gases urbanos afecta la formación de óvulos y espermatozoides, reduce la calidad seminal y aumenta el riesgo de pérdida gestacional.

En ambientes rurales, lejos de ser un refugio, entran en juego otros contaminantes como pesticidas y herbicidas, que también alteran hormonas y procesos reproductivos. El texto revisa investigaciones que relacionan estos compuestos con menor concentración de esperma, disminución de testosterona, partos prematuros y diversas anomalías en el desarrollo embrionario.

Los autores recuerdan que los organismos no están preparados para asimilar de forma segura miles de sustancias sintéticas liberadas por la industria moderna.

Otro elemento emergente son los micro y nanoplásticos, fragmentos diminutos presentes ya en agua, aire y tejidos humanos. Estas partículas generan inflamación, daño celular y modificaciones epigenéticas que pueden alterar tanto la fertilidad masculina como la femenina. Aunque aún faltan estudios masivos en humanos, la evidencia inicial es consistente: la acumulación de contaminantes industriales en nuestros cuerpos es una amenaza creciente para la capacidad reproductiva.

Un sistema inmunitario que perdió aliados esenciales

El sistema inmunitario es clave para sobrevivir y reproducirse, y el trabajo muestra cómo los entornos industrializados están interfiriendo en su equilibrio. Un mecanismo señalado es la reducción del contacto con microorganismos ambientales, fundamentales para entrenar y regular la inmunidad.

Esta idea, conocida como la hipótesis de los “viejos amigos”, indica que el alejamiento de la biodiversidad perjudica la capacidad del sistema inmunitario para evitar respuestas inflamatorias excesivas. En zonas menos verdes, se observan más infecciones y más trastornos autoinmunes.

A ello se suman factores que dañan directamente el funcionamiento inmunitario, como la contaminación del aire, el ruido constante y la luz artificial nocturna. Estos elementos alteran células defensivas, elevan la inflamación y desajustan los ritmos internos que regulan la actividad inmunológica. La evidencia muestra que vivir rodeados de estos estímulos sostenidos debilita nuestra respuesta ante patógenos y favorece enfermedades crónicas.

El estudio también señala que ciertos compuestos industriales modifican la expresión de genes implicados en la defensa inmunitaria. Experimentos en animales expuestos a niveles urbanos de ruido, luz y contaminación revelan cambios en vías metabólicas relacionadas con tumores y antioxidantes. Aunque los autores piden investigaciones más amplias, el patrón muestra que, cuanto más industrializado es un ambiente, más difícil es para nuestro sistema inmunitario mantener un funcionamiento adecuado.

cómo la vida industrial podría estar dañando funciones básicas del cuerpo humano
Cómo la vida industrial podría estar dañando funciones básicas del cuerpo humano. Fuente: iStock (composición).

La mente también resiente la vida urbana

El cerebro humano evolucionó en escenarios naturales que exigían atención flexible, navegación espacial, memoria y cooperación social. El análisis revela que las ciudades modernas no solo no facilitan ese funcionamiento, sino que parecen entorpecerlo.

Estudios con miles de niños muestran que crecer en barrios con poca vegetación se asocia a un desarrollo más lento de funciones ejecutivas, claves para organizar ideas, controlar impulsos y resolver problemas. Los autores señalan que esta relación persiste incluso al controlar factores socioeconómicos.

En adultos mayores, vivir cerca de espacios naturales se relaciona con un declive cognitivo más lento, mientras que la urbanización acelerada predice peores resultados en memoria, orientación y razonamiento. Ensayos controlados también permiten observar cómo breves exposiciones a entornos urbanos muy ruidosos o visualmente saturados reducen la atención, la memoria de trabajo y la creatividad, en contraste con entornos naturales equivalentes. El entorno urbano introduce una carga sensorial constante que exige un esfuerzo mental poco sostenible.

La contaminación atmosférica es otro factor clave. Investigaciones de distintos continentes asocian el aire contaminado con peores resultados en pruebas verbales y matemáticas, retrasos en el neurodesarrollo y un envejecimiento cerebral más rápido. Incluso tareas tan precisas como el ajedrez empeoran cuando aumenta la concentración de partículas en el aire interior. Los autores advierten que la suma de ruido, contaminación y sobrecarga visual puede estar erosionando una de nuestras capacidades evolutivas más valiosas: la cognición.

Investigadores explican por qué la industrialización podría estar reduciendo fertilidad, defensas y capacidad cognitiva
Investigadores explican por qué la industrialización podría estar reduciendo fertilidad, defensas y capacidad cognitiva. Fuente: iStock.

El desgaste físico y el estrés que amplifica los daños

El análisis recoge que las capacidades físicas —fuerza y resistencia— también están disminuyendo en contextos industrializados. En estudios internacionales, niños y adolescentes urbanos muestran menor capacidad cardiovascular y menos fuerza que sus pares rurales. Esto se repite en adultos, especialmente en mayores, que presentan mayor debilidad muscular y un deterioro más rápido de la movilidad en áreas con poca presencia de naturaleza. Los investigadores destacan que el sedentarismo urbano se combina con un ambiente que dificulta la respiración y el esfuerzo.

La contaminación del aire afecta directamente el rendimiento físico: reduce la función pulmonar, disminuye la eficiencia cardiovascular y empeora marcas deportivas incluso cuando los niveles de partículas están dentro de los rangos considerados aceptables.

También se ha observado mayor riesgo de sarcopenia y menor oxigenación en población infantil expuesta a contaminantes. Estas limitaciones no solo afectan la salud, sino competencias adaptativas clave para la especie, según los autores.

Sobre este deterioro físico y biológico actúa un amplificador: el estrés crónico. En entornos urbanos, los niveles de cortisol y otros marcadores de activación sostenida son más altos, y eso repercute en la reproducción, la inmunidad, la cognición y la energía disponible para el esfuerzo. Los estudios muestran que incluso breves exposiciones a entornos naturales reducen de manera significativa esa activación. El trabajo sugiere que los humanos vivimos en modo de alerta casi permanente sin que exista una recuperación real, lo que altera procesos profundos del organismo.

Referencias

  • Longman, D. P., & Shaw, C. N. (2025). Homo sapiens, industrialisation and the environmental mismatch hypothesis. Biological Reviews. doi: 10.1111/brv.70094

Cortesía de Muy Interesante



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