¿Y si Churchill hubiera muerto antes de 1940? Así hubiera cambiado el devenir de la Segunda Guerra Mundial

¿Puede una sola persona cambiar el curso de la historia? Sin duda. Y Sir Winston Churchill, primer ministro de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial (1940- 1945), es la prueba. Si hacemos caso a la doctrina del materialismo histórico –hegemónica en nuestras universidades durante el último cuarto del siglo XX–, la historia sería solo una sucesión de impersonales y vastas fuerzas económicas y sociales impulsadas por la lucha de clases. Los individuos serían irrelevantes en el transcurrir de los acontecimientos.

Churchill (1874-1965) desmintió a los historiadores marxistas y marcó la diferencia, cual una ‘palanca del destino’: si en mayo de 1940 no hubiera estado donde estaba, si tras el desastre de Dunkerque no hubiera organizado la resistencia contra la barbarie nacionalsocialista, si no se hubiera negado con firmeza –frente al criterio de sus propios ministros– a cualquier componenda de paz con Hitler, la máquina de guerra nazi habría laminado Europa, desde Portugal a los Urales.

¿Azar o destino?

Lo que pocos saben es que Churchill ya debería haber estado muerto, y bien muerto, en aquel oscuro y decisivo mayo de 1940 en el que había cumplido los 66 años. El azar y su resistencia física se conjuraron para evitarlo, a pesar de su temeridad insensata. Es lo que ahora ha revelado el historiador Andrew Roberts en su última y casi definitiva biografía, Churchill: Walking with Destiny.

Winston Churchill se dirige a la Cámara de los Comunes de Canadá en 1941
Winston Churchill se dirige a la Cámara de los Comunes de Canadá en 1941. Foto: Wikimedia Commons.

Más vidas que un gato

Cuando tenía 10 años, el travieso y pendenciero Winston casi se desangra tras ser apuñalado en el estómago por un compañero de la Brunswick School, en Hove. Al año siguiente, estuvo a punto de morir de neumonía. A los 18, mientras jugaba con su hermano y su primo, saltó desde un puente de nueve metros de altura con la intención de aterrizar en un pino cercano y deslizarse hasta el suelo, pero cayó a plomo sin alcanzar las ramas. Permaneció en coma tres días y pasaron más de tres meses hasta que pudo levantarse de la cama.

También estuvo a punto de perecer ahogado en el lago Lemán (Suiza) en 1893, cuando una fuerte tormenta hundió su barca. El que luego sería primer ministro estuvo también involucrado en tres accidentes de coche (choque frontal, vuelco y despeñamiento). En 1931 fue atropellado por un autobús en Nueva York, pero se salvó con un esguince de hombro y un corte en la cara. También sobrevivió al incendio de su casa.

Winston Churchill en 1900
Retrato de Winston Churchill en 1900. Foto: Wikimedia Commons.

El intrépido Winston participó activamente en cinco guerras, siempre en primera línea: en 1898 solicitó el traslado al Regimiento de Lanceros y combatió en la famosa carga de caballería de la Batalla de Omdurmán (Sudán), en la que cayeron 48 de sus compañeros de armas. Escapó de la prisión en Sudáfrica durante la Guerra de los Bóeres (1899) y en la Primera Guerra Mundial, al mando del 6º Batallón de los Royal Scots Fusiliers, se internó en tierra de nadie, entre las líneas aliadas y alemanas, no menos de 30 veces.

Nada más surgir la aviación militar, hacia 1914, insistió en aprender a pilotar uno de aquellos primeros aparatos de lona y madera, y se estrelló dos veces, una de ellas entrando en barrena. En la Segunda Guerra Mundial visitó el frente en África (1942), en Italia (1944) y en el Rin (1945). El rey Jorge VI no le permitió desembarcar en Normandía el Día D, como era su deseo.

Desayuno con whisky

Para más inri, Sir Winston no tenía unos hábitos precisamente saludables: desayunaba con whisky y se fumó mas de 300.000 puros habanos a lo largo de su vida. Durante la guerra trabajaba 120 horas semanales y viajó 180.000 kilómetros, muchas veces en cabinas de avión despresurizadas y heladas. Su secretaria personal, Elizabeth Shakespear, cuarenta años más joven que él, confesó a su muerte lo físicamente agotador que había sido seguirle el ritmo. El primer ministro que venció a Hitler –“¡Nunca nos rendiremos!”– descansó finalmente a los 90 años, en enero de 1965. Sin él, la historia no sería la misma.

‘Ucronología’

27 de mayo de 1940

Inglaterra acepta negociar con Hitler. El primer ministro británico, Neville Chamberlain, autoriza a su ministro de Asuntos Exteriores, el pacifista Lord Halifax, a aceptar la mediación del Duce para negociar una paz por separado con Alemania.

Chamberlain reunido con Hitler y Mussolini durante los Acuerdos de Múnich
Chamberlain reunido con Hitler y Mussolini durante los Acuerdos de Múnich. Foto: Wikimedia Commons.

21 de marzo de 1941

Con todo contra Rusia. Tras la ocupación de Grecia y los Balcanes, con el Afrika Korps dominando el norte de África y dueño del Mediterráneo, Hitler adelanta la Operación Barbarroja y lanza toda su maquinaria militar contra la URSS. En julio, la Wehrmacht entra en Moscú.

En noviembre de 1941, los tanques de la Wehrmacht llegaron a las localidades cercanas a la capital soviética
En noviembre de 1941, los tanques de la Wehrmacht llegaron a las localidades cercanas a la capital soviética. Foto: Getty.

7 de diciembre de 1941

Japón ataca Pearl Harbor. Estados Unidos se concentra en su Guerra del Pacífico y descarta cualquier intervención en Europa. El presidente Roosevelt nunca firmará la Ley de Préstamo y Arriendo. No existirán el Día D ni la Resistencia francesa.

Mayo de 1945

Europa Unida Nazi. De Portugal a los Urales, ondea la esvástica. Más de 15 millones de judíos –incluidos los británicos, suizos y portugueses– son “reasentados” en los campos de exterminio de Ucrania y Polonia.

Montaje con Hitler frente a un Big Ben nacionalsocialista
Si Churchill hubiera muerto antes de cumplir los 67 años, tal vez Hitler le habría encargado a Albert Speer –a su izquierda– la nueva decoración del Big Ben nacionalsocialista, como se ve en este montaje. Foto: Getty/Shutterstock.

Cortesía de Muy Interesante



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