En junio de 2014, varios medios internacionales recogieron una noticia tan intrigante como controvertida: la tumba del auténtico Drácula podría encontrarse en Nápoles. La teoría, sostenida por un equipo de investigadores estonios de la Universidad de Tallin, sugería que el mítico Vlad III Drăculea —el histórico voivoda de Valaquia que inspiró al inmortal vampiro creado por Bram Stoker— no habría muerto en combate ni estaría descansando en el suelo de su Rumanía natal, sino que se habría enterrado en una tumba renacentista de una iglesia napolitana. ¿Qué hay de cierto en esta afirmación? ¿En verdad sustentan los datos tal hipótesis? ¿Qué voces críticas se han alzado en su contra?
El inicio de la hipótesis: documentos y coincidencias
La teoría sobre la supuesta presencia del cuerpo de Vlad III en Italia surgió a raíz de una reinterpretación documental realizada por el investigador Orest Kormashov y su equipo. Según el grupo, ciertos documentos de archivo sugerían que Vlad III no habría muerto en combate en 1476, como comúnmente se cree, sino que habría sido capturado por los otomanos y luego liberado gracias a la mediación del rey de Nápoles.
Siempre según la hipótesis de Kormashov y los suyos, a través de una serie de alianzas diplomáticas, la familia Ferrillo, una poderosa casa noble vinculada a la corte aragonesa del sur de Italia, habría acogido a Vlad. Gracias a la intermediación de Maria Balsa, la supuesta hija del príncipe rumano casada con un Ferrillo —algo que las fuentes históricas desmienten por completo— Vald III habría podido disfrutar de una segunda oportuniad en territorio itálico. Su presencia en Nápoles se habría encubierto mediante el uso de un nombre falso. A su muerte, el voivoda valaco se habría inhumado bajo el elaborado mausoleo de los Ferrillo, en la iglesia de Santa Maria la Nova.
El pilar fundamental sobre el que se asienta esta inusual hipótesis lo constituye el llamado sepulcro de Matteo Ferrillo. Situado en la iglesia de Santa Maria la Nova, en pleno centro histórico de Nápoles, se caracteriza por su decoración con relieves simbólicos que algunos han querido interpretar como alusiones veladas al linaje de Vlad. Por ejemplo, se han señalado como pruebas la presencia de un dragón esculpido, símbolo de la Orden del Dragón a la que Vlad pertenecía, así como la representación del sol y la luna, emblemas de su casa.

Un sepulcro renacentista bajo sospecha
Construido hacia 1499, el sepulcro de Matteo Ferrillo es una obra maestra del arte funerario del Renacimiento italiano. Situado en la homónima Capilla Ferrillo, su elaboración se atribuye al escultor Jacopo della Pila y se considera uno de los ejemplos más refinados de escultura funeraria de la época aragonesa en Nápoles.
Matteo Ferrillo fue un noble de alta jerarquía, consejero regio y familiar cercano del rey Fernando I de Aragón. Nada, en los documentos históricos o en la iconografía explícita de la tumba, indica que su identidad se haya falseado o que el monumento se hubiese reutilizado. No obstante, quienes sostienen la teoría del “Drácula napolitano” afirman que el monumento podría haber sido construido con una doble intención: honrar al noble italiano y, en secreto, ocultar los restos del voivoda valaco. Tal idea se ha visto reforzada por una curiosa inscripción encontrada en una capilla adyacente, conocida como la inscripción cifrada de la Capilla Turbolo.

La inscripción cifrada: ¿una clave oculta o una fantasía sin fundamento?
En el mismo complejo religioso, se encuentra un elemento que ha echado leña al fuego: se trata de una inscripción criptográfica tallada en una pared de la Capilla Turbolo. Los defensores de la teoría de que Vlad III se encuentra inhumado en Nápoles sostienen que las únicas palabras legibles en el epígrafe serían “Vlad” y “balcánico”. Otras voces más críticas, sin embargo, lo desmienten.
El investigador Cosimo Palma, especialista en inteligencia artificial en las universidades de Pisa y Nápoles, ha analizado este extraño conjunto de signos, indescifrables a primera vista. El análisis del texto cifrado sugiere que se trata de un mensaje real en un lenguaje natural, codificado mediante un sistema de sustitución, quizá incluso empleando múltiples idiomas como el griego, el copto o las lenguas eslavas. La distribución de los caracteres, los patrones de repetición y el uso de signos diacríticos apuntan a una construcción deliberada y compleja, quizás una intención esotérica o religiosa.
Sin embargo, los resultados no establecen ningún vínculo directo entre la inscripción y la figura de Vlad III. Como reconoce el propio autor del estudio, la relación entre esta epigrafe y la tumba Ferrillo es, en el mejor de los casos, especulativa, ya que ambas pertenecen a capillas distintas, promovidas por familias diferentes y separadas cronológicamente por, al menos, un siglo de diferencia.

Argumentos en contra: las voces críticas
Frente al entusiasmo mediático inicial, numerosos expertos han manifestado reservas e incluso un abierto rechazo hacia esta hipótesis. Entre las principales críticas, destacan la ausencia total de documentación coetánea que relacione a Vlad III con Nápoles o con la familia Ferrillo. La muerte del voivoda está bien documentada por cronistas rumanos y otomanos, que coinciden en situarla en 1476 o 1477, acaecida durante una emboscada.
No hay duda de que la tumba pertenece a Matteo Ferrillo no está en disputa por la historiografía, y tanto las fuentes como la iconografía corresponden al personaje histórico. Los símbolos interpretados como “valacos”, por otro lado, resultan comunes en la iconografía cristiana medieval y renacentista. El sol y la luna, por ejemplo, aparecen en muchas representaciones religiosas sin tener relación alguna con Vlad III, mientras que el dragón tallado responde al emblema de la propia familia Ferillo.
El epígrafe cifrada, aunque fascinante, no proporciona ninguna evidencia textual que mencione a Vlad III ni términos asociados con su historia o su país de origen. Además, como destaca el propio Palma en su artículo, el uso de códigos en la epigrafía sacra no es inusual en el Renacimiento. Su uso suele estar más ligado a las tradiciones esotéricas, masónicas o al uso de la criptografía como ejercicio intelectual o artístico que a la ocultación voluntaria de identidades secretas.

Un mito moderno que nace del deseo de maravillarse
En última instancia, la idea de que el auténtico Drácula reposa en Nápoles parece surgir más de una fascinación moderna por los enigmas históricos que de una base documental sólida. Se trata de una hipótesis seductora, que combina elementos góticos, renacentistas y esotéricos, pero que carece de pruebas directas y sólidas.
Aun así, el caso resulta interesante desde el punto de vista historiográfico. Pone en evidencia cómo la reinterpretación de elementos ambiguos —una inscripción misteriosa, una tumba ornamentada, algunas coincidencias simbólicas— puede dar lugar a narrativas alternativas, capaces de generar un eco mediático global. Mientras que la mayoría de los expertos considera que sus restos se perdieron o permanecen en algún lugar de Valaquia, la teoría napolitana ofrece un ejemplo fascinante de cómo el pasado puede ser reconfigurado por el deseo de mantener viva la leyenda.
Referencias
Cortesía de Muy Interesante
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