¿Y si los neandertales inventaron el arco y la flecha? Descubren puntas de flecha de 80.000 años en Uzbekistán que podrían haber sido creadas por neandertales

Durante décadas, la idea de que el arco y la flecha eran exclusivos de Homo sapiens ha dominado los relatos sobre el desarrollo de las tecnologías de caza en la prehistoria. Esta narrativa ha servido, entre otras cosas, para subrayar la supuesta superioridad cognitiva de los humanos modernos frente a otros homínidos como los neandertales. Sin embargo, un descubrimiento reciente en el yacimiento de Obi-Rakhmat, en Uzbekistán, está sembrando dudas.

Un equipo internacional de arqueólogos ha presentado pruebas de lo que podrían ser las puntas de flecha más antiguas conocidas hasta la fecha, con una antigüedad de alrededor de 80.000 años. Y lo más llamativo no es solo su edad, sino su contexto: fueron halladas en un estrato muy anterior a la llegada documentada de Homo sapiens a la región, lo que plantea una pregunta tan fascinante como polémica: ¿podrían haber sido los neandertales los primeros en desarrollar armas con proyectiles?

Un hallazgo escondido en la microescala

El descubrimiento, publicado en PLOS ONE por Hugues Plisson y Andrei Krivoshapkin junto a un equipo multidisciplinar, no consiste en lanzas o restos óseos humanos, sino en micropuntas de sílex de apenas unos pocos centímetros de largo, muchas de ellas fragmentadas. Durante años, estos restos pasaron desapercibidos en las excavaciones realizadas en el refugio rocoso de Obi-Rakhmat, al norte de las montañas Tian Shan, en Uzbekistán.

A diferencia de las grandes puntas de lanza típicas del Paleolítico medio, estas piezas presentan características propias de proyectiles diseñados para alcanzar a distancia, como su forma triangular, su reducido tamaño y un patrón de fractura compatible con el impacto a alta velocidad. Lo más significativo: algunas conservan microtrazas de impacto, similares a las que se observan en las verdaderas puntas de flecha empleadas por grupos humanos miles de años después.

La mayoría de estas micropuntas fueron fabricadas con piedra caliza silificada local, talladas mediante técnicas sofisticadas de reducción Levallois y producción de láminas. En total, se han identificado tres tipos de armaduras líticas: puntas grandes retocadas, láminas delgadas, y especialmente estas micropuntas sin retocar que, según los autores, solo habrían podido fijarse a astiles delgados como los de las flechas.

Ubicación geográfica del yacimiento de Obi-Rakhmat
Ubicación geográfica del yacimiento de Obi-Rakhmat. Fuente: Plisson et al., PLOS One (2025)

¿Fueron flechas… y quién las fabricó?

La datación estratigráfica del nivel en el que se hallaron estas piezas sitúa el conjunto en torno a los 80.000 años antes del presente, es decir, mucho antes de las evidencias más tempranas de arcos y flechas en África (74.000 años en Sibudu, Sudáfrica) o Europa (unos 54.000 años en Mandrin, Francia).

Este dato por sí solo ya resulta impactante. Pero la controversia aumenta si se considera el contexto humano del yacimiento. En Obi-Rakhmat, los únicos restos humanos asociados a niveles semejantes corresponden a un niño de entre 9 y 12 años con rasgos dentales de neandertal, aunque su cráneo muestra características más ambiguas, lo que ha llevado a plantear la posibilidad de que se tratase de un individuo híbrido entre Homo sapiens, neandertal o incluso denisovano.

La hipótesis más plausible, según los investigadores, es que la población de Obi-Rakhmat estuviese compuesta por neandertales, o al menos por un grupo de origen neandertal adaptado al paisaje estepario del Asia Central. La región, situada en un corredor natural entre el Altái y el Cáucaso, pudo haber sido un crisol de intercambios biológicos y culturales entre diferentes poblaciones humanas.

Tecnología avanzada en tiempos insospechados

La importancia del hallazgo va más allá de la mera identificación de puntas. Implica una comprensión más profunda de cómo cazaban estos grupos humanos, y qué tipo de armas empleaban para sobrevivir en un entorno exigente.

El diseño de estas micropuntas revela una lógica de fabricación orientada a proyectiles ligeros, ideales para cazar presas ágiles como el íbice siberiano o el ciervo rojo, animales frecuentes en el registro faunístico de Obi-Rakhmat. Las armas pesadas, como lanzas, habrían sido menos efectivas para estos fines.

Además, los experimentos llevados a cabo por el equipo con reconstrucciones modernas —micropuntas fijadas a astiles de 8 mm de diámetro y lanzadas con arcos de 36 libras— confirman que estas puntas eran funcionales y mortales. Tras atravesar una carcasa animal suspendida, algunas se rompieron al impactar contra estructuras duras, dejando fracturas típicas de uso como proyectil.

Si bien es cierto que ni los arcos ni las flechas se conservan —los materiales orgánicos como la madera o las fibras vegetales raramente sobreviven 80.000 años—, la lógica del diseño y el patrón de fractura son, según los investigadores, pruebas razonables de que se trataba de armas lanzadas a distancia. Y si no eran arcos, debieron usarse con algún sistema de lanzamiento como propulsores. Pero todo apunta a un conocimiento técnico avanzado, insospechado en ese contexto temporal.

Conjunto de puntas líticas halladas en el refugio rocoso de Obi-Rakhmat
Conjunto de puntas líticas halladas en el refugio rocoso de Obi-Rakhmat. Fuente: Plisson et al., PLOS One (2025)

¿Y si fueron los neandertales?

El gran debate gira en torno a la autoría de estas armas. ¿Fueron inventadas por Homo sapiens y llevadas a Asia Central durante una migración temprana desde el Levante? ¿O fueron desarrolladas de forma independiente por grupos neandertales locales?

La segunda opción, aunque rompedora, es cada vez más plausible. La arqueología reciente ha demostrado que los neandertales no eran los “brutos” que durante tanto tiempo describieron los manuales escolares. Sabemos que enterraban a sus muertos, utilizaban pigmentos, tallaban herramientas complejas y ahora, quizá, también desarrollaron armas de proyectil sofisticadas.

En este sentido, el hallazgo de Obi-Rakhmat reabre el debate sobre la inteligencia tecnológica neandertal y la posibilidad de que ciertas innovaciones atribuidas exclusivamente a Homo sapiens hayan tenido un origen paralelo o incluso independiente. Además, la posibilidad de contactos o intercambios entre distintas poblaciones en Asia Central podría explicar similitudes tecnológicas observadas miles de kilómetros al oeste, en yacimientos europeos.

Un nuevo relato para una humanidad plural

Los investigadores no afirman haber resuelto el misterio, pero dejan claro que los resultados de su estudio exigen una revisión crítica de las narrativas lineales sobre la evolución cultural humana.

El hecho de que herramientas idénticas a las empleadas por Homo sapiens 25.000 años después aparezcan en este rincón del mundo, en manos quizás de otros homínidos, pone en cuestión la idea de que solo nuestra especie fue capaz de innovar.

Quizás, como ya se empieza a aceptar, la historia de la humanidad no fue una carrera en solitario, sino una red de trayectorias paralelas, con préstamos, convergencias y, por supuesto, grandes dosis de creatividad. Y es que Obi-Rakhmat, con sus piedras pequeñas y su enigma gigante, nos recuerda que aún queda mucho por descubrir sobre quienes fuimos… y sobre lo que fuimos capaces de imaginar.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de Muy Interesante



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