Es un escenario extremo, casi apocalíptico, pero científicamente revelador. Un equipo internacional de científicos del NORCE Norwegian Research Centre y el Bjerknes Centre for Climate Research, en Noruega, ha llevado a cabo una serie de simulaciones sin precedentes para responder a una pregunta inquietante: ¿qué pasaría si toda la vida marina desapareciera?
El estudio, publicado en la revista Nature Communications, utilizó el modelo climático NorESM2 —uno de los más avanzados del mundo— para comparar el comportamiento del planeta con y sin organismos marinos. Y los resultados son tan sorprendentes como alarmantes.
Según los científicos, sin vida en el océano, la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera sería un 50% mayor que en condiciones normales, y la temperatura global aumentaría en más de 1,6 °C incluso antes de considerar el impacto humano. En otras palabras: la vida en el mar no solo embellece el planeta, sino que literalmente lo enfría y lo estabiliza.
El océano: mucho más que agua salada
Habitualmente se habla del océano como un gran almacén de carbono, pero se suele olvidar que no es su agua lo que lo convierte en una esponja climática, sino los seres vivos que lo habitan. Desde microscópicas algas y plancton hasta grandes cetáceos, todos participan en un mecanismo clave conocido como la bomba biológica de carbono.
Este proceso consiste en la captura de carbono en la superficie —mediante la fotosíntesis del fitoplancton— y su posterior transporte a las profundidades del océano cuando estos organismos mueren y se hunden. Este simple gesto natural permite que el océano extraiga una gran cantidad de CO2 de la atmósfera, reduciendo así el efecto invernadero y regulando la temperatura terrestre.
“Si eliminamos la vida marina, la superficie del océano queda saturada de carbono, y eso impide que el mar pueda seguir absorbiendo más CO2 del aire”, explica Jerry Tjiputra, autor principal del estudio.

Un experimento doble: pasado preindustrial y futuro extremo
Los investigadores no se conformaron con simular el presente. Quisieron entender el impacto de la vida marina tanto en el pasado como en un futuro con altos niveles de emisiones. Por ello, modelaron dos escenarios: uno correspondiente al clima preindustrial (antes de 1850) y otro siguiendo la trayectoria más agresiva de emisiones proyectada (SSP5-8.5).
En ambos casos, la eliminación de toda vida oceánica tuvo consecuencias dramáticas: más CO2 en la atmósfera, menor capacidad del océano para actuar como sumidero de carbono, y un planeta considerablemente más cálido.
Pero hubo una sorpresa: cuando los océanos dejaban de absorber carbono, la vegetación terrestre absorbía parte del exceso. Sin embargo, este “rescate” natural solo compensaba aproximadamente la mitad del CO2 no absorbido por los océanos. Y con el tiempo, esa capacidad de absorción terrestre también se saturaba.
Desafiando las ideas establecidas
Hasta ahora, se creía que los mecanismos físicos y químicos —como la temperatura del agua o la solubilidad del CO2— eran los principales responsables de la captura de carbono por los océanos. Este estudio demuestra que el papel de la biología es mucho más decisivo de lo que se pensaba.
“Este hallazgo desafía el paradigma tradicional que sitúa la química y la física por encima de la biología en la absorción de carbono oceánico”, señala Damien Couespel, coautor del estudio.
Los resultados son preocupantes: en un mundo sin vida marina, el calentamiento global sería un 30% más rápido. La temperatura media global se elevaría más de 4,8 °C para 2100 bajo el peor escenario, y el deshielo en el Ártico llegaría más de 50 años antes que en un escenario con vida oceánica.
Además, la desaparición de la bomba biológica afectaría gravemente a regiones clave como el Atlántico Norte y el Océano Austral, que son las principales puertas de entrada del carbono atmosférico hacia el interior marino. Sin la acción de los organismos vivos, esas puertas se cerrarían.

¿Y si solo perdiéramos una parte?
Aunque el estudio analiza un escenario extremo —la desaparición total de la vida marina—, los autores también simularon qué ocurriría si la producción primaria del océano se redujera un 10%, como proyectan algunos modelos para las próximas décadas. Incluso en este caso moderado, la concentración de CO2 aumentaría y la capacidad de absorción de los ecosistemas terrestres y oceánicos se vería comprometida.
“No esperamos que el océano se quede sin vida de la noche a la mañana, pero este experimento nos recuerda hasta qué punto dependemos de los ecosistemas marinos para mantener un clima estable”, subraya Tjiputra.
El mensaje es claro: proteger la vida marina no es solo una cuestión de biodiversidad o belleza natural, es una necesidad urgente para frenar el cambio climático.
El océano como aliado climático
Este estudio —descrito por algunos expertos como “una advertencia cruda pero necesaria”— demuestra que un océano saludable no solo nos ofrece comida y oxígeno, también nos “compra tiempo” en la lucha contra el calentamiento global.
Preservar los ecosistemas marinos es, por tanto, una de las estrategias más eficaces para mantenernos dentro de los límites del Acuerdo de París. Y en un momento en que la pérdida de biodiversidad avanza a un ritmo alarmante, este tipo de investigaciones ofrecen razones de peso para reforzar la protección del océano.
El estudio ha sido publicado en la revista Nature Communications.
Cortesía de Muy Interesante
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