En una época donde el virtuosismo tiende a confundirse con el espectáculo, Yuja Wang encarna -y subvierte- ese equívoco con una mezcla de fuego, precisión y teatralidad que no tiene parangón en el mundo pianístico actual. Para algunos, es la heredera de Horowitz por su temeridad digital; para otros, una provocadora que mezcla minivestidos con Scriabin. En realidad, es ambas cosas. Y en esa paradoja está su grandeza.
“La música clásica está lejos de ser aburrida: tiene toda la sangre, la energía, el lado oscuro siniestro, el ritmo que tiene la música rock y toda la sensualidad refinada y sutil que uno puede pedir”, se lee en la red social de la artista china. Es probable que en su próxima presentación –la tercera en el Teatro Colón–, haga temblar el escenario. Yuja Wang actuará junto con la prestigiosa Mahler Chamber Orchestra, con un programa titánico, dos conciertos para piano en una misma noche: el Concierto n° 2 de Chopin (originalmente iba a tocar el Concierto nº 4 de Nikolai Kapustin) y Concierto nº 1 de Piotr Chaikovski.
En su presentación en 2018 Yuja estuvo a punto de suspender el concierto por el estado de los pianos en el Colón. Gracias a la intervención del afinador Marco Naya, quien le preparó y puso a punto uno de los pianos según sus requerimientos, finalmente accedió a hacer la función.
Cuando la pianista ensaya en la sala principal, exige absoluta soledad, y el teatro tiene que suspender las visitas guiadas. La única persona autorizada a presenciar los ensayos es el afinador, que se transforma en una especie de asistente.
Sus caprichos, sus decisiones estéticas (como reprogramar una obra en el último minuto, o presentarse con vestidos diseñados para red carpets), y sus respuestas a la crítica, muchas veces afiladas, forman parte de un personaje deliberadamente construido.
Pero sería un error juzgarla sólo por eso. La polémica que despierta Yuja Wang revela más sobre la ansiedad del mundo clásico frente al cambio que sobre la artista en sí. En un medio históricamente encorsetado, ella aparece como una figura de libertad y desafío.
No practicar, para huir de la rutina
“No tengo en mi repertorio piezas que requieran estudiar nueve horas”, contó Yuja en el programa Living the Clasical Life, que se puede ver en YouTube. “Codifiqué las obras en mi memoria muscular, tocar el piano es tan táctil y tan físico… Es curioso, si practico las empeoro porque estoy tan acostumbrada a cómo debería tocar en el escenario, y, a menos que cambie todo, no practico. Lo pienso, pero no lo reviso sobre el teclado. Lo hago en el primer ensayo (risas)”.
El brillo y la espontaneidad en las obras que Yuja viene tocando desde hace años está relacionado con esa huida de lo rutinario. “Tengo miedo de practicar algo que ya conozco, porque practicar una pieza cuando la estás aprendiendo es diferente; reaprender realmente una obra es un procedimiento distinto. A veces no quiero reaprender o aprender, y la dejo como está, no la toco y veo qué tipo de magia puedo hacer sobre el escenario”.

El crítico Alex Ross escribió que Wang es “una estrella pop en el cuerpo de una pianista clásica”, pero no para rebajar su arte, sino para señalar cómo ha logrado insertarse en la cultura de la celebridad sin traicionar la profundidad de su música.
Su repertorio va desde Rachmaninov hasta Ligeti, pasando por arreglos inverosímiles de Cziffra, y su sonido -metálico, afilado, a veces feroz- es inconfundible. Tiene la capacidad de volver contemporáneo lo que en otros suena académico. Escuchar su versión del Concierto nº3 de Rachmaninov o el Concierto nº2 de Prokofiev es asistir a una danza sobre el abismo, donde cada nota parece bordeada por el riesgo.
Pero, como bien hubiera señalado el pianista Charles Rosen, la brillantez técnica no garantiza profundidad. Y sin embargo, en Yuja Wang aparece una relación profundamente intelectual con el virtuosismo: no lo niega, no lo sublima, sino que lo lleva al límite para preguntarse qué significa tocar el piano en el siglo XXI. Su Bach puede sonar excesivamente esculpido, incluso artificial, pero también revela una voluntad clara de ir más allá del simple “hacer bien las cosas”. Hay en ella un impulso por dramatizar el pensamiento musical.
Sus debilidades, si así se las puede llamar, surgen precisamente de su ambición. A veces, su interpretación puede parecer demasiado pulida, más dirigida a provocar asombro que introspección. En ciertos compositores Schubert, por ejemplo- su temperamento volcánico puede entrar en tensión con la fragilidad de la materia sonora. Pero esa tensión no es necesariamente un defecto: es el conflicto de una intérprete que se rehúsa a ser decorativa.
En última instancia, Yuja Wang es una de las mejores pianistas del mundo no a pesar de sus excesos, sino gracias a ellos. Su arte no busca complacer ni educar, sino conmocionar. En tiempos de corrección y mesura, eso no es poco. Su carrera continúa evolucionando, prometiendo nuevas interpretaciones y proyectos que seguirán capturando la atención del publico y de la crítica por igual.

Ficha
Ciclo Grandes Intérpretes
Músicos: Yuja Wang (piano), Mahler Chamber Orchestra, José María Blumenschein (concertino) Programa: Concierto en mi bemol, “Dumbarton Oaks”, Igor Stravinsky; Concierto para piano nº 2, Chopin; Obertura Coriolano, op. 62, Ludwig van Beethoven; Concierto para piano nº 1, Piotr Ilich Tchaikovsky Lugar: Teatro Colón (Libertad 621), sábado 14 de junio, a las 20.
Cortesía de Clarín
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