Zanahorias: sátira, crítica social y humor ácido en Foro Lucerna

¿Qué pasaría si la depravación fuera sinónimo de prestigio? Esa es la premisa de Zanahorias, la aclamada comedia española de Antonio Zancada.

Dirigida por Nohemí Espinosa y con un elenco explosivo compuesto por Angélica Bauter como Condesa de ¡Eh!, Diana Sedano como Madame del Sagrado Corazón, Gerall Nájera como Marquesa de ¡Ahhh!, Óscar Piñero como Marqués de ¡Ufff! y Santiago Zenteno como Rey de Puritania, esta sátira afilada promete dejar al espectador riendo… y cuestionándose.

Situada en un reino ficticio llamado Puritania, la historia sigue a un grupo de nobles decadentes que, encerrados en una casa de juegos secreta, compiten para ver quién es el más depravado del reino. El premio no es otro que la validación y el poder en una sociedad enferma de apariencias. Pero no se dejen engañar: bajo su disfraz barroco y cabaretero, Zanahorias lanza una crítica feroz a la doble moral, la obsesión por pertenecer, el culto a la imagen y nuestra incapacidad para soportar el vacío.

“Yo resumiría esta obra en una palabra: hipocresía”, dijo Angélica Bauter en entrevista con Chilango.

A través del absurdo, la obra de teatro revela lo que muchos prefieren callar: que estamos dispuestos a cualquier cosa con tal de ser aceptados, amados o visibles.

“Todos los personajes están buscando algo más. Lo hacen desde el vacío, desde la soledad”, comentó Gerall Nájera.

El texto, que ha triunfado en Madrid, es un delirio escénico donde todo es posible: la monarquía es una excusa para hablar de influencers, de clases sociales, de machismo, deseo y hasta de cirugía estética. Zanahorias es como reírse frente a un espejo que te dice la verdad mientras bailas con pelucas y lentejuelas.

“Es un texto existencialista disfrazado de cabaret, porque si nos dijeran todas estas verdades de frente, sin humor, saldríamos deprimidos del teatro”, confiesa Óscar Piñero.

Aquí, el humor es la herramienta perfecta para hablar de lo incómodo. Y también para sobrevivir.

“Esta obra es un juego de máscaras. Todos los personajes están fingiendo algo, incluso cuando creen ser auténticos. Tan parecido como el mundo que vivimos todos los días en redes sociales”, asegura Gerall Nájera.

Pero más allá de su estética provocadora, esta obra es un recordatorio de que el juego al que jugamos para encajar no es nuevo, pero tampoco es inocente. ¿Estás listo para comerte la zanahoria? 

Cortesía de Chilango

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