Vicenzo Galilei: esta fue la influencia del padre, maestro y mentor sobre Galileo

Cuando uno piensa en personas excepcionales como Galileo Galilei es inevitable preguntarse cuáles son los factores que hacen posible que desarrollen su potencial. En el caso de Galileo, además de un gran talento y pasión por las matemáticas, todo parece apuntar a que su padre, Vincenzo Galilei (1520-1591), fue una figura determinante para él en lo que a su formación académica, personal y espiritual se refiere. Fue, sin duda, su primer maestro. 

Vincenzo era músico profesional, laudista y compositor. De él conservamos varias piezas escritas para laúd, así como algunos libros donde presenta importantes innovaciones en el campo de la acústica y la teoría musical, especialmente en el uso de las disonancias y las diferentes texturas en el Renacimiento.

Vicenzo Galilei, retrato de Alessandro AlloriAlbum

Pionero en la experimentación

Desde que era pequeño, instruyó a su hijo en el arte de la música, enseñándole a tocar el laúd, el órgano e, incluso, a cantar. Algunos autores defienden que, en un principio, el deseo que tenía para Galileo era que se convirtiese en músico como él, sin embargo, cambió de idea debido a las enemistades que le surgieron desde la publicación de sus escritos, ya que reflejaba en ellos opiniones contrarias a las de los estudiosos de su época. Fue entonces cuando decidió que quería que su primogénito se dedicase a las ciencias, lo cual acabaría siendo una gran suerte para la humanidad. 

Al igual que su hijo, Vincenzo fue un pionero en el campo de la experimentación, pero dentro de su propio ámbito, la teoría musical. En su obra Diálogo sobre la música antigua y moderna se pueden encontrar los resultados de sus múltiples experimentos, acompañados de minuciosas y detalladas explicaciones. Galileo seguramente fue testigo de estos experimentos. 

En la obra el músico escribe una frase que aporta mucha información sobre su forma de entender el conocimiento: «Me parece que quienes confían sin más en la autoridad como prueba de una cosa cualquiera y no tratan de aducir alguna razón válida, proceden de forma ridícula… Yo deseo… que se me permita plantear cuestiones libremente, así como responder sin ningún tipo de adulación, pues esto es lo que verdaderamente conviene a quienes buscan la verdad de las cosas». 

Vincenzo no seguía ciegamente las ideas de la mayoría, era un inconformista en búsqueda de la verdad. Para él, esta verdad únicamente podía vislumbrarse como fruto de la experimentación y no desde la mera fundamentación teórica. Sin duda, esta actitud caló profundamente en su hijo, quien, en su época como profesor solía transmitir a sus alumnos que «son pocos los que indagan…» y que no debía importarles «que una tesis sea contraria a la opinión de muchos mientras corresponda a la experiencia y a la razón». 

De tal palo, tal astilla. 

Buscando esta verdad de las cosas, Vincenzo estudió en profundidad tres aspectos de la tradición musical de su época con los que el músico estaba en total desacuerdo. 

El primero de ellos era el concepto de música en sí mismo. En la actualidad, en un mundo en el que entendemos la música como fuente de ocio, placer y entretenimiento, nos resulta difícil desproveerla de dichas cualidades. Sin embargo, la concepción de música en el Renacimiento, heredada desde los tiempos de la antigua Grecia, era bien distinta.

‘Dialogo della musica antica e moderna’ de Vicenzo Galilei (1591)Librería del Congreso de Washington, D.C.

Los números son sonoros

Para poder entenderlo debemos remontarnos quinientos años antes de Cristo. Por aquel entonces, el filósofo griego Pitágoras y sus discípulos defendieron en sus obras la estrecha relación entre música y número. Cuenta la leyenda que el matemático se percató de que la música estaba formada por números y proporciones al escuchar los diferentes tonos que emitía un herrero al trabajar en su yunque. 

Los números eran el elemento fundamental de la aritmética, por lo que los pitagóricos recurrieron a ellos para estudiar no solo la música, sino la armonía de todo el universo. La música estaba formada por números y no era posible sin ellos. 

Vincenzo no estaba de acuerdo con esta afirmación, ya que los números no eran sonoros. Tampoco creía que la música tuviese que ver con un sistema numérico perfecto que existía en reinos celestiales. La música consistía en un fenómeno de origen natural, que producía unas sensaciones determinadas cuando era percibido por el oído humano, pero que no obstante era susceptible y debía ser estudiado mediante el número, ya que a través de ellos encontraba su representación. 

Con esta argumentación, Vincenzo de alguna forma estaba acercando la música a las personas, al privarla del carácter casi divino que la había acompañado en épocas anteriores. Gracias a la concepción de música como fenómeno matemático y a los experimentos realizados por Pitágoras con el sonido surgió el primer sistema de afinación instrumental, la afinación natural o pitagórica, que fue utilizada hasta los siglos XV y XVI. Este sistema de afinación se convertiría en el segundo concepto contra el que Vincenzo se rebeló.

‘Retrato de un hombre tocando el laúd’, de Bartolomeo de Passarotti (1576)Museo de Fine Arts, Boston

Afinación, consonantes y armónicos

Pitágoras utilizó un instrumento musical de una sola cuerda llamado monocordio para establecer dicho sistema de afinación (o «temperamento», si utilizamos el término técnico). Mientras realizaba sus experimentos, se percató de que el sonido de la cuerda cambiaba dependiendo de la tensión que la sostenía, el grosor de la misma o la longitud. Como el grosor o la tensión eran factores más difíciles de modificar, tomó como referencia la longitud de la cuerda del monocordio.

Dividió la cuerda en dos y obtuvo una distancia de una octava (una distancia de ocho notas) desde la nota inicial del instrumento. Al dividir la cuerda en tres, obtuvo una quinta y al dividir la cuerda en cuatro, resultó la distancia de cuarta. Observó entonces que todos estos sonidos eran consonantes y armónicos, es decir, «agradables» al oído. El siguiente paso fue establecer otros sonidos intermedios que formasen la escala musical completa, lo cual consiguió mediante el «encadenamiento» de distancias de quinta (do – sol – re – la, etc.) hasta que el círculo se volvía a cerrar llegando a la nota inicial, dando origen así a los doce tonos que forman la llamada escala cromática y al popular «círculo de quintas», bien conocido por los músicos y que se sigue utilizando. 

Sin embargo, la afinación siguiendo este método tenía una gran desventaja, una imperfección en su fundamentación matemática. Al encadenar la última quinta, esta no volvía exactamente a la nota inicial, sino a una nota con una frecuencia algo mayor. Los pitagóricos corrigieron este error desafinando levemente y a propósito la última quinta, para que así cerrase correctamente, construyendo un círculo perfecto. 

A esta última quinta, la decimosegunda, se le puso el nombre de «quinta del lobo», pasando a ser la única quinta disonante (y, por tanto, «desagrable» al oído), en un sistema con once quintas perfectamente armónicas. 

Debido a esta imperfección del temperamento pitagórico, este solamente fue funcional en la música monódica (aquella que consta de una única melodía) o en la música polifónica (formada por varias melodías superpuestas) siempre y cuando se evitase la quinta del lobo. Estos problemas hicieron patente la necesidad de buscar un nuevo sistema de afinación que eliminase estos problemas, permitiendo así a la música instrumental desarrollarse técnicamente.

‘Alegoría de la música’, del pintor barroco francés Laurent de la Hyre (1649)Album

Precursor del barroco

Es importante destacar que hasta el año 1800 la profesión de afinador no estaba separada de la de intérprete, lo cual favoreció que desde que surgió esta necesidad se utilizasen diferentes tipos de afinación, dependiendo de la zona o de la tradición instrumental de cada grupo de músicos. 

Vincenzo, junto con los intérpretes y constructores de laúd fueron de los primeros en utilizar una afinación diferente a la tradicional, que se basaba no tanto en la perfección y «pureza» de las quintas, sino en establecer una distancia matemática exacta entre semitonos, el temperamento igual, con el que se resolvían las desventajas de la afinación pitagórica. Su uso se extendió de a finales del siglo XVIII, dando lugar al Barroco y al Clasicismo, basada en la tonalidad. 

El tercer concepto que Galiei puso en tela de juicio fue la relación entre la música y la palabra. Su Diálogo de la música consistía en una defensa de los motivos por los cuales había que regresar a la «música antigua», refiriéndose con esto a la claridad monódica de la antigua Grecia. En su época, la polifonía ya se encontraba en situación de declive, debido a sus diversos aspavientos técnicos. A ello había que sumarle el problema de la afinación pitagórica, que impedía que texturas polifónicas llegasen a «empastar» cuando eran interpretadas por agrupaciones instrumentales, provocando sonoridades que no llegaban a agradar a los oyentes. 

Para Vincenzo, el texto de una obra musical no debía adaptarse según la música, sino más bien al contrario. La adaptación progresiva de esta idea acabaría dando origen a una nueva textura musical: la monodia acompañada, cuyo desarrollo acabaría desembocando en el surgimiento de la ópera alrededor del año 1600, hecho que a día de hoy identificamos con el inicio del periodo Barroco. Además, la creación de la monodia acompañada no significó el fin de la polifonía, ya que debido a la nueva afinación temperada y el surgimiento de la tonalidad en el Barroco, acabaría alcanzando su máximo desarrollo de la mano de compositores como Bach o Händel

Todas estas pequeñas «revoluciones» musicales acaecidas en diferentes épocas fueron posibles gracias a autores inconformistas y buscadores de la verdad como Vincenzo Galilei y sus colegas de la Camerata Fiorentina. Sus experimentos e ideas innovadoras contribuyeron de manera decisiva a la evolución y el progreso de la música renacentista y de épocas posteriores, sin embargo, como defiende la autora Carla Bromberg «por no pertenecer a ninguna corte, entidad religiosa o universidad, su obra no provocó el impacto que debería»

Cortesía de Muy Interesante



Dejanos un comentario: